La alegría y la felicidad de aceptar tu vida
Viernes 3 de febrero de 2023
No es raro que las personas caigan en un estado de angustia, o peor aún, de depresión, cuando viven más o menos de la experiencia de otras personas.
Cuando empezamos a comparar nuestra vida con la vida de los demás, caemos en uno de dos estados mentales afectivos (ambos destructivos):
1) Si sentimos que nos va mejor, entonces nos volvemos altivos y jactanciosos o
2) Si sentimos que nuestra suerte es peor, caemos en la ingratitud y los celos.
En cualquier caso, comenzamos a mirar a los demás con desprecio. Nos reímos cuando otros lloran y lloramos cuando otros ríen; maldecimos cuando otros triunfan y celebramos cuando otros caen.
¿Ves lo que está pasando? Nuestros estados afectivos internos dependen de lo que otros tienen y están experimentando externamente: sin darnos cuenta, nos convertimos en esclavos de los demás.
Y esto, lleva a la miseria: no hay persona más miserable, en su estado de ánimo, que la persona que codicia lo que no tiene. Toda su vida gira en torno a lo que otros tienen.
Entonces, si este eres tú, aquí está mi consejo:
- No mires hacia afuera, mira hacia adentro. ¿Por qué no estás contento contigo mismo? ¿Qué es lo que te hace sentir insatisfecho? La alegría y la felicidad no vienen de afuera, vienen de adentro. No serás finalmente «feliz» si tienes «esa persona», «ese coche», «esa casa», «ese salario», «ese estilo de vida» … todo eso es una ilusión del corazón: la satisfacción llega cuando encuentras la paz en el alma.
- No te fijes en lo que no tienes: mira lo que tienes. Hay una historia en la Biblia donde se nos dice que había un rey rico y poderoso que tenía muchas mujeres, pero no estaba satisfecho; sin embargo, bajo su servicio militar, había un fiel soldado, humilde y con poco, pero que amaba y estaba satisfecho con su única esposa. ¿Qué sucedió? El rey, que tenía mucho, deseó lo poco que tenía su fiel soldado. ¡Qué contradicción! Ese es el truco que te juega el corazón, tengas poco o tengas mucho, cuando empiezas a fijar tus ojos en lo que tienen los otros, nunca estarás satisfecho.
- Todos los días, hazte el propósito de orar por estas tres cosas:
i) Dar gracias por lo que tienes. ii) En ese espíritu de agradecimiento, expresa tus peticiones y deseos. iii) Ora por tus enemigos y por la gente que envidias.
Pero, ¡¡¿Por Qué?!!
Simple: es difícil odiar a las personas por las que ruegas; y dos, será casi imposible ser miserable cuando estés contento con la suerte que Dios te da.