María, corredentora con Cristo
Domingo 2 de julio de 2023
Desde la Cruz, Jesús confía su Cuerpo Místico, la Iglesia, a Santa María, en la persona de San Juan.
Sabía que constantemente necesitaríamos de una Madre que nos protegiera, que nos levantara y que intercediera por nosotros.
A partir de ese momento, «Ella lo custodia y custodiará con la misma fidelidad y la misma fuerza con que custodió a su Primogénito: desde el portal de Belén, a través del Calvario, hasta el Cenáculo de Pentecostés, donde tuvo lugar el nacimiento de la Iglesia. María está presente en todas las vicisitudes de la Iglesia (…).
De modo muy particular está unida a la Iglesia en los momentos más difíciles de su historia (…).
María aparece particularmente cercana a la Iglesia, porque la Iglesia es siempre como su Cristo, primero Niño, y después Crucificado y Resucitado».
La Virgen Santa María intercede para que Dios imprima en las almas de los cristianos el mismo afán que puso en la suya, el deseo corredentor de que vuelvan a ser amigos de Dios todos los hombres.
«La fe, la esperanza y la ardiente caridad de la Virgen en la cima del Gólgota, que la hacen Corredentora con Cristo de modo eminente, son también una invitación a crecernos, a ser fuertes humana y sobrenaturalmente ante las dificultades externas; a insistir, sin desanimarnos, en la acción apostólica, aunque en alguna ocasión parezca que no hay frutos, o el horizonte aparezca oscurecido por la potencia del mal.
«Luchemos –¡lucha tú!– contra ese acostumbramiento, contra ese ir tirando monótonamente, contra ese conformismo que equivale a la inacción.
Mira a Cristo en la Cruz, mira a Santa María junto a la Cruz: ante su mirada se abren cauce, con seguridad pasmosa, la traición, la burla, los insultos…; pero Cristo, y secundando esa acción redentora, María, siguen fuertes, perseverantes, llenos de paz, con optimismo en el dolor, cumpliendo la misión que la Trinidad les ha confiado.
Es un aldabonazo para cada uno de nosotros, recordándonos que a la hora del dolor, de la fatiga y de la contradicción más horrenda, Cristo –y tú y yo hemos de ser otros Cristos– da cumplimiento a su misión (…). Me decido a aconsejarte que vuelvas tus ojos a la Virgen, y le pidas, para ti y para todos: Madre, que tengamos confianza absoluta en la acción redentora de Jesús, y que –como tú, Madre– queramos ser corredentores…».
Participar en la Redención, cooperar en la santificación del mundo, salvar almas para la eternidad: ¿cabe un ideal más grande para llenar toda una vida?
La Virgen corredime ahora junto a su Hijo en el Calvario, pero también lo hizo cuando pronunció su fiat al recibir la embajada del Ángel, y en Belén, y en el tiempo que permaneció en Egipto, y en su vida corriente de Nazaret…
Como Ella, podemos ser corredentores todas las horas del día, si las llenamos de oración, si trabajamos a conciencia, si vivimos una amable caridad con quienes encontremos en nuestras tareas, en la familia…, si ofrecemos con serenidad las contrariedades que cada día lleva consigo.