Julián Zacarías, mucho ruido y pocas nueces…
Se sabe que la labor de un gobernante es procurar lo mejor para su comunidad. Pará eso es que se realizan las elecciones: para que los ciudadanos elijan a las mejores personas, que procuren las mejores condiciones de vida para los demás. Desafortunadamente esto no siempre sucede.
Con el acceso al poder, por desgracia, muchos gobernantes olvidan sus obligaciones y razón de ser y se dedican a buscar únicamente beneficios para ellos y sus allegados. Y se pervierte y vicia la naturaleza de su quehacer.
Tal es lo que sucede con Julián Zacarías Kuri, flamante alcalde reelecto de Progreso, que a pesar de haber protagonizado un primer período, marcado por los escándalos, derivados de la manera poco prudente y menos amable de catalogar a sus gobernados, logrado el propósito de repetir en el poder, en vez de buscar mejorar las condiciones de vida de los habitantes de su municipio, se dedica a dilapidar los escasos recursos de la hacienda pública, en promover su imagen, en pos de lograr su siguiente objetivo político, que se dice es la gubernatura, aunque lo más realista y probable, es conseguir una diputación federal.
Decimos lo anterior, porque la realidad es que no le alcanza para más: Julián intenta promoverse como titular de un gobierno de logros, cuando las circunstancias muestran lo contrario.
Intenta difundir que encabeza un gobierno que hace énfasis en la seguridad, cuando los hechos señalan lo contrario y utiliza a su jefe de policía y las fuerzas de seguridad para extorsionar a los ciudadanos y amedrentar a sus adversarios, en vez de garantizar la seguridad de los progreseños. Un pequeño botón de muestra son los constantes hechos de sangre que acontecen en el municipio, que contradicen la prédica oficial que presenta el puerto como un remanso de tranquilidad. Los pleitos, apuñalados y frecuentes accidentes con víctimas y lesionados así lo indican.
Julián busca desesperadamente realzar su imagen y por eso, difunde falacias pretendiendo tener un gobierno eficiente: habla de separar la basura y de sacar a tiempo la basura, cuando se sabe que la recolección de desperdicios es uno de los defectos de su administración, que se hace mal, a destiempo y con recursos materiales y humanos insuficientes. Las imágenes de calles y playas llenas de basura, así lo aseguran.
Pero eso sí, el alcalde bien que se fotografía ante altares de Hanal Pixán, pretendiendo ser un mandatario que se preocupa por promover la cultura y las tradiciones, cuando lo único que se busca es que se crea que está trabajando.
Y lo peor, es que de las arcas municipales toma ingentes cantidades de recursos para engañar a la gente y pagar toda clase de publicaciones y medios de comunicación, a efecto de difundir que es muy popular y un alcalde bien catalogado, como resulta la vacilada (no es posible llamarla de otra forma) que lo pone como el alcalde mejor evaluado de nuestra entidad, superando a otros ediles como los de Mérida y Tekax, cuya buena labor es de todos conocida en Yucatán.
Julián debería de ponerse a trabajar en lugar de desperdiciar los escasos y cada vez más reducidos ingresos municipales, en vez de pensar en su futuro político. Debiera mejorar los sueldos y prestaciones de los empleados municipales, pero no de los directivos, sino de los que realmente trabajan a favor de la comunidad de manera cotidiana. Debiera adquirir parque vehicular y equipo, que mucha falta hacen en las diferentes dependencias.
En tanto esto no suceda y las condiciones prevalecientes al día de hoy no se modifiquen, podemos asegurar que el gobierno de Julián Zacarías Kuri es pura escenografía, nada es real. Podríamos definirlo en pocas palabras, como un gobierno de mucho ruido, pocas nueces y cero resultados.
Seguimos pendientes…