La ira del yucateco: justicia por mano propia
Martes 28 de enero de 2025
Por José E. Urioste Palomeque
Tekit, Yucatán, ha sido escenario de una tragedia que debería alarmar tanto a ciudadanos como a autoridades: el linchamiento público como respuesta al crimen. En este caso, un hombre acusado de asesinar a una mujer fue linchado y quemado vivo por una multitud enardecida.
Este suceso, impactante y brutal, no es un hecho aislado en el contexto yucateco. Forma parte de lo que he denominado, de manera unilateral, “la ira del yucateco”: una manifestación colectiva de enojo y justicia popular que, aunque alarmante, tiene raíces culturales y sociales profundas.
Como mencioné en un artículo anterior, “la ira del yucateco” es una respuesta emocional intensa que surge cuando se percibe una amenaza, agresión o falta de respeto hacia los valores, tradiciones o comunidad del pueblo yucateco. Este fenómeno sociológico se manifiesta en diversas ocasiones, desde linchamientos de presuntos criminales hasta la “funación” masiva de quienes osan criticar o burlarse de elementos esenciales de la identidad yucateca, como su gastronomía, tradiciones o vida cotidiana.
Ejemplos hay de sobra: el caso de “Lady Pib”, quien desató la indignación al burlarse del mucbilpollo, o el de “Lady Huracán”, que calificó a los yucatecos de flojos, generando una tormenta de críticas en su contra. Estos episodios revelan algo innegable: el yucateco es gentil, amable y tranquilo… hasta que deja de serlo.
Si bien es natural que el enojo surja ante actos percibidos como amenazantes, injustos o insultantes, la ira colectiva puede derivar en actos de violencia extrema, como en el caso de Tekit. La justicia por mano propia no solo es un fracaso del estado de derecho, sino que también representa un peligro para la cohesión social y la seguridad comunitaria.
La referencia a Fuente Ovejuna, obra de Lope de Vega, es inevitable. La célebre frase “¿Quién mató al Comendador? ¡Fuente Ovejuna, señor!” refleja la acción de un pueblo unido en busca de justicia, pero también señala los riesgos de la justicia colectiva: cuando todos participan, nadie es responsable. Este linchamiento es un otro grito más, harto y desesperado, de una sociedad que siente que el sistema legal y de seguridad, le ha fallado.
¿Es este el primer paso hacia una peligrosa escalada? La respuesta es un sí contundente. Si las autoridades no intervienen con firmeza y claridad, este brutal evento podría convertirse en el primero de una serie de actos similares, donde la multitud toma el lugar de las instituciones.
El linchamiento en Tekit es un recordatorio urgente para las autoridades de todos los niveles: en temas de seguridad, los yucatecos están dispuestos a permitir que las emociones colectivas desborden los límites de la razón.
La ira del yucateco, si no es apaciguada y canalizada hacia acciones que promuevan la justicia, la convivencia y la paz social, podría convertir a esta sociedad tranquila en una de las más violentas del país. Ya lo dice el adagio popular: “Dios, cuídame de las aguas mansas, que de las bravas me cuido solo”.
Cuidado, autoridades. No confundan la fortaleza cultural, el orgullo y la amabilidad de los yucatecos con debilidad. Como ha quedado demostrado, cuando la confianza en las instituciones se rompe, la ira del yucateco puede transformarse, en un instante, en intolerancia y violencia extrema.
La preservación de la paz social requiere un esfuerzo conjunto: de las autoridades para garantizar seguridad y justicia, y de la sociedad para mantener la razón frente al enojo. Porque si bien la indignación ante el crimen es comprensible, la justicia por mano propia solo deja un camino de destrucción y barbarie.