El Señor nos presta su ayuda para superar los obstáculos
Lunes 8 de julio de 2024
En la Segunda lectura de la Misa nos muestra San Pablo su profunda humildad.
Después de hablar a los de Corinto de sus trabajos por Cristo y de las visiones y revelaciones del Señor, les declara también su debilidad:
para que no me engría, me fue clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee, y no me engría.
No sabemos con seguridad a qué se refiere San Pablo cuando habla de este aguijón de la carne.
Algunos Padres (San Agustín) piensan que se trata de una enfermedad física particularmente dolorosa; otros (San Juan Crisóstomo) creen que se refiere a las tribulaciones que le causan las continuas persecuciones de que es objeto; y algunos (San Gregorio Magno) opinan que se refiere a tentaciones especialmente difíciles de rechazar.
De todas formas, es algo que humilla al Apóstol, que entorpece en cierto modo su tarea de Evangelizador.
San Pablo había pedido al Señor por tres veces que apartara de él ese obstáculo.
Y recibió esta sublime respuesta: Te basta mi gracia, porque la fuerza resplandece en la flaqueza.
Para superar esa dificultad le basta la ayuda de Dios, y sirve además para poner de manifiesto el poder divino que le permite superarla.
Al contar con la ayuda de Dios es más fuerte, y esto le hace exclamar: por eso, con sumo gusto me gloriaré más todavía en mis flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte.
En nuestra debilidad experimentamos constantemente la necesidad de acudir a Dios y a la fortaleza que de Él nos viene.
¡Cuántas veces nos ha dicho el Señor en la intimidad de nuestro corazón: Te basta mi gracia, tienes mi ayuda para vencer en las pruebas y dificultades!
Alguna vez quizá experimentemos de modo especialmente vivo la soledad, la flaqueza o la tribulación:
«Busca entonces el apoyo del que ha muerto y resucitado. Procúrate cobijo en las llagas de sus manos, de sus pies, de su costado. Y se renovará tu voluntad de recomenzar, y reemprenderás el camino con mayor decisión y eficacia».
Las mismas debilidades y flaquezas se pueden convertir en un bien mayor.
Santo Tomás de Aquino, al comentar este pasaje, explica que Dios puede permitir en ocasiones ciertos males de orden físico o moral para obtener bienes más grandes y más necesarios.
Nunca nos dejará el Señor en medio de las pruebas. Nuestra misma debilidad nos ayuda a confiar más, a buscar con más presteza el refugio divino, a pedir más fuerzas, a ser más humildes:
«¡Señor!, no te fíes de mí. Yo sí que me fío de Ti. Y al barruntar en nuestra alma el amor, la compasión, la ternura con que Cristo Jesús nos mira, porque Él no nos abandona, comprenderemos en toda su hondura las palabras del Apóstol:
virtus in infirmitate perficitur (2 Cor 12, 9); con fe en el Señor, a pesar de nuestras miserias –mejor con nuestras miserias–, seremos fieles a nuestro Padre Dios; brillará el poder divino, sosteniéndonos en medio de nuestra flaqueza»