¿Homofobia? No es un tema de fobias, sino de pecado
Por Juan Gómez Sauceda
Resulta sorprendente como en el mes llamado del orgullo gay nadie de la iglesia abre la boca sobre el tema dejando a los fieles a merced de la apisonadora mediática que por tierra mar y aire nos ha dicho que si no aceptamos esto somos homófobos, es decir tenemos fobia, odio, a alguien por el hecho de ser homosexual.
Lo primero, como hace poco se apunto en esta misma web, es que nadie es homosexual, sino que hay personas que practican y aceptan ese pecado en su vida, como hay otros que aceptan otros. Ahora se han formado colectivos del pecado de la sodomía, lo cual ya en sí es degradante. La situación es tanto más grave por cuanto se está intentando imponer a la sociedad que ese pecado es algo a exaltar a promover como parte de los valores humanos, por eso se lo enseñan a los niños en los colegios y televisiones… y nadie dice nada en la Iglesia.
A quien no lo acepta se le pone enseguida la etiqueta de homófobo. Y no, no es una cuestión de fobias, no es una cuestión de igualdad, no es una cuestión de orgullo. Es una cuestión de moral católica y ofensa a Dios. Desde el punto de vista de la moral católica los actos homosexuales de cualquier tipo, y su mero consentimiento, son actos desordenados intrínsecamente y que van contra el orden natural establecido por Dios.
No odiamos a nadie por ser nada, no tenemos fobia a ninguna persona, pero rechazamos el pecado y la exaltación pública del mismo. Odiamos el pecado y amamos al pecador, por eso nos duele cuando se pretende exaltar el pecado como normal bajo bonitas palabras de igualdad y tolerancia. Es una cuestión de valores, y es más, no sólo no los odiamos sino que rezamos por ellos. Y como nadie quiere decir esto, vemos que incluso los que luchan contra esto sus argumentos quedan siempre incompletos porque no quieren abordar el eje central de la cuestión, que no es una cuestión de igualdad, sino de exaltación del pecado y ofensa a Dios. En el fondo, lo que están gritando es que quieren pecar y que todos le digamos que está bien hacerlo. No hay más.
Pero siempre recordemos lo que dice el Nuevo Testamento:
“¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios (1 Corintios 6, 9-10).