Los jesuitas y los masones se están moviendo


Martes 29 de abril de 2025
Se acaba la era Bergoglio. El humo de los jesuitas y los manejos de la masonería vaticana ya no pueden ocultar lo que es evidente: el miedo visceral que tienen a un cónclave donde puedan imponerse cardenales fieles a la fe católica.
Y cuando el miedo aparece, los viejos métodos resurgen: la mentira, la intriga, la siembra de sospechas.
En las últimas horas, algunos medios se han hecho eco de unas declaraciones atribuidas al cardenal Péter Erdö, arzobispo de Budapest, según las cuales el presidente francés Emmanuel Macron habría intentado influir en los cardenales franceses para impedir la elección de un cardenal africano, en referencia obvia a Robert Sarah.
Pero atención: esto no ha sucedido. No en los términos que ciertos manipuladores están sembrando.
La maniobra es burda: se intenta presentar a Sarah y a Erdö como víctimas de presiones externas, pero el objetivo real es otro: hacerlos aparecer como figuras políticas, contaminadas, como «candidatos de partido», no como lo que son: dos cardenales eminentemente católicos, de doctrina sólida y corazón fiel.
¿Y quién está detrás de esta estrategia? Los de siempre: los jesuitas maquiavélicos, expertos en el arte de la confusión, aliados con los tentáculos masónicos que infectan sectores de la Curia.
Pretenden sembrar división entre los cardenales, crear sospechas, desacreditar a los candidatos serios antes de que el cónclave comience.
No podemos permitirlo. La era Bergoglio, con sus manipulaciones, terminó. Quien pretenda ensuciar ahora la figura del Papa emérito o la de los cardenales fieles, no hace sino confirmar su desesperación.
No estropeen aún más el pontificado de Francisco intentando convertir el próximo cónclave en un circo.
La operación para desacreditar a Sarah y a Erdö es falsa, interesada y miserable.
No sólo porque busca eliminar a los mejores candidatos, sino porque revela algo más profundo: el pánico que sienten ante un posible regreso de la fe católica a la cátedra de Pedro.
La pregunta final es simple: ¿Quién siembra la división?
La respuesta también: los jesuitas y los masones. Los de siempre.
Despertemos.

