Religión

Diez sacrificios que producen conversiones

Spread the love

Viernes 14 de julio de 2023

Jesús nos amó tanto que se sacrificó voluntariamente muriendo en la cruz por nosotros. Jesús no sólo sufrió y derramó cada gota de su Preciosísima Sangre por la salvación de toda la humanidad, sino que sufrió todos esos dolores insoportables por ti y por mí.

Los santos señalan que si tú fueras la única persona que vive en el mundo, Jesús habría sufrido todos los dolores más espantosos y horribles de Su Pasión Dolorosa sólo por ti. Como nos recuerda San Pablo en su Carta a los Gálatas «Jesús padeció y se entregó por mí». (Gal. 2, 20)

En el Diario, La Divina Misericordia en mi alma, la Secretaria de la Divina Misericordia, Santa Faustina afirma que podemos comprender verdaderamente el significado del amor por la disposición a sufrir por la persona amada. Jesús nos ama tanto que habría estado dispuesto a sufrir su Pasión no una, sino muchas veces, por cada uno de nosotros. Él era el Cordero inocente que sufría por los pecadores culpables. ¿Cuán grande es el amor de Jesús por ti y por mí?

A nivel humano y natural, todos sabemos cuánto sufrimiento experimentamos cuando manifestamos un gran amor por alguien y esa persona se muestra fría e indiferente hacia nosotros, posiblemente incluso nos ignora. ¡Se nos rompe el corazón!

Lo mismo ocurre con nuestra relación con el más grande de todos los amantes: el Señor Jesucristo. Él nos ama con un fuego ardiente en Su Sagrado Corazón. Jesús dijo: «He venido a echar fuego en la tierra, y no estaré tranquilo hasta que ese fuego se encienda». (Lc 12, 49) La conflagración de fuego en el Corazón de Jesús por ti y por mí apenas puede contenerse, pero ¿cómo respondemos a este horno de amor?

Jesús se quejó a Santa Margarita María Alacoque mientras mostraba Su Sagrado Corazón rodeado de espinas con fuego: «Contemplad este Corazón que tanto ha amado y sólo ha recibido a cambio frialdad, ingratitud e indiferencia. Consolad mi Corazón».

Una de las maneras de consolar al Sagrado Corazón de Jesús, Corazón desbordante de amor y de misericordia, es amar lo que Él ama, ofreciendo sacrificios, aunque sean pequeños, por la conversión y la salvación de los pobres pecadores. Jesús no se fija tanto en la grandeza de la acción, sino en la intensidad del amor en la acción. Recuerda la historia bíblica del donativo de la viuda.

De hecho, las almas inmortales pueden salvarse del fuego del infierno y alcanzar la salvación eterna si, como los niños de Fátima, podemos formar el hábito de ofrecer pequeños sacrificios a los Corazones de Jesús y de María con pureza de intención y gran amor. El Papa Juan Pablo II llamó a Jacinta «Pequeña Alma Víctima», ¡porque así lo hizo!

Por eso, queremos ofrecerte una lista de pequeños sacrificios que puedes emprender y compartir con tu familia. Cada pequeño sacrificio es una manifestación concreta de tu amor a Jesús y a lo que Jesús más ama: ¡la conversión y salvación de los pobres pecadores por toda la eternidad!

Sacrificios ofrecidos con amor a Jesús por la salvación de las almas

1. 1. Minuto heroico

Promovido por San Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei. En cuanto oigas el despertador, ponte en pie y haz la Ofrenda Matutina del día. El Cura de Ars afirmaba que quien empieza bien el día, tiene más probabilidades de vivirlo bien, ¡y de terminarlo bien!

2. Frenar la lengua

Todos deberíamos leer Santiago 3, el mejor capítulo sobre los pecados de la lengua. Un gran sacrificio que podemos hacer, especialmente cuando nos encontramos frustrados y enfadados, es seguir el consejo de Santiago: «Debemos ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarnos». (Sant. 1:10)

3. Palabras amables y alentadoras

No dejes pasar ni un solo día sin dar las gracias a Dios y a los demás. Decir tanto por favor como gracias son condimentos que dan un condimento especial a la vida doméstica. (Lee el libro titulado El poder oculto de la bondad, del padre Lovasik).

4. Sonríe aunque no te apetezca

Un dolor de cabeza persistente, un resfriado persistente, un dolor de estómago, todos los sufrimos. A menudo, los pregonamos y les damos publicidad. ¡Qué difícil sería (pero qué agradable sería a Dios) que, cuando no nos sentimos bien físicamente, sonriéramos a nuestro marido o esposa o a otro miembro de la familia! La tristeza y el ceño fruncido son contagiosos; pero la sonrisa y la alegría también lo son. ¡Una sonrisa sincera y radiante es uno de los signos más claros de ser seguidor de Cristo!

5. Destierra inmediatamente los malos pensamientos

Pensamientos indecentes y malos, ¡todos los tenemos! Sin embargo, la pregunta es: ¿qué hacemos con ellos? Una vez un sacerdote le preguntó a un hombre si tenía malos pensamientos. El hombre respondió: «No, padre, ¡me tenían a mí!». Tan pronto como seamos conscientes de cualquier pensamiento malo, impuro, indecente o pecaminoso, ¡debemos rechazar inmediatamente y con fuerza ese pensamiento en nuestra voluntad e invocar la gracia de Dios y la ayuda de María purísima!

6. Cortado en la autopista: Reza y no maldigas

Todos nosotros hemos experimentado a través de los años de conducir en la autopista o en calles residenciales, gente que se nos atraviesa y nos corta el paso. Y si somos honestos, a veces nosotros hacemos lo mismo. Nuestra reacción inmediata es insultarlos. Sin embargo, el Señor Jesús preferiría que oráramos por ellos. Jesús dice que tenemos que amar a nuestros enemigos y rezar por los que nos persiguen. La próxima vez que algún conductor te corte el paso, reza un Ave María por él para que tenga un buen viaje ahora y llegue sano y salvo al Cielo más tarde. Qué difícil es eso: la carne retrocede, pero ¡qué agradable es a Dios cuando vencemos nuestra resistencia!

7.  Reza aunque no te apetezca

Por desgracia, muchas personas siguen más sus sentimientos que la fe y la razón. Los santos rezaban a menudo, incluso cuando no tenían ganas de hacerlo. Jesús experimentó una profunda desolación y tristeza en el Huerto de los Olivos, pero oró con mayor fervor. ¡Que Jesús sea nuestro sublime ejemplo, especialmente en la oración!

8. Leer un capítulo de la Biblia cada día, o cada noche antes de acostarse

La disciplina mental/espiritual de la lectura, especialmente de los mejores libros, puede ser un verdadero sacrificio para muchos. Comience con los Evangelios y lea un capítulo cada noche. Si lo haces, empezarás a conocer, amar y desear seguir a Jesús más de cerca en tu vida. Es imposible amar a alguien que no conocemos bien. Llegamos a conocer a Jesús leyendo y meditando la Biblia, la Palabra de Dios.

 9. Haz mejor tu tarea, tu trabajo diario

Dios nos asigna a todos una tarea o trabajo que debemos realizar cada día. Puede ser estudiar si somos estudiantes, o realizar el trabajo de ama de casa, de obrero en una fábrica u oficina, de profesor, enfermero o médico, etc. Si somos sinceros con nosotros mismos, ¡todos sabemos que podríamos mejorar nuestra ética laboral! Qué fácil es llegar tarde, tomar atajos y hacer el trabajo a medias.

Como dice el refrán: «Si vale la pena hacer un trabajo, entonces vale la pena hacerlo bien». San Pablo nos lo recuerda: «Tanto si coméis como si bebéis, hacedlo todo para honra y gloria de Dios». (1 Cor. 10:31)

10. Tomar el último lugar y la porción más pequeña

Debido al orgullo, la vanidad y la gula, naturalmente preferimos el lugar de honor. También, preferimos las mejores y más grandes porciones. ¿Por qué no adquirir el hábito de buscar el lugar más bajo y la porción más pequeña? Jesús nos recuerda la verdadera grandeza: «Dios derriba a los soberbios, pero enaltece a los humildes». (Lc. 1:52)

Conclusión

Hemos ofrecido una lista de diez formas concretas en las que podemos hacer pequeños sacrificios en nuestra vida cotidiana. Elige tal vez uno o dos al día y sé fiel a tu propuesta. No olvides nunca que el amor se manifiesta en la disposición a sufrir por la persona amada. Cuánto nos ama Jesús y sufrió por nosotros. ¡¡¡Qué estamos dispuestos a sacrificar y sufrir por Jesús, el Más Grande de todos los Amantes!!!

Deja una respuesta