Las romerías: una costumbre mariana


Lunes 19 de mayo de 2025
Estamos en el mes de mayo. Nuestro Señor quiere que aprovechemos esta oportunidad para acrecentar su amor a través del trato con su Madre.
Procuremos cada día demostrarle, con pequeñas cosas, con pequeñas atenciones, que nosotros, sus hijos, la amamos, que nuestra santidad y apostolado se hacen realidad, que nos esforzamos constantemente por contribuir a la salvación que Cristo ha traído al mundo.
La tradición de la Iglesia en muchos lugares dedica el mes de mayo a la Santísima Virgen María.
Durante esta época, los cristianos procuran tener a la Madre de Dios más presente en sus corazones, con un amor que se manifiesta en una afectuosa devoción a Nuestra Señora.
A san Josemaría le gustaba mostrar su amor a la Virgen María de muchas maneras, pero siempre decía que una de sus favoritas era una peregrinación individual o en grupo de dos o tres.
«Respeto y amo las demostraciones públicas de devoción, pero debo admitir que prefiero ofrecer a María el mismo cariño, el mismo entusiasmo, en visitas privadas o con muy poca gente; algo más íntimo».
En 1935, tras su primera visita al Santuario de Sonsoles, cerca de Ávila, el fundador del Opus Dei estableció la costumbre de la romería de mayo para los fieles del Opus Dei.
Como muestra de amor a María, peregrinaban cada mes de mayo a un santuario u otro lugar donde se venerara una imagen de Santa María, acompañados, si era posible, por amigos.
Desde entonces, esta costumbre se ha extendido entre muchas otras personas que han conocido su mensaje.
Una romería de mayo es una visita a la Virgen María hecha con amor filial.
San Josemaría rezaba tres partes del Rosario: una de ida; otra, correspondiente al día de la semana, ante la imagen de Nuestra Señora; y una tercera de vuelta.
Se pueden ofrecer pequeñas mortificaciones a Nuestra Señora por necesidades personales y por toda la Iglesia: hacer parte de la romería a pie; aceptar con alegría el mal tiempo o el tráfico; no tomar refrigerio; etc.
La costumbre de la romería de mayo tiene un marcado espíritu apostólico.
San Josemaría nos animó a hacerlo con un amigo o familiar y a aprovechar la ocasión para sugerirles un paso adelante en su vida cristiana.
Muchas conversiones, muchas decisiones de entregarse al servicio de Dios han sido precedidas por un encuentro con María.
Nuestra Señora nos ha animado a buscar a Dios, a desear un cambio, a vivir una nueva vida.
Y así, el «Haced lo que Él os diga» se ha convertido en una auténtica entrega, en una vocación cristiana, que desde entonces ilumina toda nuestra vida personal.
Una manifestación particular de la maternidad de María —dijo Juan Pablo II en Fátima— se encuentra en los lugares donde ella ha tratado con la humanidad, lugares donde se ha notado la presencia particular de nuestra Madre.
En todos estos lugares se cumple el singular testimonio de nuestro Señor crucificado. Allí, la humanidad se confía a María; allí podemos encontrarla como nuestra propia madre, abrirle nuestro corazón, hablarle de todo.

