Elsa Aguirre, la mujer más bella del cine mexicano, cumple 90 años
Por Carlos Díaz Barriga
Sin escándalos, con clase, con gloria, plena, serena… intacta.
Nacida en Chihuahua el 25 de septiembre de 1930, para el caso de Elsa Aguirre hoy no se deben apagar 90 velas. Tengamos el acto luminoso de encenderlas.
No quiero entrevista. La llamo para reírnos con sonseras. Se cumple ese urgente cometido, pero en la antesala del ‘noveno piso’, surge espontaneo el balance de su existir. Y resulta que de todo lo vivido, lo más importante que logró fue subirse de niña a escondidas a la azotea, para ver las estrellas. Y en ese acto hacerse libre. Lo demás, es lo de menos. Todo lo que pasó… «yo no lo busqué». Pero sucedió.
Una adolescente que trabaja en una tintorería para ayudar a la casa, se inscribe jugueteando con sus dos hermanas, Hilda y Alma Rosa (quien hizo una muy digna carrera propia), a un concurso para aparecer en la película El sexo fuerte (1945). Los productores vieron dinero y los directores, se hallaron una muchachita disciplinada al exceso -hija de un militar masón-, que aprendía rápido y en la que podrían ir desarrollando talento.
De golpe quedó envuelta en esa magia junto a Joaquín Pardavé y Manuel Medel (Don Simón de Lira -1946-) y dos años después pudo mostrar que más allá de su hermosura sin par, ella era una actriz al comienzo de la película. Y una diosa, al final. Esto, con Arturo de Córdova en Algo flota sobre el agua.
Paréntesis. Para esta cinta se compuso la canción Flor de azalea, de Manuel Esperón y Zacarías Gómez Urquiza. Se hizo inspirada en Elsa y cada persona que la cantó, lo hizo siempre para ponerse a sus pies. Comenzando por Jorge Negrete, con la versión más famosa. Otros intérpretes fueron Javier Solís, Los Panchos, Chavela Vargas, Toña la Negra… y más para acá hay dos grabaciones, literalmente, muy suaves. Una de Tania Libertad y otra del llorado Óscar Chávez. Ah, y otra del gitano Peret.
‘Parajodas’ de la vida. Esa canción terminó por convertirse en premonitoria de lo que sería su existencia, desde el primer párrafo: «Como espuma… que inerte lleva el caudaloso río, flor de azalea… la vida en su avalancha te arrastró. Pero al salvarte… hallar pudiste protección y abrigo, donde curar tu corazón herido… por el dolor».
Seguimos. Al poco, ya era protagonista de Jorge Negrete en Lluvia roja (1949) y de Pedro Infante en Cuidado con el amor (1954). Con quienes pudo darse un par de lujos. De Negrete se hizo novia… y lo cortó para no tener que leer los muchos libros que éste le regalaba en el forzado afán de cultivarla. E Infante… se metió al camerino y le robó un beso. Ella en cinco segundos repasó la historia de sus propios padres. El papá había hecho lo mismo, la mamá le devolvió una bofetada que derivó en ‘esta muchacha sí es decente y me caso con ella’. De manera que con sus bellas y grandes manos norteñas, Elsa hizo lo propio: le reventó una cachetada a Pedro… pero éste se carcajeo… y se fue. Fin de lo que pudo ser.
En el camino hizo sólo 38 películas. Al tú por tú con Miroslava, Marga López, Silvia Pinal o Dolores del Río. Y estelarizó con las ahora leyendas, convirtiéndose en una de ellas… con Agustín Lara, Armando Calvo o Miguel Torruco (padre del actual secretario de Turismo). Y con la dinastía Soler, Luis Aguilar, Pedro Armendáriz o Ignacio López Tarso.
Comedias, no con cualquiera: con Mario Moreno Cantinflas(Ama a tu prójimo), con Eulalio González Piporro (El pistolero desconocido), con Enrique Rambal (El día de la boda) o con Mauricio Garcés (El matrimonio es como el demonio).
Su divinidad vampiresca queda en Medianoche, Ojos de juventud, La mujer que yo amé, La perversa o en La mujer de dos caras. Se las dejo de tarea.
Hubo una cinta… la película 39… que no pudo hacer, lleva su trasfondo en aquello de que ‘quién de las dos era la más bella’. Cuando Ismael Rodríguez decide hacer La cucaracha, con las más grandes figuras de la época, la misión imposible era reunir a María Félix con Elsa Aguirre. Que se viera de una vez lo que se tenía que ver. La Doña se impuso e hizo que le quitaran el papel a Elsa, con el libreto ya aprendido, para dárselo a Dolores del Río.
Para quien la haya escuchado cantar, tiene una voz sutil, queda, sensual… que parece ahogarse. Grabó un solo disco en el 73 con la Columbia (donde, curiosidad para los troveros, quedó el tema Por ti del citado Óscar Chávez).
Sólo siete obras de teatro, principalmente de dramaturgos mexicanos: Wilberto Cantón, Pablo Salinas, Hugo Argüelles y Rafael Solana… de quien hizo en 1991 Son pláticas de familia, cual madre un don Juan Tenorio jovencillo, que especulaba psicológicamente por qué éste después fue lo que fue. Difícil momento para Elsa… Hugo, su único hijo, había muerto unos meses antes a los 30 años de edad. Sin que el público lo supiera jamás, el texto la sacudía en lo más profundo de su ser, función a función. Nada lo remediaba. Ni siquiera el ramo de 50 rosas rojas que día a día mandó a su camerino durante toda la temporada, un conocido compositor y pretendiente (… acuérdenme que un día les cuente quién era). Un verdadero romántico… que consiguió hacer rico al de la florería. Pero nada más.
Ahora, devoradora de libros (lástima que ya no le tocó a Negrete), consagrada al yoga desde hace medio siglo, se mueve entre Cuernavaca y Acapulco. Dando cuenta de que noventa años no son nada, cuando una mujer es eterna. Quien la ha visto en la pantalla la admira… quien le ha tomado las manos reflejándose en sus profundos ojos negros, la quiere. Para siempre.
No se descarte que el tal Aute haya dejado en su testamento algo escrito para ella… para que lo pudiera leer como regalo en este día. Algo que diga: «Reivindico el espejismo, de intentar ser uno mismo… ese viaje hacia la nada, que consiste en la certeza… de encontrar en tu mirada, la belleza».