Hacer el bien con la palabra
Domingo 24 de septiembre de 2023
La palabra «es uno de los dones más preciosos que el hombre ha recibido de Dios, don bellísimo para manifestar elevados pensamientos de amor y amistad con el Señor y con sus criaturas», y no podemos usarla de manera frívola, vacía o desconsiderada. manera, como sucede en la locuacidad, y menos aún para ser mentiroso o poco caritativo, porque la lengua -como dice el apóstol Santiago- puede convertirse en un mundo de iniquidad, haciendo mucho daño a nuestro alrededor: discusiones estériles, burlas, ironías, calumnias. , calumnia. .. ¡Cuánto amor roto, cuánta amistad perdida, porque uno no supo callar a tiempo!
Qué gran consideración tenía Jesús por el habla y la conversación: «Os digo que cualquier palabra ociosa que los hombres digan, de ellas tendrán que dar cuenta en el día del juicio.
Palabra ociosa es la que no beneficia ni al que la dice. o del oyente, y proviene de un interior vacío y empobrecido.
Esta forma de hablar descontrolada, estas maneras de hablar difícilmente compatibles con una persona que busca la presencia de Dios dondequiera que esté, suele ser síntoma de tibieza, de falta de de contenido interior: el hombre bueno saca cosas buenas de su fondo bueno, y el hombre malo saca cosas malas de su fondo malo.
El Señor pedirá cuentas de estas conversaciones, en las que se pudo hacer el bien y no se hizo.
«Después de ver cuántas vidas (lengua con todas sus consecuencias) se pasan, me parece que el silencio es más necesario y más amable. -Y entiendo muy bien que pidas cuentas, Señor, de la palabra ociosa».
De la conversación vana y superficial al chisme, al susurro o la calumnia suele haber un camino muy corto.
Es difícil controlar la lengua si no hay presencia de Dios. De nosotros, de todo cristiano que quiere seguir a Cristo, cabe decir que bajo ninguna circunstancia se nos ha oído hablar mal de nadie.
Al contrario, deberíamos poder afirmar que, como Cristo, hemos ido por la vida haciendo el bien.
También deberíamos poder hacerlo a través de nuestras palabras, a través de una conversación sencilla y llena de preocupación por los demás.
Incluso el saludo mismo debe traer bien a quienes nos encontramos cada día: es como decirles: ¡qué alegría haberos encontrado en mi camino!