Nada bueno espera a Progreso en los próximos tres años
Contra todo buen sentido, dados los dislates y excesos que caracterizaron sus declaraciones y su evidente despotismo y falta de transparencia en su quehacer público, Julián Zacarías fue reelecto como alcalde de Progreso.
El sentido común sugería que el pueblo progreseño reaccionara a los epítetos y descalificaciones de su primer edil, que hasta el cansancio los denominó mediocres y muertos de hambre, entre otras lindezas.
Era lógico que la gente se rebelase ante la pésima gestión en la administración pública, visible en los caprichos y ocurrencias al gobernar, en la pésima calidad de los servicios públicos, en las deplorables condiciones de la infraestructura y el equipamiento urbanos y sobre todo, en el proceder autoritario y caciquil del presidente municipal, que se siente señor de horca y cuchillo, dueño de vidas y haciendas.
Pero lo peor para los habitantes de la localidad es el clima de inseguridad y zozobra generado por una policía municipal abusiva y extorsionadora, que en vez de procurar el cumplimiento de la ley, se empeña en transgredirla, con la complacencia del alcalde, que ha encontrado en el titular de la corporación, un cómplice, en vez de un colaborador.
Es risible percatarse del modo en que Julián Zacarías, aprovechando la efervescencia electoral, se aprovechó de la codicia y las ambiciones de muchos, jugando con las aspiraciones de todos y cumpliendo con muy pocos.
Es por eso que es posible advertir que en Progreso, los que eran regidores, hoy son directores y muchos de los que eran directores, hoy forman parte del Cabildo, cancelando con esto el piso parejo para los panistas progreseños, que no tienen oportunidad alguna de figurar, a menos que se sometan a los designios de Julián y llenando de oprobio la supuesta democracia y pluralidad política que debe caracterizar el proceder público de una autoridad.
Nada bueno para Progreso se avizora para los próximos tres años, salvo un alcalde que seguirá lucrando con su cargo, a su antojo y conveniencia, para favorecer a sus allegados y seguirá cometiendo arbitrariedades y excesos, sin que nadie atine a ponerle un alto y ni siquiera alce la voz para denunciar, merced a mantener una prensa amordazada a base de dádivas y prebendas.
Hacemos votos porque los representantes de los partidos de oposición en el cabildo sepan estar a la altura de su responsabilidad histórica y social y continuaremos denunciando y dando a conocer todos los trinquetes, cochupos e irregularidades de un personaje, al que el cultivo ha enloquecido a grado tal, que ha manifestado el despropósito de pretender aspirar a la gubernatura.
Esperamos que los progreseños se organicen para poner fin a todas estas calamidades y poner rumbo a mejores expectativas y condiciones de vida para la colectividad.
Reiteramos nuestro compromiso con las mejores causas de la comunidad porteña y nuestro estado, porque la dignidad no se negocia, ni se vende.
Seguimos pendientes…
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