George Soros y Alexander Duguin: ¿dos caras de una misma moneda?
¿En qué sentido se puede considerar a George Soros y a Alexander Duguin como dos caras de una misma moneda?
En 1045 el epistemólogo austríaco Karl Popper (1902-1994) publicó una contundente obra en dos volúmenes titulada La sociedad abierta y sus enemigos (Paidós, Barcelona 2010). Según Popper, las ideologías totalitarias como el comunismo y el nazismo tienen un elemento común: pretenden estar en posesión de la verdad absoluta. El filósofo austriaco contrapone a las sociedades totalitarias un modelo de organización social democrática al que llama sociedad abierta, ya que se opone a toda frontera cultural y moral. Popper escribió esta obra en Nueva Zelanda, donde se había exiliado tras la llegada del marxismo a causa de su origen judío. Más tarde el filósofo se trasladó a Inglaterra, donde enseñó en la prestigiosa institución London School of Economics y se hizo ciudadano británico.
En 1947 George Soros, que había nacido en Budapest en 1930 en el seno de una familia burguesa judía, abandonó Hungría para instalarse en Londres, y dos años más tarde comenzó a estudiar en la London School of Economics. Fue allí donde, según ha contado en numerosas ocasiones, las tesis sobre la sociedad abierta de su maestro el profesor Karl Popper lo marcaron de por vida. En 1956 pasó a EE.UU., donde se casó y se nacionalizó. A comienzos de los años setenta fundó el Soros Fund Management, y posteriormente el Quantum Fund, que permitían a los inversionistas apostar en bolsa con monedas y tasas de interés de todo el mundo. Los fondos de inversión de Soros tuvieron un éxito increíble, y en 1985 alcanzaron los mil millones de dólares. Gracias al fondo Quantum, en 1992 Soros lanzó ataques especulativos contra la libra y la lira, con lo que desestabilizó los mercados internacionales. En 2015 figuró en la revista Forbes en el decimonoveno lugar en la lista de las personas más ricas del mundo, con un patrimonio calculado en más de 25.000 millones de dólares.
Soros, que ya ha superado los noventa años, no es sólo un especulador internacional sin escrúpulos, sino que además ha invertido parte de su patrimonio en la construcción de la sociedad abierta. Para llevar a cabo este proyecto creó una red de organizaciones llamada Open Society Foundation, mediante la cual financia por todo el mundo partidos de izquierda, la inmigración masiva, la legalización de la droga, el aborto, la eutanasia y la propaganda de la ecología radical y la ideología de género. Pierre-Antoine Plaquevent califica las actividades de Soros de obra de ingeniería social destinada a transformar a fondo la sociedad contemporánea; es una especie de «cuerpo místico mundialista» que aspira a extenderse por todo el planeta (Soros e la società aperta. Metapolitica del globalismo, Passaggio al Bosco 2020, p. 138).
Ahora bien, la utopía de la sociedad abierta de George Soros ha sufrido un duro golpe a raíz de la pandemia del coronavirus. Entre los autores que han entendido cómo la pandemia la señalado la crisis del mundialismo se distingue el politólogo ruso Alexander Duguin, que actualmente se presenta como una suerte de profeta de las sociedades cerradas en oposición al profeta de la sociedad abierta, que es George Soros.
En su análisis del orden postglobal, Duguin afirma que la pandemia ha conocido «el desmoronamiento definitivo, rápido e irrevocable de la mundialización», porque «ha destruido todos sus principales axiomas: la fronteras abiertas, la solidaridad social, la eficacia de las instituciones económicas existentes y la competencia de las élites que gobiernan. La mundialización ha fracasado en el ámbito ideológico (liberalismo), el económico (redes globales) y el político (dirigencia de las élites occidentales). La sociedad abierta se convertirá en una sociedad cerrada, y la soberanía alcanzará el puesto más alto en el elenco de valores; será un valor absoluto»
Alexander Guélievich Duguin nació en Moscú en 1962. Su padre era oficial de los servicios secretos soviéticos. En los años ochenta, al igual que otros retoños de la nomenklatura comunista, se adhirió al círculo Juzhinski, congregado a Yuri Mamleev (1931-2015) en un apartamento ubicado en la calle Juzhinski, en el centro de la capital moscovita. Allí recibió influencias del ocultista Yevgeni Golovin (1938-2010), el cual le dio a conocer a autores gnósticos occidentales como René Guénon (1886-1951) y Julius Evola (1898-1974). Golovin y Duguin solían emborracharse y enaltecer el nazismo (James D. Heiser, The American Empire Should Be Destroyed, Repristination Press, 2014, pp. 40-41) y «Se encontró en un ambiente en el que Satanás, las sesiones espiritistas, los tableros de ouija, la droga, el sexo, el alcohol, los juegos de rol y el fascismo se revolvían en una vertiginosa mezcolanza (Gary Lachman, La stella nera, Edizioni Tlon, 2019, p. 248).
Después de la caída de la URSS, Duguin colaboró con Genadi Ziuganov en el programa político del Partido Comunista de la Federación Rusa, y en 1993 fundó el Partido Nacional Bolchevique con Eduard Limonov (1943-2020), que a su homosexualidad agregaba una admiración igual de bipolar por el comunismo y el nacionalsocialismo. Fue Duguin quien diseñó la bandera del movimiento: un martillo y una hoz negros enmarcados en un círculo blanco sobre fondo rojo. A lo largo de su evolución intelectual, el politólogo ruso recibió ulteriores influencias, desde Lev Nikolaevich Gumilov (1912-1992), del cual tomó el concepto de eurasismo, hasta Alain de Benoist, fundador de la nueva derecha neopagana. De todos modos, su principal punto de referencia sigue siendo Evola, que fue para Duguin lo que Popper para Soros: un maestro incontestable. «Es más, fue el arquetipo que vivió en su destino personal la suerte de la Tradición en las tinieblas escatológicas. Su legado es más que valioso (…) Dio testimonio de la calidad de la realidad actual y mostró heroicamente la orientación que lleva al más allá. Su mensaje es necesario para Europa».
La teoría del sujeto radical de Duguin sigue los pasos de la del hombre diferenciado de Evola. Un hombre que, según una antigua fórmula china, cabalga a lomos del tigre y se autodiviniza con la experiencia nihilista. Tanto para Duguin como para Evola, únicamente en la anarquía «se despejan poco a poco las tinieblas abismales y brota de la necesidad la terrible flor del individuo absoluto» (J. Evola, Teoria dell’individuo assoluto, Bocca, 1927, pp. 302-304).
La Cuarta teoría políitica (Ediciones Nueva República, Barcelona 2013) es la obra principal de Duguin. Afirma en ella que hay que repudiar con igual fuerza tanto el anticomunismo como el antifascismo (cf. P.293). A Soros, que quiere transformar el mundo en una sociedad abierta, Duguin contrapone una alianza postmoderna de los enemigos de la sociedad abierta: comunistas, fascistas y tradicionalistas. Tanto el magnate norteamericano como el politólogo ruso sueñan con un imperio: el de Soros se fundamenta en las democracias occidentales, y el de Duguin en las hordas mongólicas de las estepas bajo el patrocinio de Rusia y de China. Para ambos, el camino para llevar a cabo este proyecto pasa por el caos planetario.
Nos explica Pierre-Antoine Plaquevent que Soros, después de introducir en las finanzas el concepto de desequilibrio, ha querido aplicar esa teoría a la sociedad mediante una sociología del caos que no sólo se opone a la sociedad cerrada, sino a toda forma de estabilidad social (op.cit., pp.76-88). Por su parte, Duguin se presenta como el anti Soros, pero tiene en común con él su radical negación de un orden de principios absolutos. Gary Lachman habla bastante de la política duguiniana del caos (pp.271-305), y recuerda que en la portada de Fundamentos de geopolítica destaca la estrella del caos, que con sus ocho puntas es un símbolo utilizado por ocultistas y satanistas. «Tenemos que aprender a pensar con el caos y dentro del caos», afirma perentoriamente Duguin (La cuarta teoría política, p.238), negando lo afirmado por Soros pero dentro de un mismo horizonte nihilista y relativista. Uno y otro se presentan como profetas del caos postmoderno y son enemigos de la Iglesia Católica por ser depositaria de la ley divina y natural que rechazan. Por eso, Soros y Duguin se muestran como el anverso y el reverso de una misma medalla, y por eso refutamos las mentiras que nos presentan con la única verdad de Aquél que derramó su luz en las tinieblas y puso orden en el caos.