Pidamos gracias sobrenaturales y ayudas materiales
Viernes 9 de febrero de 2024
Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación…, reza el sacerdote en voz alta durante la Santa Misa. En la oración de petición podemos solicitar cosas para nosotros y para los demás; en primer lugar, los bienes y las gracias necesarias para el alma. Por muchas y urgentes que sean las limitaciones y privaciones materiales, tenemos siempre más necesidad de los bienes sobrenaturales: la gracia para servir a Dios y ser fieles, la santidad personal, ayudas para vencer en la lucha contra los propios defectos, para confesarnos bien, para prepararnos a la Sagrada Comunión… Pedimos los bienes temporales en la medida en que son útiles para la salvación y en la medida en que están subordinados a los primeros.
El Señor mismo nos enseñó a rogar: el pan nuestro de cada día dánosleoy…; el primer milagro que hizo Jesús, por el que se manifestó a sus discípulos15, fue de carácter material. María aparece en Caná, donde, «manifestando al Hijo con delicada súplica una necesidad temporal, obtiene también un efecto de gracia: que Jesús, realizando el primero de sus “signos”, confirme a los discípulos en la fe en Él». Por la unidad de vida, todos los bienes de carácter material redundan, de algún modo, en la gloria de Dios.
Aquel milagro de Caná, realizado por intercesión de María, nos anima y nos mueve a pedir también gracias de carácter temporal, que nos son necesarias o convenientes en la vida corriente: ayudas para salir adelante en un apuro económico, la curación de una enfermedad, superar un examen difícil para el que hemos estudiado… «Uno pide en la oración le conceda mujer para esposa según su deseo, otro pide una casa de campo, otro un vestido y otro pide se le den alimentos. Efectivamente, cuando hay necesidad de estas cosas debemos pedírselas a Dios Todopoderoso; pero debemos tener siempre presente en nuestra memoria el mandato de nuestro Redentor: Buscad primero el reino de Dios y su justicia y las demás cosas se os darán por añadidura (Mt 6, 33)»17. No dediquemos lo mejor de nuestra oración a pedir solo las «añadiduras».
Al Señor le es muy grato que le solicitemos gracias y ayudas para los demás, y que encarguemos a otras personas que recen por nosotros y por nuestro apostolado: «“Reza por mí”, le pedí como hago siempre. Y me contestó asombrado: “¿pero es que le pasa algo?”.
»Hube de aclararle que a todos nos sucede o nos ocurre algo en cualquier instante; y le añadí que, cuando falta la oración, “pasan y pesan más cosas”». Y la oración las evita y alivia.
Nuestra oración debe estar llena de abandono en Dios y de profundo sentido sobrenatural, pues –decía Juan Pablo II– se trata de cumplir la obra de Dios, y no la nuestra. Se trata de cumplirla según su inspiración y no según nuestros propios sentimientos. La Virgen Nuestra Señora enderezará todas las peticiones que no sean del todo rectas, para obtener siempre lo mejor. En el Santo Rosario tenemos un «arma poderosa»20 para alcanzar de Dios tantas ayudas como diariamente necesitamos, nosotros y aquellas personas por las que rogamos.
Te pedimos, Señor, que nosotros tus siervos gocemos siempre de salud de alma y cuerpo, y, por la intercesión de Santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo.