Religión

Sede papal vacante

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Martes 28 de marzo de 2023

(Por Jose Alberto Villasana)

Benedicto XVI fue el último Papa de esta era de la Iglesia. La Sede Apostólica está vacante, tomada por un antipapa impostor que no posee el cargo de Sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo. Ahora, un grupo de obispos fieles al Evangelio, al Magisterio auténtico y a la Tradición, tendrá que elegir al sucesor de Benedicto, el verdadero Papa que astutamente conservo el “munus petrinum”, la Iglesia se encuentra sin cabeza, y no se podrá recurrir a un cónclave válido con los cardenales inválidos nombrados por Jorge Mario Bergogio. Está todo en manos del cielo.

conveniente abandonar el ejercicio activo del ministerio que es propio del obispo de Roma, pero no al munus petrinum, el que Dios le confirió desde 2005, el cargo de ser el Vicario de Cristo hasta la muerte.

Así lo estableció claramente en los Decretos de su Renuncia (del 11 y del 27 de febrero de 2013): que no dejaba el ministerio petrino (munus petrinum, el cargo de ser el Vicario de Cristo y sucesor de San Pedro), sino solamente al ministerio activo del obispo de Roma. No puede haber dos Papas con el munus petrinum.

Definitivamente, el Papa Benedicto BXVI fue el katejon de esta era de la Iglesia, aquel que ha retrasado la manifestación pública del anticristo y ha obligado a que los enemigos de la Iglesia salieran a la luz. Dice San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses 2:7-8: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; tan solo con quitar de enmedio a aquél que lo retiene, entonces se manifestará el impío”.

Dice así en el texto de la renunicia de Benedicto XVI (párrafo 11): “Permitidme aquí volver de nuevo al 19 de abril de 2005. La seriedad de la decisión reside precisamente también en el hecho de que a partir de aquel momento me comprometía siempre y para siempre con el Señor. Siempre: quien asume el ministerio petrino (munus petrinum) ya no tiene ninguna privacidad (…). El “siempre” es también un “para siempre” –ya no existe una vuelta a lo privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio no revoca esto”.

Así de sencillo. ¿Por qué fue inválida la renuncia del Papa Benedicto XVI al cargo petrino? Simplemente PORQUE NO QUISO RENUNCIAR A ÉL. Sólo quiso renunciar al ejercicio activo de éste que, según su propio Decreto, atañe al obispo de Roma pero no es intrínseco a él (distinción ilícita pero que él pudo hacer como legislador supremo de la Iglesia).

Cuando el periodista Peter Seewald le preguntó sobre el sentido de su renuncia, el Papa Benedicto XVI respondió que él hizo la misma renuncia del último Papa que renunció en la Iglesia, mil años antes que él, Benedicto VIII. Esto no es cierto, pero es muy elocuente. En realidad, el último Papa que renunció entes de Benedicto XVI fue Gregorio XII, en 1415, no hace mil años, sino hace 598 años. Esto ilumina toda la cuestión pues hace mil años, Benedicto VIII renunció solo al ministerio de Roma (no al munus petrinum) para favorecer al emperador Enrique de Sajonia y tranquilizar la disputa que éste tenía con los Crescencio, aceptando el Papa Benedicto VIII ser expulsado de Roma. Él renunció únicamente al ministerium (ejercicio activo) teniendo paciencia con los adversarios pero consciente de que no había renunciado al munus petrinum. Los Cresencio pusieron como antipapa a Gregorio VI. Pero un año y medio más tarde toda esa simulación cayó y volvieron a reponer al verdadero Papa a Benedicto VIII que nunca había perdido el ministerio petrino.

Adicionalmente, en una carta personal enviada al cardenal Walter Brandmüller, el Papa BXVI aceptó que el status de Papa “Emérito” no existe en el Derecho Canónico: según los Decretos papales anteriores debió haber vuelto a ser cardenal (como en el caso de la renuncia del Papa Gregorio XII quien volvió a ser cardenal Angelo Correr, o la renuncia del Papa Celestino V, quien volvió a ser el monje Pietro Murone).

Benedicto XVI dijo que inventó el status de “Emérito” y no observó lo establecido en los Decretos establecidos por los anteriores Papas renunciantes (Gregorio XII y Celestino V) que establecen cómo debe ser la renuncia: renunciando explítamente al munus y haciendo a un lado todas las prerrogativas papales (seguir vestido de blanco, llamándose Papa, con el apelativo Su Santidad, con el nombre Benedicto XVI, con el anillo del pescador y permaneciendo en El Vaticano). Él no observó esas prescripciones, explica en su carta al cardenal Brandmüller, pues era “la única manera de mantenerme absolutamente inaccesible a los medios de comunicación”.

El Decretal de Bonifacio VIII es claro (in 6°, 1.1, T.7, cap. 1) De Renunciatione se lee: «renunciare valeat Papatui, eiusque oneri, et honori…”. Es decir, se establece que debe renunciar explícitamente a su cargo y a todos sus honores.

Benedicto XVI tampoco usó la fórmula empleada para renunciar usada por el Papa Celestino V: «cedo Papatui, et expresse renuncio loco, et dignitati, oneri, et honori» («me retiro del Papado y, expresamente, renuncio al lugar y a sus dignidades, cargas y honores»). Por todo ello, cualquier canonista puede deducir que nunca hubo una sede vacante (abdictaria), sino solo una sede impedida (a más exactamente auto-impedida).

A partir de que el Santo Padre Benedicto XVI ha muerto, Ahora sí hay Sede vacante, la Iglesia no tiene cabeza. Jorge Mario Bergoglio no posee el munus petrinum, solo hace las veces de “Papa” siendo un impostor. Ahora, un pequeño grupo de obispos fieles al Evangelio, a la Tradición y al Magisterio auténtico tendrán que elegir a un Papa verdadero, un sucesor de Benedicto XVI, a fin de poner fin a la Sede vacante que hoy tenemos. Ya no volverá a haber otro cónclave como ahora lo conocemos. Hoy día, en varios idiomas y países se están llevando a cabo congresos de teólogos y canonistas acerca de esta cuestión, y todos coinciden en lo mismo: la renuncia del Papa Benedicto XVI fue inválida, hay Sede vacante, y basta que un pequeño grupo de obispos pertenecientes a la verdadera Iglesia se reúna para elegir un nuevo Vicario de Cristo.

En sí mismos, como lo vemos en la historia de la Iglesia, los cardenales no son necesarios para una elección. La figura de cardenal se creó en el siglo IV para que los obispos y sacerdotes que vivían en Roma ayudaran al Papa en sus distintas labores. Pero al inicio del cristianismo no eran los “electores”. Bastaba que se reuniera un grupo de obispos, incluso a veces solo un triunvirato de un arzobispo, un obispo y un sacerdote de prestigio doctrinal y moral, y entre esos tres elegían al Papa.

Y durante los dos mil años de la Iglesia se han elegido diversos Papas sin el consenso de todos los obispos o cardenales. Destaca el caso del Papa Honorio II. Se rodeó de un grupo de ocho obispos de prestigio doctrinal y moral a quienes nombró electores. Cuándo Honorio falleció, los obispos eligieron a Inocencio II. La facción contraria, que era mayoría, eligió al cardenal Pierleoni como Anacleto II, quien resultó ser, a pesar de eso, un antipapa. El cisma requirió varios años para resolverse.

Adicionalmente, en la Declaratio de la “renuncia” del Papa Benedicto XVI (la del 11 y la del 27 de febrero) tal y como fue oficialmente difundido por El Vaticano y publicado en L´Osservatore Romano, varios solecismos muy evidentes, es decir, errores sintácticos que consisten en poner de forma incorrecta los elementos de una frase.

El más grave, en la parte medular de la renuncia se lee: “declaro me ministerio Episcopi Romae Successoris Sancti Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commissum renuntiare” (en español: “yo declaro renunciar al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me ha sido confiado por las manos de los cardenales el 19 de abril de 2005″). Esa frase es totalmente ininteligible, al contener un error gramatical, pues “commissum”, que depende de “ministerio”, es complemento del verbo renuntiare, por lo cual debería estar en dativo, en concordancia con él, es decir, debería decir commisso. Más de cinco errores se encontraban en el texto escrito por el Papa Benedicto XVI en Latín, que después corrigió El Vaticano en su versión digital pero que sí se pueden escuchar en el video.

Ahora bien, en Derecho Canónico, todo escrito legislativo que contenga una falta de Latín es nulo. Ya el Papa San Gregorio VII (cfr. Registrum 1.33) declaró nulo un privilegio acordado a un monasterio por su predecesor Alejandro II, “en razón de la corrupción de la latinidad”.

Otro ejemplo. En la epístola decretal Ad audientiam, del Papa Lucius III, que se encuentra en el cuerpo del derecho canónico (cfr. Epístolas decretales de Gregorio IX, de Rescriptis, c. XI) se establece que “la falsa latinidad invalida un rescrito papal”. En ese decreto, el Papa prohibió dar crédito a cualquier documento pontificio “si contiene una falta de construcción evidente”.

En conclusión, no parece que los errores de Latín cometidos por Benedicto XVI hayan sido una indolencia, sino un propósito intencional, lo cual nos estaría hablando de la nulidad absoluta del decreto pontificio. Otro código oculto del Código Ratzinger. Máxime cuando Benedicto XVI le dijo al periodista Peter Seewald que escribió su “renuncia” en latín pues es el idioma que él dominaba, y temía cometer errores en italiano.

¿Cuánto puede durar la Iglesia sin un Papa válido? Primeramente hay que señalar que en diversas ocasiones la Iglesia se ha quedado sin papa, sin cabeza visible en la tierra, un año, dos, y hasta tres años. Por otro lado, el primer antipapa de la Iglesia, San Hipólito de Roma, murió mártir y estuvo al frente de la Iglesia 18 años. Han habido 38 antipapas en la historia de la Iglesia.

Finalmente, tenemos que iluminar esta situación con el caso de San Atanasio. La inmensa mayoría consideran en este momento a Jorge Mario Bergoglio como un Papa válido, se reza por él en la Misa, si bien pocos leen sus declaraciones, varias de ellas heréticas. Pero la fe no es cuestión de estadísticas, de números o de mayoría democrática. A inicios del siglo IV prácticamente todos los obispos, incluído el Papa, habían caído en la herejía arriana que sostenía la idea de un Cristo muy elevado y asumido por Dios, pero no verdadero Dios. Solamente San Atanasio sostenía lo contrario, por lo cual fue rechazado, torturado, encarcelado y desterrado. Pero gracias a él, gracias a un solo obispo, se salvó la fe de la Iglesia, que fue finalmente aceptada en el Conciclio de Nicea en el 325.

Lo que sucedió a San Atanasio, aconteció al Papa Benedicto XVI, y hoy heredamos sus consecuencias.

P.S. Por cierto, el principio de derecho canónico “pacifica universalis ecclesiae adahesio”, que algunos pretenden traducir en que, si la mayoría de la Iglesia aceptó a Bergoglio como verdadero Papa entonces sí lo es, no aplica en este caso, ni una vez muerto el verdadero Papa, pues ese principio, aprobado por la Bula “Inter cultos” del Papa Martín V, presupone claramente que la elección del Papa haya sido válida, sin ninguna irregularidad canónica, cosa que en el caso de Francisco no se dió.

Tampoco es válida la tesis de que el munus petrinum pasa automaticamente al antipapa Francisco. Debe realizarse necesariamente la elección de un Papa válido. Y en él, no puede participar ningún cardenal inválido nombrado por Bergoglio. Basta que hubiese un cardenal inválido para que el electo sea un antipapa.

La Iglesia no posee actualente esctructura jurídica, estando en entredicho por la figura de un antipapa que ha usurpado el trono de Pedro. Y cuando la ley eclesial se desmorona al punto que las “autoridades eclesiales” ordenan algo contrario al verdadero y supremo Magisterio de la Tradición, deben ser desobedecidas, antes que desobedecer a Dios. Es acorde a la Ley Natural y al Derecho Apostólico (establecido por los apóstoles) que se requiere adhesión a los ritos tradicionales y a la doctrina de la verdadera Iglesia. Las “autoridades eclesiales” que siguen los dictados de un antipapa no tienen la autoridad de Dios para abolir la vida de la Iglesia y reemplazarla por algo herético imponiendo un cristianismo pervertido y falso en el nombre de la “obediencia”. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5, 29).

Cuando las reglas jerárquicas se resquebrajan, afirma el Papa Gregorio XVI, la Iglesia vuelve a su orden primitivo, y los obispos y sacerdotes vuelven a ser independientes, como al inicio, y su jurisdicción se ajusta al principio de le Ley Natural y a la Ley Apostólica (la del Evangelio) reconocido este principio explícitamente por canonistas desde el siglo 12. Dios iluminará la conciencia de cada católico, pero no es necesario obedecer a un antipapa, el cual está ya fuera de la verdadera Iglesia. Es preciso edificar la verdadera nueva Iglesia de Cristo, la cual tiene la asistencia del Espíritua Santo, no la de satanás, como la iglesia masónico, jesuita, comunista y apóstata de Bergoglio

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