BREVE CRÓNICA DE UN GOLPE DE ESTADO MASÓNICO EN LA IGLESIA: ESTUDIO JURÍDICO-TEOLÓGICO DE LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI
Viernes 31 de mayo de 2024
«Oren por mi, para que yo no huya, por miedo a los lobos» Benedicto XVI (24/04/2005).
El pobre Benedicto XVI tuvo que lidiar durante todo su pontificado con la dura batalla que, desde fuera y desde dentro de la Iglesia, le hacían sus enemigos.
Desde fuera, porque el mundo no podía soportar su claro posicionamiento contra el ateísmo, el aborto, la eutanasia, la anticoncepción, el adulterio, al tiempo que proclamaba sin ambages los dogmas de la Iglesia.
En suma, sus palabras y escritos hacían rechinar los oídos de los medios seculares y profanos.
Lo que la masonería eclesiástica no podía perdonarle nunca al Cardenal Ratzinger es que hubiera desempeñado durante casi un cuarto de siglo, de manera impecable, el puesto de guardián de la ortodoxia, la Prefectura de
Doctrina de la Fe.
En particular, el Cardenal Ratzinger cerró el paso de manera rotunda a la comunión de los adúlteros (o, como se les llama eufemísticamente “divorciados vueltos a casar”) con aquella famosa CARTA A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA RECEPCIÓN DE LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA POR PARTE DE LOS FIELES DIVORCIADOS QUE SE HAN VUELTO A CASAR (1994)42.
En ella se recuerda un axioma fundamental de la fe católica: que la auténtica misericordia nunca se encuentra separada de la Verdad.
Es digna también de recuerdo la amenaza de cisma que, en septiembre de 2011, le dirigieron a Benedicto XVI con total desfachatez desde Austria un grupo muy significativo de 329 sacerdotes, encabezados por el presbítero
Helmut Schüller, que pedía, nada menos que matrimonios dentro del clero, ordenación de mujeres y de hombres casados, comunión para divorciados, casados en segundas nupcias o miembros de otras religiones, entre otras
cosas.
También ayudó el Cardenal Ratzinger a Juan Pablo II a escribir esa maravilla que es la Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”, de 2003, donde se reafirma la centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y se recuerda la Presencia Real de Cristo en ella.
Le valió muchas críticas desde Alemania.
Benedicto XVI manifestó, además, su deseo de no asistir a la conmemoración del 500 aniversario del cisma luterano y no ha impulsado reuniones de falso ecumenismo.
Todo este discurso le granjeaba constantemente a Benedicto XVI todas las enemistades del mundo y de los apóstatas disfrazados de corderos dentro de la Iglesia.
Y es que el mundo no escucha a los de Dios y sí a los que son del mundo.