LA IGLESIA CATÓLICA ESTÁ ROTA DESDE EL 5 DE JUNIO DE 2017
El 5 de junio de 2017, el Cardenal Parolin, como Secretario de Estado y por indicación del que funge como Obispo de Roma, publicó un rescripto en Acta Apostolicae Sedis (AAS 10 (2016), 1074) por el que declaraba a la Iglesia Católica rota.
Los antecedentes son los siguientes:
- Los «Sínodos de la Familia» de 2014 y 2015 fueron una ocasión para lanzar argumentos sentimentaloides, que no doctrinales ni pastorales, para posibilitar un cambio en la doctrina católica sobre la familia, aceptando «nuevas formas de familia». Para ello, no se permitió participar de ese sínodo a ciertos Obispos, como el Cardenal Zen, de Hong Kong, y sí se invitó a otros, cuya doctrina y eclesialidad son muy cuestionables. Fue, además, el primer sínodo no transparente, puesto que las deliberaciones fueron a puerta cerrada y cada día el encargado hacía su resumen para la opinión pública… Cuando un Obispo polaco quiso «retransmitir» abiertamente lo que se contaba en el sínodo, fue obligado a parar de hacerlo (ya se sabe, la nueva «sinodalidad»). El encuentro mundial de las familias en Dublín de agosto de 2018 continuó en esa línea, llevando Roma como orador estrella al jesuita James Martin, para insultar a las familias católicas como cerradas y exhortarlas a abrirse a nuevos modelos de familia. En la presentación del encuentro mundial de las familias de Roma, a decorrer en pocos días, ya no se está hablando de «familia», sino de «familia Amoris Laetitia».
- La exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia parece un refrito de textos, en muchos de los cuales se puede encontrar la autoría del entonces profesor de teología y luego rector por el nombramiento de su Obispo en Buenos Aires (Mons. Bergoglio), Tucho Fernández (el de «El arte de besar», y que estuvo en 2015 en el comité que redactó las conclusiones del Sínodo de la Familia). Pero, a pesar de tarea tan ardua y farragosa, para algo está Doctrina de la Fe. Como todos los documentos importantes, pasó una concienzuda revisión por parte de Doctrina de la Fe antes de su publicación. Se dice que fueron decenas y decenas las correcciones propuestas, pero que no se hizo caso y se publicó tal cual. Sea como fuere, el Cardenal Müller, prefecto en ese momento, fue llamado por Bergoglio el 4 de julio de 2017 a una conversación en la que le anunció que cesaba en su cargo inmediatamente, «jubilándolo anticipadamente» 6 años antes de cumplir los 75 años de edad.
- En la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, publicada el 19 de marzo de 2016, entre otras afirmaciones contrarias a la doctrina de la Iglesia, al hablar de los divorciados o separados en una nueva unión (y por tanto en una situación objetiva de adulterio fuera de su matrimonio canónico válido) se afirma que la moral y la disciplina de los sacramentos se pueden adaptar en función de situaciones o circunstancias: «Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos», las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas», y explica en nota a pie (336) que «Tampoco en lo referente a la disciplina sacramental, puesto que el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay culpa grave». Y poco después se afirma la posibilidad de vivir en gracia de Dios en una situación objetiva de pecado: «A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia», explicando en nota a pie (355) que «En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor»: Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 44: AAS105 (2013), 1038. Igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (ibíd, 47: 1039)».
- Esto provocó muy diversas y contradictorias interpretaciones y prácticas, y una extrema confusión en los fieles, llevando a muchos a un enorme sufrimiento (he podido escuchar directamente los desgarradores lamentos de no pocos fieles):
- Hubo Obispos y diócesis e incluso conferencias episcopales que asumieron que la interpretación correcta era que «se puede» dar la comunión eucarística a personas en situación objetiva de pecado mortal por adulterio, sin voluntad de su parte de conversión, ni reconciliados con Dios ni con la Iglesia.
- Hubo Obispos y diócesis que quisieron «interpretar» ese texto «en continuidad» con el Magisterio de siempre, y en consecuencia no admitir a personas en esa situación a la comunión.
- Y hubo quienes además de no poder admitir a la comunión a personas en esa condición, lanzaban dudas serias sobre el texto, exigiendo su clarificación o su retirada. Son conocidos los cardenales de las «dubia»: Algunos cardenales presentaron unas preguntas sobre el texto, para ser respondidas por Bergoglio, quien no quiso responderlas ni recibirles. Estos cardenales (¿o algunos de ellos?) determinaron finalmente, por el bien de la Iglesia y ante la división y el caos que se había instalado a resultas de la aplicación de ese documento, casi tres meses después, hacer públicas sus dubia (5 preguntas), con su firma, la carta presentada a la Santa Sede el 19 de setiembre de 2016. Mientras, seguían pidiendo ser recibidos en Roma. Nadie los recibió ni les respondió. Dos de ellos murieron pocos meses después, en el verano de 2017. Bergoglio dijo a la agencia Reuters que se había enterado de las dubia presentadas por cuatro cardenales sobre el Capítulo 8 de su exhortación Amoris Laetitia «por la prensa», pese a que la carta privada le fue entregada a él casi tres meses antes de hacerse pública, con copia al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces el Cardenal Gerhard Müller, a quien Francisco instruyó para que no respondiera.
- Menos de un mes después de la publicación de Amoris Laetitia, el 16 de abril de 2016, regresando de la isla de Lesbos, Bergoglio es preguntado por un periodista durante la rueda de prensa en el avión: «algunos sostienen que no ha cambiado nada para que los divorciados que se han vuelto a casar accedan a los sacramentos; otros sostienen que ha cambiado mucho y que hay muchas nuevas aperturas. ¿Hay nuevas posibilidades concretas o no?«. Bergoglio respondió: «Io posso dire si» (Yo puedo decir sí), lo que se puede escuchar clarísimamente en el vídeo de la entrevista. Sin embargo, y aunque otros medios lo transcribieron tal como fue dicho, fue transcrito en la página oficial del Vaticano con el siguiente texto: «Io potrei dire si» (Yo podría decir sí), falsificando -para «suavizar»- lo dicho.
- En medio de la confusión creciente, Bergoglio se permitía hacer chistes y trazar una estrategia de «perfil bajo», esperando recoger con paciencia los frutos sembrados. Según Mons. Bruno Forte (secretario especial del Sínodo de la Familia), Bergoglio le dijo el 2 de mayo de 2016 lo siguiente, que Mons. Bruno Forte reveló en una charla sobre Amoris Laetitia en el teatro Rossetti de Vasto (Italia): «Si hablamos ex-Mons. Bruno Forte con el Card. Bergoglioplícitamente de la comunión para los divorciados y vueltos a casar, no sabes qué terrible lío nos organizan. Así que no hablaremos claramente». Pero también se permitió seguir haciendo declaraciones como las siguientes, en respuesta a preguntas de los fieles de Roma sobre Amoris Laetitia en la basílica de San Juan de Letrán el 17 de julio de 2016: «Las cohabitaciones son matrimonios verdaderos y tienen la gracia de los matrimonios verdaderos», y «la mayoría de los matrimonios católicos no son válidos».
- Entre las numerosas declaraciones «episcopales» de adhesión a la nueva doctrina, los Obispos de la región de Buenos Aires el 5 de setiembre de 2016 firmaron un documento que ofrece «Criterios básicos para la aplicación del capítulo VIII de Amoris Laetitia», vamos, que se establece que empezarán a practicarlo (bajo una verborrea de expresiones como «discernimiento», «discernimiento dinámico», «gradualidad», «casos más difíciles», «limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad», «daño a los hijos de la nueva unión» -¡por no practicar el adulterio!-, etc.). No sabemos qué aplicación se haya hecho de forma discreta, pero el Obispo de Reconquista organizó el 11 de junio de 2017 una Misa donde convocaron con bombo y platillo a unas 30 parejas «re-casadas» para darles la comunión, escenificando públicamente la «innovación». Supuestamente, este acto sería la culminación de 6 meses de «acompañamiento» y «discernimiento», pero no se dice qué tipo de acompañamiento y discernimiento. Desde luego, no católico.
- La carta de los Obispos de Buenos Aires mereció de Bergoglio una respuesta inmediata (el mismo día 5 de setiembre de 2016). En su respuesta afirma que «el escrito es muy bueno y explicita cabalmente el sentido del capítulo VIII de Amoris laetitia. No hay otras interpretaciones».
- Con posterioridad, el 7 de octubre de 2016, ambas cartas, la de los Obispos de Buenos Aires, y la de Bergoglio, fueron incluidas en el boletín oficial del Vaticano: las Acta Apostolicae Sedis.
- Finalmente, el 5 de junio de 2017, el Cardenal Parolin, Secretario de Estado, incluyó un rescripto junto a las dos cartas en las AAS con la indicación de parte de Bergoglio de que lo antedicho pasaba a ser «Magisterio auténtico», no dejando ya lugar a dudas o interpretaciones, en cuanto a la voluntad de Bergoglio y en cuanto a su transgresión.
Aquí estamos ante una declaración «magisterial» que rompe no sólo con el Magisterio anterior, sino con la Revelación, es decir con la Tradición y con la Sagrada Escritura, rompe con la voluntad de Cristo, quiebra a su Cuerpo místico, la Iglesia, se carga varios sacramentos, como el Matrimonio, la Eucaristía, y la Penitencia, e incluso afecta al ministerio de los sacerdotes y Obispos, ministros de la reconciliación, y en general de los ministros sagrados, custodios de la Santísima Eucaristía y de la sagrada comunión.
No se trata ya de una exhortación apostólica apabullantemente extensa cuyo contenido puede tener distintos grados de formalidad y de fuerza magisterial, o no ser vinculante. No se trata ya de unas declaraciones en respuesta a una pregunta de un periodista en un avión, que nunca se pueden considerar magisteriales (pero que se usan a conciencia para lanzar eslóganes destructivos cual bombas nucleares dejadas caer estratégicamente durante esos vuelos). No se trata ya de una respuesta a una carta de unos Obispos como los de la región de Buenos Aires, que aunque llevase la firma «papal», no pasaba de ser una misiva particular. ¡Pase! Aceptamos pulpo como animal de compañía… Pero ahora ya no pasa. Ahora se ha cruzado una línea roja rojísima, inviolable, inquebrantable, cuya violación significa partir la Iglesia formalmente y crear una falsa iglesia, no católica, bajo Bergoglio.
San Pablo nos dice de Cristo que «si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo» (2 Tm 2,13). Y también que «si le negamos, también él nos negará» (2 Tm 2,12). Igual que Cristo no puede negarse a sí mismo, la Iglesia no puede negarse a sí misma, sólo puede apostatar y dejar de ser Iglesia. Pero siempre habrá un resto fiel.
No hace falta esperar a que del sínodo de la sinodalidad o del camino sinodal alemán salgan afirmaciones tendentes a admitir el sacerdocio femenino, o la intercomunión general con cualquier ser vivo o no vivo, o la aceptación de las uniones homosexuales, con ritual aprobado para su bendición. No hace falta esperar. Hace cinco años ya se llegó a un punto de no retorno.
No se trata de algo «interpretable», susceptible de cierta «hermenéutica», o de «integración». No hay manera. Ni la hubo ni la habrá. No es cuestión de tiempo, es cuestión de fidelidad a la Verdad, que es Cristo.
Uno esperaría que ante la gravedad de los hechos, unos pocos días después del 5 de junio de 2017, un grupo de cardenales de los que dicen creer que Francisco es Papa hubiese lanzado una declaración de sede impedida, explicando lo que es obvio a todas luces, que este señor no puede ser Papa, está impedido para ello. Como si un Papa se vuelve loco y se cree Napoleón, está impedido para ser Papa, pacíficamente se declara sede impedida y se reúne un cónclave para elegir a otro. Eso está contemplado en el derecho de la Iglesia. Éste no se cree Napoleón, sino que sabe que es un siervo del diablo y ejerce de ello, lo que es mucho peor. Y además, lo demuestra. No son interpretaciones. Es un documento oficial suyo en que arrogándose una autoridad que ha usurpado ha pervertido profundamente el Magisterio de la Iglesia con implicaciones gravísimas. La Iglesia está rota.
Pero no han pasado unos pocos días, ya pasan 5 años y todavía no hay declaración de sede impedida. ¿Cuántas líneas rojas es necesario que sean traspasadas? Traspasada una, sin consecuencias para el transgresor ni restablecimiento del orden en la Santa Iglesia, ya se pueden traspasar todas con total tranquilidad. La Iglesia ya está partida, el derecho canónico es papel mojado, y la Iglesia no puede defenderse. Está a merced de los lobos, que han tomado el control del redil.
Claro, declarar sede impedida a Francisco caería en el error de reconocer que es Papa, cosa que no es. No lo ha sido nunca. La sede impedida la declaró Benedicto XVI con su declaratio de febrero de 2013. Sede impedida por las presiones que sufre el verdadero Papa que hacen casi imposible ejercer el ministerio de gobierno de la Iglesia, ejercicio del ministerio al que renunció, sin renunciar a ser Papa, de lo que ha dado continuas señales, como Andrea Cionci ha explicado con abundancia de datos en su investigación y reciente libro «Código Ratzinger«.
Ya sabemos que en Alemania hay Obispos que están yendo más lejos, no sólo están dando la Sagrada Comunión a personas en pecado mortal sin arrepentirse ni confesarse válidamente, personas de las que es de conocimiento público su situación, de la que hacen ostentación. No sólo, no. Además, también están dando la comunión a personas sin fe católica, como protestantes, y a personas no sólo sin fe católica, sino a no bautizados, como a musulmanes (personas reconocibles públicamente, como políticos famosos). La amplia gama de sacrilegios que se producen hoy parecen el resultado de la calenturienta imaginación de un tropel de demonios congregados para un concurso de «a ver quién consigue un sacrilegio más novedoso y mayor».
La Iglesia está rota. ¿Y qué hace Roma? Expulsar Obispos y cerrar seminarios. A los buenos, claro: se cierra el mejor seminario de Argentina, o recientemente se prohíben las ordenaciones de uno de los mejores de Francia. No sea que salgan sacerdotes que defiendan a la Iglesia católica, claro.
La Iglesia está partida por una falsa iglesia instalada en Roma, cuya cabeza es Bergoglio. La Iglesia Católica en este momento está siendo «expulsada de las sinagogas» (cf. Jn 16,2). ¿Estamos preparados para esta travesía?, ¿o vamos a aceptar nosotros también saltarnos las líneas rojas, negar a Cristo, y así colocarnos fuera de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, la Iglesia de Cristo, y por tanto, fuera de la salvación?