El mar de deudas y pendientes que dejará López Obrador a Claudia Sheinbaum o a Xóchitl Gálvez
Viernes 16 de febrero de 2024
Moody’s explica que la próxima presidenta de México deberá hacer ajustes fiscales importantes para tener margen de maniobra ante los pendientes que deja López Obrador
Es casi seguro que México elegirá a su primera Presidenta en junio, pues las dos principales aspirantes son mujeres. También es casi seguro que quien gane no tendrá mucho margen para actuar con independencia del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador.
El mandatario populista ha seguido proponiendo nuevos y costosos proyectos en sus últimos meses en el gobierno, antes de ceder el testigo el 30 de septiembre. También dejará muchos proyectos de gran calibre sin terminar.
Esto seguramente atará las manos de su sucesora durante gran parte de su mandato de seis años. Aunque gane la candidata opositora, Xóchitl Gálvez, sobre ella pesarán una montaña de compromisos financieros. La aspirante del partido de López Obrador, la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, va por delante en las encuestas, mientras que Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano, no tiene apenas opciones de ganar.
“El próximo gobierno heredará un país con un agujero financiero que limitará el margen de maniobra”, afirmó Alfredo Coutiño, director de Moody’s Analytics. “Para desactivar la vulnerabilidad fiscal actual, el gobierno entrante tendrá que ajustar fiscalmente (gastos o impuestos) en 2025″.
López Obrador ha dicho que antes de dejar el cargo expropiará la empresa estadounidense Vulcan Materials. La medida podría costarle al ejecutivo hasta mil 900 millones de dólares si la empresa de canteras con sede en Alabama gana la demanda de arbitraje internacional en curso contra el país.
Además está la promesa, todavía por concretar, de recuperar los trenes de pasajeros antes del final de su presidencia. El 20 de noviembre, López Obrador publicó un decreto que establecía que si las operadoras privadas de mercancías se negaban a prestar servicios a pasajeros, lo haría el gobierno.
Aunque los trenes circularían por vías estatales operadas por concesionarias privadas — México cerró sus deficitarios ferrocarriles a finales de la década de 1990 — el gobierno podría tener que adquirir los convoyes, arreglar las estaciones y montar un sistema de venta de boletos.
Las ideas para perder dinero no cesan. El 26 de diciembre, López Obrador lanzó Mexicana de Aviación, una aerolínea estatal en un momento en que la mayoría de los países han decidido cerrar o vender las suyas. Con precios ultrabajos garantizados en vuelos a aeropuertos gubernamentales poco transitados, las perspectivas de pérdida para seguir sangrando recursos son infinitas.
Y como colofón, el 5 de febrero anunció que el ejecutivo garantizará a la jubilación de los trabajadores con el salario íntegro.
Una vez explicado, el plan es menos generoso de lo que parecía inicialmente. Solo los trabajadores con planes de jubilación oficiales recibirían un complemento, y solo hasta el nivel salarial medio de los empleados, unos 10 mil dólares anuales. Aún así, la iniciativa podría costar miles de millones de dólares.
Ese mismo día, Sheinbaum, que concurre a los comicios con Morena y está considerada su seguidora más devota, afirmó que continuará con los proyectos del mandatario y añadirá algunos propios.
Pero casi al mismo tiempo aparecieron evidencias de que no tendrá poder financiero para hacerlo.
Unos días más tarde, el servicio de calificación de Moody’s rebajó aún más la deuda de la petrolera nacional Petróleos Mexicanos, o Pemex, a la categoría de bono basura.
Moody’s basó su decisión en “proyecciones de un mayor deterioro de las condiciones fiscales del gobierno en 2024″, debido a “un aumento material del déficit, impulsado por el gasto social, unos costos de endeudamiento persistentemente altos y el aumento de los gastos en proyectos estrella”.
La próxima presidenta tendrá que terminar la demorada refinería de Dos Bocas, Tabasco, que costó 20 mil millones de dólares y que está plagada de sobrecostos, así como el Tren Maya de mil 530 kilómetros, con un presupuesto similar, que recorrerá la península de Yucatán conectando los balnearios costeros y los yacimientos arqueológicos. López Obrador considera que ambos son sus proyectos insignia, pero el tren dista mucho de estar terminado.
Tampoco acabaron las obras de modernización de otras refinerías, ni el Tren Interurbano ni el Tren Interoceánico que unirá la costa del Pacífico con la del Golfo de México. Además, hay una serie de obras que siguen en construcción.
López Obrador dijo al inicio de su mandato en 2018 que todas estas iniciativas estarían terminadas cuando dejase el cargo, y que todo se financiaría con una reducción del gasto gubernamental y de la corrupción. Pero no ha sido así.
“De hecho, el año pasado terminaron con un déficit presupuestario del 3.4 por ciento del PIB, el más alto desde 1989″, indicó Gabriela Siller, directora de análisis de Banco Base, con sede en Nuevo León. “Para este año se prevé un déficit del 4.9 por ciento del PIB, el mayor desde 1988, y la deuda significa más endeudamiento. Sus números no cuadran”.
Es poco probable que los proyectos de infraestructura — los aviones y los trenes — lleguen a producir beneficios al ritmo actual.
Por ejemplo, la primera sección del proyecto del Tren Maya en Yucatán llevó a unos mil 780 turistas extranjeros en sus dos primeros meses, es decir, unos cinco por trayecto.
El plan original contemplaba que los turistas serían la fuente de ingresos más lucrativa del servicio, pero las autoridades sugieren ahora que los beneficios podrían llegar de los trayectos cortos o del envío de mercancías. La península tiene poca industria y nada hace pensar que haya una necesidad urgente de que los convoyes lleven cargamentos de crema solar.
López Obrador defendió gasto y el aumento de la deuda alegando que es menor que la acumulada por sus predecesores Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón.
La deuda de México ronda el 50 por ciento de su PIB. Aunque no parece alta comparada con la de Reino Unido y Estados Unidos, ambos en torno al 100 por ciento, México cuenta con la deuda adicional de Pemex y no tiene acceso ilimitado a préstamos a bajo costo, como le ocurre a Washington.