Mauricio, el fan del béisbol que nunca dejó de creer
Jueves 31 de octubre de 2024
Por José E. Urioste Palomeque
Algunos aficionados aman el béisbol de una forma sencilla, otros como mi tío Tony, mi hermano, o mi amigo Mauricio lo viven con una pasión que pocos entienden.
No es solo un deporte; es el espacio donde han depositado sus recuerdos, su tiempo, y sobre todo, sus sueños.
Maua -como afectuosamente le decimos- desde niño, encontró en el béisbol una pasión y, desde un ya lejano 1981, los Dodgers se convirtieron en su equipo.
No se trataba únicamente de ir a los juegos o ver las transmisiones; para Mauricio, era aprender cada detalle, cada jugada, cada estadística. Su devoción era tal que podía hablarte de la marca de zapatos que usaba José Canseco, el porcentaje de Mark McGwire, “la maldición del Bambino”, la alineación de un juego de hace veinte años, del promedio de bateo de cada jugador, o del número de dobles jugadas ejecutadas en una temporada.
Mauricio siempre jugó en la posición de short stop, el lugar que requiere reflejos rápidos, visión de campo y una mente siempre en movimiento, cualidades que encajaban con su carácter. Él estaba en cada jugada, atento, listo para hacer esa atrapada o esa asistencia que marca la diferencia.
En la liga local, compartíamos juegos y él en particular era conocido por su precisión y su capacidad de prever el movimiento de la bola, un instinto nato que, sin duda, había desarrollado jugando, y viendo cada juego con una atención que solo un verdadero fan puede tener.
Recuerdo muy bien cuando jugábamos -que por cierto, yo era bastante malo- me causaba gracia que Maua en cada partido, replicaba el estilo de su ídolo en turno. Desde como usaba su gorra, sus movimientos en el campo de juego o los zapatos o guantes ideales para jugar.
Gran fan de los Dodgers, los años pasaron, y estos fueron acumulando victorias y derrotas, alegrías y frustraciones.
Mauricio seguía ahí, firme, siendo el primero en ponerse la gorra y el jersey cada vez que un juego importante comenzaba, el primero en animar y gritar, el último en rendirse.
Su familia y nosotros sus amigos sabíamos que, durante la temporada, no había conversación en la que el béisbol o los Dodgers no estuvieran presentes.
Así era Mauricio, un fan que no necesitaba estar en el estadio para sentir el juego en cada fibra de su ser.
Aquel campeonato de 1981, en el que Valenzuela lideró a los Dodgers a la victoria sobre los Yankees, dejó una huella tan profunda en él que desde entonces, no dejó de esperar por ese momento en que su equipo se coronase nuevamente en las mismas circunstancias.
Cuando la serie mundial terminó en un Yankees contra Dodgers, Maua estaba sumamente emocionado y repetía: “esperé 43 años para volver a ver esta serie mundial”.
Ayer fue su cumpleaños, y el béisbol le dio el mejor regalo que podía recibir. Los Dodgers, SUS Dodgers, se coronaron como campeones, y él, desde el lugar de siempre, celebró como ese niño que vio a Fernando Valenzuela vencer a los Yankees y soñó con volver a ver a su equipo en la cima en idénticas circunstancias.
43 años después, para Mauricio se repitió aquel milagro de 1981.
La felicidad de Mauricio hoy es algo de lo que muchos de nosotros podemos aprender. Porque al final, el béisbol, como los sueños, se construyen con paciencia, lealtad y, sobre todo, esperanza.
Mauricio, el fan de toda la vida, me recuerda que el corazón nunca deja de creer, porque sabe que cuando llegue el momento, toda la espera habrá valido la pena.
Versión en inglés: https://www.theyucatantimes.com/2024/10/mauricio-the-baseball-fan-who-never-stopped-believing/