La UNAM frente al puño presidencialista
En los últimos días, las declaraciones del presidente de la República contra la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) son sorprendentes e inquietantes.
Fue el 21 de octubre cuando López Obrador dijo que la Máxima Casa de Estudios perdió su vocación decantando por la “derechización” renunciando a la crítica del neoliberalismo.
La mejor defensa que tomó el presidente fue el #YoSoy 132 de la Ibero en contra del entonces candidato Enrique Peña Nieto el cual, según López Obrador, fue un movimiento de jóvenes que protestó en ese momento crucial de la campaña: “¿Dónde estaba la UNAM?” espetó el presidente.
De inmediato, las voces se alzaron para manifestar la profunda decepción a las palabras del presidente de la República el cual, como en muchas cosas, ha tenido más bien la típica actitud de tener la razón absoluta antes que pretender puentes para el diálogo.
Por el contrario, la indignación de la comunidad universitaria parece provocar más esta cerrazón para acusar sin fundamento a personalidades de la Máxima Casa de estudios con la típica monserga presidencial de la pertenencia a grupos y mafias del poder.
“Necesita reformarse” afirmó en una simplista intervención en contra de la autonomía universitaria.
No es la primera vez que López Obrador tiene estos amagos hacia las instituciones de educación superior.
Apenas pronunciado el juramento a la presidencia en 2018, enfrentó duros cuestionamiento y críticas en torno a un drástico recorte del presupuesto 2019 de entre 4 y 5 mil millones de pesos a las universidades públicas.
Pronto, el mandatario reculó yéndose por lo más fácil, admitir “un error” que debería corregirse y evitar la tijera a esas instituciones.
La centenaria institución no necesita de palabras ni de juegos de retórica útiles al encono y el enrarecimiento de la vida democrática.
López Obrador sabe que la UNAM es la más grande de Latinoamérica, Casa de estudios que ha formado a millones ahora sosteniendo la vida política, social y económica del país. En su seno, se han construido las ideas más relevantes que han conformado el rostro cultural de México.
Una pléyade de pensadores ha caminado en sus pasillos y fue germen de la resistencia estudiantil no sólo en 1968, también de otras huelgas y movimientos desestabilizadores de la marcha del poder cuestionado igualmente desde las facultades universitarias con diagnósticos, propuestas y posicionamientos sobre la política económica, contrarios al modelo neoliberal.
¿Por qué López Obrador se lanzó contra una de las más grandes instituciones públicas del país? La respuesta podría tener muchas aristas, pero quizá la más importante es que la UNAM no le ha servido como patiño aplaudidor de una administración sumamente criticada quizá al grado mismo del neoliberalismo.
López Obrador ha encajonado en su delirio quimérico de transformación a otras instituciones de las que se ha valido para hacerlas máquinas programadas para reproducir su propaganda favorable a la así autollamada cuarta transformación y ahora, al apuntar contra la UNAM, muestra el desdén por esa Casa de Estudios que no le ha hecho el caldo gordo.
En 1920, el rector José Vasconcelos concibió el lema de la Universidad bajo el principio de la vocación humanista, y “la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima…” decía el “Maestro de América” quien ahondó en la perenne sentencia, Por mi raza hablará el espíritu, pretendía el significado de “que despertábamos de una larga noche de opresión”.
Y como en otras noches, la UNAM sabrá salir de las actuales tinieblas en donde se alza el puño presidencialista que le amaga.