Tongolele, la legendaria estrella que aún con Alzheimer sigue bailando todos los días
Domingo 19 de noviembre de 2023
Los estragos de la edad son inevitables y nos alcanzan a todos; las estrellas de cine no son la excepción, aunque el caso de Yolanda Montes, ‘Tongolele’ es muy particular, porque aunque el Alzheimer la ha alejado del mundo artístico —y de la realidad- hay algo que sigue manteniéndose vivo en ella: su innato deseo de bailar, algo que, pese a la enfermedad degenerativa que padece en su cerebro, no ha dejado de hacer.
Su nombre es sinónimo de la danza exótica, del ritmo tropical llevado al extremo. Aunque curiosamente, Yolanda Yvonne Farrington Montes, no proviene del Pacífico sur, sino del norte, más específicamente en Spokane, Washington, donde nació el 3 de enero de 1932.
Proveniente de una familia multicultural – su padre era mexicano, de ascendencia sueca y su madre estadounidense de padre inglés y madre tahitiana-, Yolanda comenzó a bailar desde niña, y llegó a formar parte del ballet de San Francisco. Ahí fue descubierta por el empresario Américo Mancini y su esposa, quienes la vieron participar en un revue de ritmos exóticos.
A los 15 años, Montes llegó a México para trabajar a las órdenes de Mancini en el teatro Tívoli; la mudanza la hizo acompañada por su madre, y conmocionó al público, de ahí que su entrada al medio del espectáculo nacional fuera todo un suceso. No obstante, puso a temblar a la Liga de la Decencia y a las autoridades eclesiásticas que la condenaron por su manera de bailar, algo que vino a sentar un precedente, ya que también denunciaron a otras «exóticas» de la época como Su Mu Key, y la hermana de esta, Margo, bailarinas de origen asiático que posteriormente crearían el célebre Teatro Blanquita, que por décadas fue un referente en la vida nocturna de México.
Su nombre artístico, «Tongolele», lo eligió después de ver una larga lista, y le gustó por ser mitad africano y mitad tahitiano.
Aunque bailaba en cabarets, Yolanda era en realidad una joven más apegada a su familia y al hábito de la lectura. Como no pudo terminar sus estudios de high school en Estados Unidos, recibió lecciones en casa para completar su educación, además de tomar clases de español – su dominio del idioma no era muy fluido cuando llegó a México- y francés. La señora Mancini fue quien le ayudó a crear su imagen que se volvió emblemática, haciendo que en su cabellera negra y opulenta, hubiera un mechón platinado, algo que comenzó a imitarse en salones de belleza de la ciudad de México.
Yolanda fue bautizada por el periodista mexicano Carlos Estrada Lang como «La reina de las danzas tahitianas», ya que cada noche congregaba a un amplio público masculino que adoraba su perfecta silueta y sus movimientos felinos que marcaron una época en México. En 1948 conoció al que sería su marido, el cubano Joaquín González, quien fue conocido como «El Mago del Tambor«, por la forma tan magistral como tocaba los instrumentos de percusión. Ellos estuvieron casados hasta la muerte de él, en 1996, y siempre se refirió a él como «El amor de mi vida».
En 1947, con el crédito de «Tongolele» rodó en México su primera película titulada ‘Nocturno de amor‘, en la que trabajó con Miroslava Stern y Víctor Junco, y donde tuvo una participación bailando, pero sin diálogos, ya que su fuerte acento estadounidense y su escaso manejo del español chocaban con su aspecto, acentuado por enormes ojos azules.
En 1948 filmó ‘Han matado a Tongolele‘, y luego actuó en ‘El rey del barrio’, ‘Mátenme porque me muero’, ambas al lado de Germán Valdés, ‘Tin-Tán’; ‘Sí, mi vida’, ‘El mensaje de la muerte‘, y ‘Había una vez un marido‘, entre otros filmes, principalmente de comedia, en los que usualmente interpretaba variaciones de sí misma, como una de las grandes ‘rumberas’ como Ninón Sevilla, Meche Barba y María Antonieta Pons.
Sus hijos gemelos Rubén y Ricardo nacieron en 1950 y al mes de haber dado a luz volvió a bailar. Tres meses después se presentó en el Tropicana de La Habana, con un éxito apoteósico. En 1956 tomó una pausa para dedicarse a su familia (sus hijos empezaron la escuela en EEUU) y durante 10 años se mantuvo apartada de los escenarios, volviendo por sus fueros en 1965.
Desde entonces Yolanda se mantuvo en activo hasta 2015, con participaciones en teatro musical -en los 60 grabó su único disco para la CBS, ‘Tongolele canta para usted’– y en telenovelas como ‘Salomé‘, en la que interpretaba a la dueña de un cabaret, que sufre porque su hijo travesti (Rodrigo Vidal), se contagia de VIH y muere. En la vida real, Yolanda fue de las primeras figuras públicas en desestigmatizar el SIDA, participando en eventos y campañas organizados por activistas y organizaciones sin fines de lucro, para concientizar a la población sobre esta pandemia.
A principios de la década del 2000, debutó en la escultura y la pintura, recreando imágenes africanas (continente que visitó en numerosas ocasiones) y participando en tres exposiciones (dos colectivas y una individual) vendiendo muy bien su obra.
Fue desde 2010 que Yolanda comenzó a presentar síntomas de lo que al principio se diagnosticó como demencia senil; posteriormente se especificó que se trataba de Alzheimer. Esto precipitó desde 2015 su retiro total de la vida pública. Sin embargo trascendió que si bien Yolanda había sufrido un fuerte deterioro en su memoria y no podía ya reconocer a mucha gente que la rodeaba, salvo sus hijos y sus cuidadores, hay un detalle que no olvida: todos los días, sin fecha de calendario que medie, ocupa al menos una hora en bailar en el estudio que tiene en su residencia al sur de la ciudad de México, practicando las mismas rutinas de ritmos caribeños y afroantillanos que la hicieron famosa.
Esto fue aprobado por sus médicos como parte del tratamiento que recibe para ralentizar los terribles efectos de la enfermedad en sus neuroconductores, y terapéuticamente no solo ha servido para mantenerla sana y en forma, es también, en cierta forma, un modo de permanecer en ese mundo en el que se hizo leyenda y que hoy, ya no existe, excepto en los bailes que con disciplina practica.