Opinión

Nuevamente decimos: honor a quien honor merece

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Lunes 13 de mayo de 2024

Los políticos son aficionados a tomarse fotos con personas integrantes de grupos vulnerables: viejitos, niños, indígenas, menesterosos y un larguísimo etcétera.

La razón es muy sencilla: pretenden que la gente crea que son buenas personas y precisamente por eso, los tomen en cuenta para ser elegidos para ocupar cargos de elección popular, espléndidamente remunerados.

Pero la triste realidad, nos dice que realmente pocos de estos personajes, proclives al abrazo y la sonrisa fácil, que nunca sudan y ni siquiera se despeinan, realmente lo son.

Con la asunción al cargo, sucede una mágica transformación y aparece la verdadera cara de cada uno, que confirma que pocos, muy pocos de ellos, son sinceros y por ende, casi ninguno resulta ser una buena persona.

No en balde el genio de Jorge Sareli, el fantástico humorista argentino, pero nacido en Veracruz, consigna que la política es algo tan sucio, tan vil y tan perverso, que por eso a la suegra se le llama madre política…

Humorismos aparte, es penoso pero también real admitir que son escasas francamente, las buenas personas que deambulan en el ámbito de la política partidista, aunque también es menester admitir que si las hay.

Seres generosos, dispuestos a ayudar. Gente que se brinda de corazón y que se conmueve en verdad con el dolor ajeno y pone de su parte para remediarlo, en la medida de lo posible.

Gente con la que se puede disentir y discrepar, con la que no necesariamente se tiene que estar de acuerdo, pero en la que se reconoce el valor y la autenticidad y a la que se respeta, en mérito de ello.

No es ningún secreto que esta casa (NOTIREDMÉRIDA) dispensa afecto a algunas figuras que se desempeñan en las procelosas aguas de la política.

Algunos de nuestros afectos son muy marcados y han sido ganados a pulso.

Nosotros no negamos a nuestros amigos y los defendemos siempre a capa y espada. Al menos es así como en esta casa concebimos lo que algunos juristas calificaban como los deberes del afecto.

En ocasiones nos toca ubicarnos en bandos contrarios, pero cuando esto sucede, cambiamos de mano la espada, para tener siempre la diestra presta a estrechar la mano del amigo, sin que ello implique claudicar en nuestros principios, pero tampoco pretender que nuestras amistades abdiquen de los suyos.

Anteriormente habíamos consignado un episodio que relataba como un grupo de manifestantes, llegó a la Ciudad de México para patentizar su descontento con relación a ciertos sucesos.

Emprendieron el viaje confiando en la solidaridad de sus cofrades y compañeros de partido. Siendo gente buena y noble, no abrigaron desconfianza alguna y emprendieron el periplo, sin tener lugar en su candorosa confianza para la duda.

Pero he aquí, que llegando a su destino, quienes debían ayudarlos, les dieron la espalda, recibiendo (de manera inesperada para ellos) el apoyo de un teóricamente presunto adversario: Jorge Carlos Ramírez Marín.

Esto que consignamos, no es una fábula, los protagonistas de la historia viven y pueden dar fe de que no mentimos, ni exageramos en lo más mínimo.

Jorge Carlos es un buen tipo, lo sabemos y lo queremos mucho y lo decimos claro. No importa que esté con el lado obscuro de la fuerza. Que se le va a hacer, nuestros amigos son libres y toman sus propias decisiones, que no tienen que coincidir necesariamente con las nuestras y aunque nosotros los creamos equivocados, no dejamos de quererlos menos, conscientes de que el tiempo inexorablemente da la razón a quien corresponde.

Dejando a un lado la digresión previa, debemos manifestar que recientemente pudimos ver y escuchar, una charla en la que dos personajes confirmaron la calidad humana de quien nos sentimos orgullosos de gritar a voz en cuello, que es nuestro amigo.

Uno de ellos, fue víctima de un aparatoso percance que puso en peligro su vida. Por la premura de la necesidad de recibir atención médica, fue trasladado a un sanatorio particular, el más prestigiado, pero también el más oneroso de nuestra entidad.

Se requería una fuerte cantidad para poder ser ingresado. El afectado y sus familiares carecían en ese momento de recursos. Pero Ramírez Marín, enterado de los acontecimientos, se hizo presente en el nosocomio.

Y con esa monumental calidad humana que le es consustancial, puso a disposición su tarjeta de crédito, de manera ilimitada como garantía para que su amigo recibiera la atención y cuidados qué fuera menester.

Jorge Carlos, que es católico (no recuerdo exactamente cómo se describió, pero lo hizo de manera muy similar a lo que Castillo Peraza calificaba como pecador estándar), por supuesto no dijo ni pío, ni hizo alarde de su buena acción.

No obstante, sus amigos de los medios nos enteramos y creemos obligado y hasta de justicia dar a conocer la buena acción, de quien nos honra y nos enorgullece llamarnos amigos.

Recibe sinceramente Prócer, por este medio, nuestra admiración y nuestro reconocimiento. En estas líneas dejamos patente nuestro cariño por tí: las buenas acciones no deben quedar omisas y es labor de los amigos que reciban el reconocimiento debido.

Te queremos y apreciamos Jorge Carlos y hacemos votos por que la esfera pública pueda contar con muchos más, de la misma gran calidad humana que tienes. Pocos habrían hecho lo que tú (ni siquiera por cálculo o interés).

Post Scriptum.- Ya entrados en gastos y aprovechando la manifestación pública de nuestros afectos, no podemos omitir que en el caso antes mencionado, se hicieron presentes con aportaciones significativas, dos personas que habiendo sido objetos de las críticas del afectado, demostraron igualmente sensibilidad y grandeza al solidarizarse: el Gobernador Mauricio Vila y Renán Barrera, candidato a la primera magistratura estatal.

Aplaudimos e igualmente reconocemos el mérito de su acción. Ya Mauricio Vila con antelación nos brindó igualmente su apoyo cuando lo requirió uno de nuestros seres queridos y Renán de igual modo ha sabido portarse.

Muy distinta sería la política, si todos los actores supieran comportarse con la caballerosidad y bonhomía de los ya mencionados, a quienes dispensamos afecto, pese a las naturales disensiones que puedan haber.

Honor a quien honor merece amigos. Incondicionalmente pueden contar con nuestro afecto y nuestras modestas capacidades.

Seguimos pendientes…

Dios, Patria y Libertad

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