Una universidad con taras


Lunes 17 de marzo de 2025
Nuestra universidad, la UADY, siempre ha estado en el ojo del huracán
Ya hace muchos años, los que éramos entonces alumnos conocimos y denunciamos la inmensa corrupción que en ella prevalecía.
La UADY era una institución donde prevalecían el amiguismo, el nepotismo, la corrupción, el acoso sexual, los caprichos y una visión totalmente arcaica de la realidad educativa.
Era una institución donde no te podías titular por promedio o por cursar cierto porcentaje de créditos de maestría, pero que llenaba sus filas de parientes, recomendados o amiguitas de los altos funcionarios en turno.
Las instalaciones distaban mucho de ser cómodas o modernas y se realizaban en muchas ocasiones con base a los caprichos y necesidades urgentes o por causa de fuerza mayor y no con base a los criterios de modernidad o de utilidad académica.

Quienes fuimos universitarios en los ochentas y los noventas nos enteramos de casos de acoso sexual en un par de facultades, de maestros hacia alumnas, que no se resolvieron de la manera más justa, sino echando la basura tras la alfombra, para detener los escándalos mediáticos que entonces se generaron.
Sentíamos nuestra universidad como una institución de tercer mundo, que teniendo todo para crecer y dar el salto a la modernidad y la excelencia, permanecía en la mediocridad merced a los dicterios de una casta de burócratas que se negaban a perder sus privilegios.
A la UADY la carcome un cáncer semejante al PRI, que era entonces el flagelo que soportaba México, pensábamos al ver liderazgos estudiantiles cooptados lo mismo que los partidos de oposición de aquel entonces.
Muchos nos preguntábamos si nuestra universidad tendría salvación, nos cuestionábamos si alguna vez las cosas podrían cambiar para bien de maestros y alumnos.
No dejábamos de interrogarnos respecto si alguna vez la UADY dejaría de ser la gran mafia que era, que se debatía entre el control y los intereses de los sindicatos domesticados de maestros y empleados y la élite burocrática que imperaba despóticamente.

El tiempo transcurrió y abandonamos sus aulas, pero a la fecha vemos que las cosas no han cambiado precisamente para bien.
La implementación de baños a los que pueden acceder indistintamente hombres, mujeres o quimeras en las aulas de una facultad como Antropología, que se caracteriza no por su calidad docente, sino por el adoctrinamiento ideológico que proporciona y su repetición hacia otras escuelas como arquitectura, nos dicen que en la UADY, muchas cosas no andan bien.
Recientemente un grupo de alumnos de la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias se quejaron de sus instalaciones, echando por tierra el discurso triunfalista emanado de la institución, enfatizando que en nuestra universidad las cosas siguen mal en nuestros días.
Y volvemos a enterarnos de carencias, deficiencias, caprichos, inequidades y privilegios en una entidad que tiene un presupuesto mayor al ayuntamiento de Mérida y sobre la que pesa como una losa, la manutención de una cáfila de parásitos, que en algún tiempo fueron funcionarios de alto nivel y que gozan de prestaciones que ya quisiera un jeque árabe para un día domingo.
Que pena, que tristeza que nuestra universidad siga el destino de mediocridad de nuestra patria y que a ejemplo de la tragedia nacional que padecemos, no pueda hacer nada para sacudirse las plagas que la infestan.

Resulta lamentable concluir que no nos equivocamos al pensar que si las cosas en la UADY no variaban en cuanto al rumbo que llevaba en los ochentas y noventas, para el siglo XXI tendríamos una entidad enana y con retraso mental.
Tal es nuestra universidad hoy día, deploramos profundamente no equivocarnos y acertar en el diagnóstico. Que triste, Yucatán merece mucho más.
Seguimos pendientes…
Dios, Patria y Libertad

