No valen las excusas
Lunes 19 de junio de 2023
Las excusas que nos pueden surgir para no llevar a otros a Cristo son abundantes: falta de medios, de la suficiente preparación, de tiempo, lo reducido del lugar donde se desenvuelve nuestra existencia o la enormidad de las distancias de la gran ciudad en la que vivimos…, pero el Señor nos sigue diciendo a todos, y muy especialmente en este tiempo de tantos abandonos, que la mies es mucha, y los obreros son pocos.
Y las mieses que no se recogen a tiempo, se pierden. San Juan Crisóstomo nos dejó estas palabras, que pueden ayudarnos a examinar en nuestra oración si nos excusamos fácilmente ante ese noble deber al que el Señor nos llama: «Nada hay más frío –dice el santo– que un cristiano despreocupado de la salvación ajena.
No puedes aducir tu pobreza económica como pretexto. La viejecita que dio sus monedas te acusará. El mismo Pedro dijo: No tengo oro ni plata (Hech 3, 6). Y Pablo era tan pobre que muchas veces padecía hambre y carecía de lo necesario para vivir. Tú no puedes pretextar tu humilde origen: ellos eran también personas humildes, de modesta condición. Ni la ignorancia te servirá de excusa: todos ellos eran hombres sin letras. Seas esclavo o fugitivo, puedes cumplir lo que de ti depende. Tal fue Onésimo, y mira cuál fue su vocación…
No aduzcas la enfermedad como pretexto, Timoteo estaba sometido a frecuentes achaques (…). Cada uno puede ser útil a su prójimo, si quiere hacer lo que puede». Y nosotros queremos ser fieles al Señor: llevar a cabo lo que está en nuestras manos.
«La mies es mucha, pero los obreros son pocos… Al escuchar esto –comenta San Gregorio Magno– no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que hay personas que desean escuchar cosas buenas; faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas».
Para que haya muchos buenos obreros que trabajen codo a codo en este campo del mundo, cada uno en su lugar, el mismo Señor nos enseña el camino a seguir: rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Jesús nos invita a orar para que Dios despierte en el alma de muchos el deseo de una mayor correspondencia en este quehacer de salvación.
«La oración es el medio más eficaz de proselitismo», de lograr que muchos descubran la vocación a la que Dios les llama. El afán de vocaciones ha de traducirse, en primer lugar, en una petición continuada, confiada y humilde.
Todos los cristianos debemos rezar para que el Señor envíe obreros a su mies. Y si nos dirijimos al Señor en petición de vocaciones, nosotros mismos nos sentiremos llamados a participar con mucha más audacia en esta labor apostólica, además de conseguir del Señor operarios para su campo.