Religión

Disculpar y olvidar


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Viernes 16 de mayo de 2025

San Pablo nos da ejemplo de saber olvidar, de saber recomponer lazos rotos, de capacidad de amistad.

Por su parte, San Marcos es para nosotros un magnífico ejemplo de humildad y de esperanza.

Aquel suceso que motivó la separación de Pablo y de Bernabé, en el que él fue la causa de la discusión, le debió de causar al Evangelista una honda impresión y un gran dolor.

Tuvo que sentir en lo más hondo de su alma el verse rechazado por Pablo, con su gran prestigio bien ganado de evangelizador incansable, de sabiduría, de santidad.

Sin embargo, él también supo olvidar, y cuando se le necesita allí está él, sirviendo de consuelo a Pablo y siéndole muy útil para el ministerio.

San Marcos supo olvidar y disculpar porque tenía un alma grande, por eso fue luego un extraordinario instrumento de la gracia.

«¡Qué alma más estrecha la de los que guardan celosamente su “lista de agravios”!… Con esos desgraciados es imposible convivir.

»La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los “constantes y necesarios” servicios que presta, tampoco anota, “omnia suffert” –soporta todo–, los desplantes que padece».

Si no somos humildes tenderemos a fabricar nuestra lista de pequeños agravios que, aunque sean pequeños, nos robarán la paz con Dios, perderemos muchas energías y nos incapacitaremos para los grandes proyectos que cada día tiene el Señor preparados para quienes permanecen unidos a Él.

La persona humilde tiene el corazón puesto en Dios, y así se llena de gozo y se hace de alguna manera menos vulnerable; no le importa tanto lo que habrán dicho, o lo que habrán querido decir; olvida enseguida y no le da demasiadas vueltas a las humillaciones que experimenta todo hombre y toda mujer de una forma u otra en los sucesos de la vida corriente.

Esa sencillez, esa humildad, el no enredarse en «puntos de honra» que levanta la soberbia, el dejar a un lado los posibles agravios dan a la persona una gran capacidad para recomenzar de nuevo después de una cobardía o de una derrota.

A San Marcos, después de la cobardía o el cansancio en el primer viaje, le vemos enseguida de nuevo en la tarea con Bernabé, dispuesto a ser fiel sin condiciones.

El que es humilde se siente con facilidad hermano de los demás; por eso busca cada día la comunicación con quienes se relaciona, y recompone la amistad si por cualquier motivo se hubiese roto o enfriado, y está dispuesto siempre a prestar una ayuda fraterna y también a ser ayudado.

Así se construyen cada día las relaciones necesarias de toda convivencia. «Los que están cercanos se sostienen recíprocamente, y gracias a ellos surge el edificio de la caridad (…). Si yo, pues, no hago el esfuerzo de soportar tu carácter, y si tú no te preocupas de soportarme con el mío, ¿cómo podrá levantarse entre nosotros el edificio de la caridad si el amor mutuo no nos une en la paciencia? En un edificio, ya lo hemos dicho, cada piedra sostiene y es sostenida»

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