El jefe de la policía de Progreso, de la misma calaña que el alcalde
Entre los políticos aplica la ley de la manada. Es decir, que se agrupan entre iguales. Los equipos se integran con gente de similares características. No podría ser de otro modo. De no ser de tal suerte, no podría haber coordinación e identificación y no se podría trabajar.
Claro, esto aplica en lo teórico y es por supuesto, lo ideal cuando se quiere trabajar por el bienestar de la gente, pero cuando se busca únicamente el beneficio personal, las cosas son muy distintas en los resultados para la ciudadanía.
Pero al menos en lo que concierne a reunir personajes con talantes semejantes, la cosa no varía, si bien lo que no cambia es la identidad de caracteres o temperamentos, aunque estos no se reflejen en el bienestar general.
Tal es el caso del sufrido municipio y puerto de Progreso de Castro, donde han confluido dos individuos de caracteres semejantes: Julián Zacarías Kuri y Emilio Raúl Caamal Gutiérrez, dos verdaderas joyas, dos individuos igual de ambiciosos, soberbios, prepotentes, autoritarios y con propensión a incurrir en asuntos de dudosa legalidad.
Así como a Julián Zacarías se le ha cuestionado por sus prácticas gubernamentales y por el origen poco claro de su patrimonio, podemos decir algo semejante de su jefe de la policía, que no canta mal las rancheras tampoco.
Es preciso señalar que Caamal Gutiérrez es un individuo de tan notoria mala conducta, que está es imposible de disimular. A grado tal, que incluso para poder protegerlo, Zacarías Kuri se ha visto obligado a hacer la finta, suspendiéndolo en el ejercicio de su cargo, sólo para exonerarlo y ratificarlo poco después y permitirle seguir realizando su labor.
Porque es indudable que la labor que realiza Caamal Gutiérrez reporta beneficios para Zacarías Kuri y no nos referimos exactamente a lo que concierne a la seguridad pública, sino a partir los frutos y ganancias de la actividad ilegal, fruto del abuso del poder y la extorsión, que es claro que Caamal Gutiérrez no podría realizar sin la bendición, el amparo y el cobijo del alcalde.
Reiteramos, la actividad del jefe policial, excede todos los límites, a grado tal, que su jefe en el organigrama, se ha visto en la necesidad de separarlo de su cargo, para investigar aparentemente y tener argumentos para exonerarlo, a los ojos de la comunidad, cuando en la realidad todo es simulación pura.
Emilio Raúl Caamal Gutiérrez ha sido acusado de múltiples ilegalidades que van desde detenciones arbitrarias, vejámenes y malos tratos para los detenidos, de robo de vehículo y de tentativa (motivo para la separación de su cargo y del que fue exonerado por el alcalde), de lucrar con el cobro de multas y liberación de vehículos, de cobros ilegales y extorsión a comerciantes, de lucrar con la venta clandestina de alcohol y estupefacientes, pidiendo dinero a cambio de fingir demencia y de acumular un patrimonio discordante con sus ingresos.
Es famoso por ser un don Juan consumado y por tener complejo de galán de telenovelas. No obstante decir que muchas acusaciones no han podido ser plenamente comprobadas, si es real decir que son de todos conocidos algunos de los escándalos que ha protagonizado como abandonar a su cónyuge, a la que se sabe entrega una miseria por concepto de manutención para los hijos que procreó, toda vez que mantiene una relación de amasiato con una fémina mucho más joven que él.
De igual forma, se sabe que posee propiedades que con su sueldo en la corporación no podría poseer y que es aficionado a los vehículos lujosos y que los que posee, tampoco pudiera adquirirlos con la remuneración que recibe.
Pero lo peor, es que día con día aumenta el número de personas que con su testimonio acusan al jefe de la policía municipal de haberlos maltratado y torturado por cuestiones de animadversión personal, situación francamente preocupante para la seguridad pública de la comunidad.
No es de esperar que las circunstancias cambien a corto plazo en Progreso, a menos que Caamal Gutiérrez cometa un desaguisado de tal magnitud, que se vuelva un escándalo y Zacarías Kuri se vea en la necesidad de decidir entre salvar su pellejo o cortar la cabeza de uno de sus principales operadores y responsable de sus ingresos.
Entre tanto, no queda más a los progreseños que hacer como si no pasa nada y resignarse a vivir en una ciudad sin ley, tal cual pasaba en el viejo oeste norteamericano, esperando que la ciudadanía abra los ojos y se decida a liberarse de las cadenas que la sojuzgan en la actualidad.
Seguimos pendientes…