Religión

Todos lo sabían y guardaron silencio


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Jueves 15 de mayo de 2025

«Quien no grita la verdad cuando la conoce se hace cómplice de mentirosos y falsificadores.» ~Charles Péguy

Ahora lo sabemos. Durante doce largos y miserables años, todos mantuvieron la boca cerrada sobre Bergoglio.

Todos ocultaron la locura caótica de este hombre, pero murmuraron, chismearon y se agazaparon en los pasillos de Casa Santa Marta sobre el hombre de blanco.

No dijeron ni una palabra sobre el hombre que sometió a la Iglesia Católica a doce años de brutal tiranía, flagrante herejía material, psicopatía vengativa y protección desenfrenada contra los depredadores.

Solo ahora, la verdad emerge de sus colaboradores: Bergoglio está a salvo y enterrado.

Todos respiran aliviados, ante los rumores que llegan de la curia, del colegio cardenalicio e incluso del obispo Georg Ganswein, Cabeza de la Casa Papal, quien comentó indirectamente sobre Bergoglio:

“Ahora se abre una nueva etapa. Siento un alivio generalizado. La época de arbitrariedad ha terminado. Podemos empezar a confiar en un papado que garantice la estabilidad y se apoye en las estructuras existentes, sin derribarlas ni alterarlas”.

¿Por qué no defendió la estabilidad, obispo Ganswein? ¿Por qué se quedó de brazos cruzados y dejó que derribara las estructuras? ¿Por qué guardó silencio cuando Bergoglio alteró los sistemas y a la gente?

¿Por qué?

Están saliendo a la luz más revelaciones sobre Bergoglio.

Informantes del Vaticano revelan que consumía psicofármacos incluso antes de ser Papa para estabilizar su estado de ánimo y su evidente tendencia a los arrebatos irracionales.

¿Es esa la mano firme que necesita para guiar la barca de Pedro? ¿Es este el tipo de hombre que debería guiar a 1.400 millones de católicos?

Más bien, parece ser la elección perfecta de la conspiradora mafia de St. Gallen.

Ahora nos enteramos de que el obispo Robert Prevost (Papa León XIV), sucesor de Bergoglio, tuvo varios encuentros tensos e incómodos con él cuando era arzobispo de Buenos Aires:

“Ayer se cumplieron diez años de la elección del Papa Francisco. Conocí a Jorge Mario Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires”, dice el nuevo Papa en un video, hablando en español.

“Como General Agustino, lo había visto varias veces. Cuando fue elegido, les dije a algunos hermanos: ‘Genial, gracias a Dios nunca seré obispo’. (NT: bajo la obediencia de Bergoglio) No diré por qué, pero no todas las reuniones con el Cardenal Bergoglio fueron mutuamente satisfactorias”.

Así que todos sabían que Bergoglio, el sombrerero loco de Buenos Aires, reinaba con terror e irracionalidad.

Sin embargo, todos, hasta el último de ellos, guardaron un silencio sepulcral mientras veían cómo la Iglesia Católica se derrumbaba bajo su irascible ira y su acalorada retórica herética.


Aceptémoslo, Bergoglio era un loco cruel. Existía una profunda censura en los medios de comunicación, tanto religiosos como seculares, sobre la generalizada impopularidad e inestabilidad de Jorge Bergoglio.

Quienes criticábamos sus extrañas acciones y preocupantes declaraciones éramos tildados de marginados, descontentos despiadados y poco caritativos.

Algunos incluso fueron excomulgados por atreverse a decir la verdad sobre la realidad de Bergoglio.


Se acabó el montaje. No se puede confiar en el Vaticano ni en sus habitantes. Son cómplices y falsificadores de las mentiras bergoglianas. Se llama pecado de omisión

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