El esperpento del lenguaje inclusivo
En un ejemplo más del extremismo al que puede arrastrarnos el lenguaje inclusivo, estos días han generado polémica las páginas de un libro de Segundo de la ESO de Geografía e Historia en su edición de Andalucía que habla sobre «los judíos y las judías», pero también de otros términos que pueden resultar incluso irrisorios.
«En 1492 se instó a todos los judíos y judías a convertirse al cristianismo o a abandonar el reino. Los nuevos cristianos y cristianas recibieron el nombre de conversos y conversas», dice el texto. «Tras la conquista de Granada, se garantizó a los musulmanes y las musulmanas la práctica de su religión», añade.
En poco tiempo se hicieron virales las fotografías captadas al libro de Vicens Vives, cuyos autores son A. Albet, D. Bosch, C. García, M. García, C. Gatell, N. González-Monfort y S. Riesco y que cuenta con adaptaciones según cada comunidad autónoma y su currículo educativo.
Este lenguaje, aunque pueda parecer una broma, obedece a la normativa andaluza que recoge las instrucciones, de 14 de junio de 2018 (previa al cambio de Gobierno andaluz), sobre los criterios para la selección de los libros de texto y para «la elaboración de materiales curriculares sin prejuicios sexistas o discriminatorios». Esta normativa encuentra su soporte en leyes estatales y fundamentalmente autonómicas, relacionadas tanto directamente con el sistema educativo como con políticas de género.
En su punto segundo sobre la selección de los libros para los estudiantes prioriza la «utilización de un lenguaje inclusivo y no sexista que nombre y visibilice de forma equitativa a hombres y a mujeres, evitando la utilización del masculino genérico para incluir al hombre y a la mujer». El resto de puntos (hasta completar los once) también están relacionados con requisitos como el fomento de actitudes igualitarias o la perspectiva de género.
Desde ANPE-Andalucía, el sindicato que aglutina a los profesores, Antonio Brea, su secretario de comunicación, cuenta a ABC que «los contenidos fruto de la polémica responden a una imposición normativa de la administración educativa andaluza a las editoriales. Dado que dicha imposición se sustenta en unas instrucciones elaboradas en su día por el último gobierno socialista de la comunidad autónoma, corresponde al gobierno actual el considerar su posible revisión, si se considera que su aplicación genera rechazo entre la comunidad educativa».
El libro de Geografía, Historia y Ciencias Sociales está actualmente en uso en los centros educativos andaluces. El profesor del Instituto de Educación Secundaria Albero de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), Manuel Jesús Roldán, confirmó a ABC que, de hecho, esta misma semana había dado clases y en pocas líneas aparecen «moriscos y moriscas, conversos y conversas, sospechosos y sospechosas, condenados y condenadas…».
«Se acaba convirtiendo en un texto insoportable», se quejaba este docente en su cuenta de Twitter. Este periódico se puso en contacto con la Consejería de Educación y Deporte para conocer su versión, pero declinaron dar una respuesta, argumentando que durante el fin de semana no podían acceder al registro de los libros educativos autorizados en la comunidad autónoma.
Lenguaje inclusivo
«Que en la lengua perviven usos sexistas es algo cierto. También racistas o clasistas. La sociedad, en su progreso moral, los deja atrás. Pero la idea de que formas gramaticales neutras para comprender ambos sexos invisibiliza a las mujeres es falsa. Como pensar que si digo ‘Fui cinco días a Londres’, estoy dejando fuera las noches. Ningún español que haya leído la frase ‘Los judíos fueron expulsados en 1492’ ha sacado nunca la conclusión de que el decreto de expulsión afectó solo a varones. Tampoco María Zambrano, cuando escribió ‘El hombre y lo divino’, creía estar dejando fuera a la mujer», expone a ABC Juan Claudio de Ramón, ensayista, escritor, diplomático y articulista político.
En su opinión, «el lenguaje es naturalmente inclusivo, o tiende a serlo. Si no, no podría ser lenguaje. También abunda en recursos elegantes para evitar los términos marcados con género. Decir ‘alumnado’ me parece preferible a decir ‘alumnos’. Pero eso forma parte del acervo del lenguaje, de su riqueza. El llamado ‘lenguaje inclusivo’ en realidad separa, no incluye. Más que lenguaje, es un tipo de lenguaje muy particular, un código, por el cual el emisor cifra señales extralinguísticas, en este acaso de conformidad con una moda ideológica. Pero el uso de la grafía arroba (@) no tiene ninguna función comunicativa o informativa. De hecho, no sabríamos como leerla. Luego hay situaciones en las que los desdoblamientos generan situaciones ilógicas. Por ejemplo, el sintagma ‘nosotros y nosotras’, que se autodestruye literalmente».