Religión

Frutos de la devoción a la Virgen

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Lunes 16 de octubre de 2023

 La devoción a la Virgen no es de ninguna manera «un sentimiento estéril y pasajero, o vana credulidad», propio de personas de corta edad o de escasa formación. Por el contrario –sigue afirmando el Concilio Vaticano II–, procede «de la verdadera fe, por la que somos inclinados a reconocer la preeminencia de la Madre de Dios y somos impulsados a un amor filiar hacia Nuestra Señora y a la imitación de sus virtudes».

El amor a la Virgen nos impulsa a imitarla y, por tanto, al cumplimiento fiel de nuestros deberes, a llevar la alegría allí donde vamos. Ella nos mueve a rechazar todo pecado, hasta el más leve, y nos anima a luchar con empeño contra nuestros defectos.

Contemplar su docilidad a la acción del Espíritu Santo en su alma es estímulo para cumplir la voluntad de Dios en todo tiempo, también cuando nos cuesta.

El amor que nace en nuestro corazón al tratarla es el mejor remedio contra la tibieza y contra las tentaciones de orgullo y sensualidad.

Cuando hacemos una romería o visitamos algún santuario dedicado a Nuestra Madre del Cielo, hacemos una buena provisión de esperanza. ¡Ella misma –Spes nostra– es nuestra esperanza!

Siempre que rezamos con atención el Santo Rosario y nos detenemos para meditar unos instantes cada uno de los misterios que en él se nos proponen, nos encontramos con más fuerzas para luchar, con más alegría y deseos de ser mejores.

«No se trata tanto de repetir fórmulas, cuanto de hablar como personas vivas con una persona viva, que, si no la veis con los ojos del cuerpo, podéis sin embargo verla con los ojos de la fe. La Virgen, de hecho, y su Hijo Jesús, viven en el Cielo una vida mucho más “viva” que esta nuestra –mortal– que vivimos aquí abajo.

»El Rosario es un coloquio confidencial con María, una conversación llena de confianza y abandono. Es confiarle nuestras penas, manifestarle nuestras esperanzas, abrirle nuestro corazón.

Declararnos a su disposición para todo aquello que Ella, en nombre de su Hijo, nos pida.

Prometerle fidelidad en toda circunstancia, incluso la más dolorosa y difícil, seguros de su protección, seguros de que, si lo pedimos, Ella nos obtendrá siempre de su Hijo todas las gracias necesarias para nuestra salvación».

Hagamos el propósito de ofrecerle con más amor esa corona de rosas que, según su etimología, significa el Rosario. No rosas marchitas o ajadas por el desamor y el descuido. «Santo rosario. —

Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Ángeles y los Santos del Cielo…, y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra.

»—Practica a diario esta devoción santa, y difúndela».

A través de esta devoción, Nuestra Madre del Cielo nos devolverá la esperanza si alguna vez, al considerar tantas flaquezas, sentimos en el alma la sombra del desaliento.

«“Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados…”. Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día.

»Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!».

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