Historia

La Cristiada en México, la historia oculta del México del siglo XX


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Jueves 24 de abril de 2025

Entre 1926 y 1929, tuvo lugar una rebelión abierta contra las nuevas leyes de persecución del gobierno, que fueron formuladas y estrictamente aplicadas bajo el Presidente mexicano Plutarco Elías Calles.

La resistencia a las leyes inició pacíficamente, en forma de boicots económicos y demostraciones.

Pero en agosto de 1926, levantamientos esporádicos desencadenaron el inicio de la Guerra Cristera, o Cristiada.

Los rebeldes tomaron su nombre de su grito de batalla: “¡Viva Cristo Rey!”.

Para el gobierno mexicano, estas palabras — a menudo proclamadas como las últimas palabras por muchos Cristeros antes de morir — era más que una declaración de fe; era un acto de traición.

Entre los Cristeros se encontraban unos 70 Caballeros de Colón que murieron luchando por su fe.

Durante este tiempo, el gobierno incautó escuelas católicas y seminarios, expropió los bienes de la Iglesia y declaró ilegal la educación religiosa.

Cerró los hospitales católicos, los orfelinatos y los asilos. También prohibió las órdenes monásticas, expulsó al clero nacido en el extranjero y prohibió el culto público.

Se prohibió a sacerdotes y monjas usar hábitos, votar y criticar al gobierno o comentar acerca de asuntos públicos tanto de manera escrita como oral.

Si eran acusados de una violación a la ley, como a Durán, a menudo se les negaba un juicio.

Los obispos de México fueron expulsados y gran parte del clero fue exiliado durante años; los que permanecieron en México o volvieron en secreto fueron obligados a trabajar y a desempeñar su ministerio de manera “clandestina”.

Muchos seminaristas también fueron exiliados a España y a Estados Unidos. En Santa Fe, Nuevo México, el Seminario Montezuma se convirtió en un hogar para educar a futuros sacerdotes mexicanos.

En abril de 1917, los obispos mexicanos que vivían en San Antonio prepararon una carta de protesta, afirmando que la nueva Constitución “destruye los más sagrados derechos de la Iglesia Católica, de la Sociedad Mexicana y de los cristianos”.

A pesar de los desafíos, la Orden en México no solo sobrevivió a este periodo, sino que prosperó.

La membresía creció de 400 Caballeros en 1918 a casi 6,000 en 51 consejos tan solo en seis años.

Desde el establecimiento de la Orden en México en 1905, los Caballeros de Colón estuvieron activos abriendo escuelas y hospitales, así como estimulando la vida espiritual de las parroquias.

En todo el país, los Caballeros “tenían la reputación de ser tanto fielmente católicos, como política y socialmente activos”, afirma el historiador Jean Meyer en su libro La Cristiada.

Los Caballeros, “atrajeron a líderes de la sociedad, incluyendo médicos, abogados y empresarios, dando una nueva dimensión, energía y misión al combate de la persecución”.

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