Rescatan sinfonía dedicada al Emperador Maximiliano
Una posibilidad es que desde 1866 la pieza quedó guardada en la biblioteca de la Sociedad Filarmónica y después olvidada por más de un siglo
«¡Maximiliano el Primer Emperador de México! Que sea excusada la osadía de esta petición a causa de su ardiente devoción, a aquel quien ahora y siempre se llamará, Su Majestad Imperial».
En esta exaltada dedicatoria de una sinfonía a Maximiliano de Habsburgo estaban depositadas, quizás, las esperanzas del compositor austriaco Leopold Joseph Lángwara (1831-1899) para emigrar a México y ser invitado a la corte imperial.
Una hipótesis planteada por la investigadora Yael Bitrán, quien colaboró con el musicólogo Israel Cruz Olalde en el rescate de esta pieza, cuya partitura completa y bien preservada fue hallada por el musicólogo Karl Bellinghausen en el fondo reservado de la Biblioteca Candelario Huizar del Conservatorio Nacional de Música (CNM).
En la prensa austriaca de la época, Bitrán localizó una caricatura que refleja una situación muy recurrente entonces, cuando aparecen músicos deseosos de emigrar a México en busca de trabajo, en una época en que la nobleza empezaba a ceder su lugar a la nueva burguesía en el mecenazgo de las artes.
«Nuestra hipótesis es que Lángwara estaba mandando esta obra magna con la esperanza de que Maximiliano lo invitara a su corte aquí, y eso se refuerza por la dedicatoria tan ampulosa, un poco rastrera, casi, que le hace, donde lo declara como el máximo monarca que está fundando un nuevo reino», explica en entrevista la investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez (Cenidim).
La sinfonía, de cuatro movimientos y estilo romántico, fue enviada por el compositor, dibujada, transcrita y encuadernada, al efímero Emperador, pero no llegó a estrenarse. Fue compuesta en 1866, cuando la caída del archiduque era inminente; incluso, un año después, el 19 de junio de 1867, moriría fusilado.
Una posibilidad es que desde 1866 la pieza quedó guardada en la biblioteca de la Sociedad Filarmónica, predecesora del CNM, y después olvidada por más de un siglo, plantea, por su parte, Cruz Olalde.
La partitura fue hallada por Bellinghausen, estudioso de la música de la época de Benito Juárez y Maximiliano, pero su rescate quedó inconcluso debido a la prematura muerte del investigador en 2017, pero sus primeros hallazgos datan de mediados de los años 90.
Cruz Olalde, coordinador de la Academia de Investigación del CNM, se encargó de terminar la tarea iniciada, tomando la estafeta en 2018.
Para ello, consiguió apoyo del Fonca en el rubro de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales.
El musicólogo destaca el estilo romántico y carácter heroico de la sinfonía, altamente dramática y, por momentos, «un tanto efectista».
«Su carácter heroico nos muestra una manera de idealizar a la cultura mexicana desde el exterior. En ese sentido, la sinfonía no tan sólo la podemos valorar desde sus aspectos compositivos sino también como un testimonio histórico de los pensamientos, modos y gustos de los mexicanos que participaron en aquella época», reflexiona Cruz Olalde.
El investigador publicará, bajo el sello de Ediciones Mexicanas de Música, en julio, un libro con un ensayo crítico al respecto, así como la revisión y edición de la sinfonía. Bitrán, por su parte, contribuirá con un texto de la coyuntura histórica, además de referir la biografía de Lángwara, de por sí escasa.
«Tenemos la sinfonía ya editada y revisada para ser ejecutada por una orquesta profesional, además de los dos ensayos (crítico e histórico)», adelanta el docente.
«Sentimos que teníamos que concluir esta gran labor y realmente terminar la edición de la partitura y hacer el estudio que Karl había empezado», añade Bitrán.
La hija de Bellinghausen les facilitó el material ya obtenido por su padre.
Con este rescate, la sinfonía por fin podrá ser interpretada por primera vez.
«Nunca se ha escuchado esta música, nunca fue estrenada, lamentablemente por una situación política, pero la música vale la pena dentro de nuestro acervo musical mexicano y se trata de una sinfonía importante», dice Cruz Olalde.
La pretensión, añade el docente, es que pueda despertar el interés de instituciones como la UNAM, el INBA o el Instituto Politécnico Nacional para su ejecución e, incluso, tener una grabación.
TRAS LA PISTA DE LÁNGWARA
Al trabajar en el rescate de la sinfonía que Lángwara compuso a Maximiliano, los investigadores se toparon con poca información biográfica del músico, olvidado incluso en Austria, su patria.
Lo más que Bitrán encontró fueron pequeñas fichas que no rebasaban las tres o cuatro líneas en algún diccionario; no más que eso. Pero a partir de la consulta de periódicos y fuentes históricas pudo establecerse que el compositor nació en Viena en 1831 y murió en la pequeña ciudad de Dornbirn en 1899 y no en 1894, como se creía.
Falleció, además, de manera trágica.
«Descubrí que pasó los últimos años de su vida en este pueblito como profesor y acabó con su vida; se suicidó el 18 de febrero de 1899. Según dice el periódico, se pegó un tiro en la cabeza», refiere Bitrán.
Se pudo averiguar también que trabajó gran parte de su juventud en Viena y después se trasladó a Bohemia. Fue director de coros y compositor; trabajaba en todo cuanto se podía en el terreno musical.
Gozó de una buena época en Viena como director de coro del Carltheater y dirigió un coro masculino que llegó a tener 200 integrantes. Además, fue autor del Manual Teórico de Música para la Juventud, publicado en 1877, y laboró en varias iglesias como maestro coral.
La pieza para Maximiliano, su obra número 13, fue su única sinfonía en un conjunto de 30 a 40 obras pequeñas que Bitrán pudo localizar. No existe un catálogo de su producción.
«Busqué en todas sus publicaciones, todas sus partituras que logré localizar en la Biblioteca de Viena; tienen una gran cantidad, y son obras para piano, piano y canto, y muchas obras corales, lo cual es comprensible al ser director de coros, y muchas obras de naturaleza eclesiástica», explica la investigadora.
También localizó una fotografía de él, un año antes de su muerte, en un anuario de un bachillerato donde daba clases, la Communal-Unterrealschule de Dornbirn.