Solo el Cristianismo elevó la condición de la mujer, liberándola auténticamente
Viernes 17 de febrero de 2023
1.- Porque le enseñó al mundo que ante Dios, el hombre y la mujer, tienen el mismo valor moral y espiritual (Gálatas 3:28).
Los gentiles consideraban a la mujer espiritualmente inferior.
Platón escribió: Solo los hombres son creados directamente por los dioses y reciben almas … pero aquellos que son cobardes o llevan vidas injustas, pueden con razón suponerse que se han convertido en la naturaleza de las mujeres en la segunda generación (Timeo, 90e).
Los judíos consideraban el sexo femenino ritualmente impuro e inclinado a la inmoralidad.
Durante milenios (aún hoy), los varones judíos leen la siguiente oración por la mañana: Gracias Dios por no hacerme un gentil, un esclavo o una mujer (Siddur Ashkenaz).
- Porque el cristianismo le quitó el derecho al patriarca de la familia, de acabar con la vida o casar a la fuerza a sus hijas.
En el mundo pagano, especialmente en el grecorromano, el padre tenía pleno derecho moral y legal para abortar a sus hijos y en dos casos particulares, incluso los más grandes filósofos como Aristóteles y Platón, casi lo exigían como deberes cívicos: en el caso de nacer un niño deforme o en el caso de tener una segunda hija.
Tener más de una hija, para el mundo pagano, era visto casi como una maldición de los dioses.
Aquí las palabras de una carta que data del siglo I escrita por un hombre llamado Hilarión a su esposa Alis:
Te pido y te suplico que cuides bien de nuestro hijo. Si das a luz antes que yo regrese a casa, si es niño consérvalo, si es niña, descártala.
Esta no era la excepción de un padre despiadado; era la norma y la expectativa de todos los buenos ciudadanos.
En cuanto a la práctica judía, aunque no llegó tan lejos en este sentido (más alla que el judaísmo no se opone en principio al aborto), junto con los gentiles, daba al padre pleno derecho para concertar matrimonios para sus hijas, incluso antes de que fueran adultas y pudieran opinar.
Esto, por supuesto, significaba que las mujeres tenían poco o ningún poder para elegir sus parejas, cuándo y a qué edad casarse y el número de hijos que tendrían.
Para la mentalidad del mundo precristiano, la mujer era un tipo de mercancía, primero del padre y luego del marido.
- El cristianismo acabó con lo que junto con la esclavitud, es quizá una de las prácticas humanas más universales y antiguas: la poligamia (por cierto, aún hoy, en pleno 2023, en culturas no cristianas, la poligamia sigue siendo norma).
Se lee en Efesios 5:25: Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella. Estas son quizá las palabras que más han revolucionado la interacción hombre-mujer y contribuido al mejoramiento de las condiciones de vida femeninas.
A través de todas las culturas, tiempos, etnias y religiones, la mujer era parte del botín. Conquistaban otras tribus, para tomar sus riquezas y sus mujeres, y distribuirlas entre los hombres.
No importaba si ya había una esposa en casa esperando con los niños, podía agregarse otra mujer a la colección.
La prostitución, en similar manera, también era vista como un vicio ligero. De hecho, para muchas culturas, era una institución necesaria para mantener a los hombres bajo control.
El divorcio era fácil, era un derecho del hombre, e incluso alabado, lo que conducía a la poligamia en serie (varias esposas en diferentes tiempos).
Así de cruel para con las mujeres, era el mundo pre-Cristiano.
Pero en Cristo y específicamente, en la forma en que los Apóstoles reorientaron la dinámica esposo-esposa a partir de la relación Cristo-Iglesia, la mujer ya no era parte del botín, o una cosa para descartarse cuando no cumplía con las expectativas del marido.
Con el Cristianismo, la mujer era la esencia del hombre: amar a la esposa, era amarse a sí mismo (Ef. 5:28).
Así, la dinámica hombre-mujer ya no podía basarse principalmente sobre el poder o el control despótico, sino sobre el amor, la amistad y la fidelidad.
Y esto, más allá de cualquier otra cosa en la historia humana, elevó a la mujer y dignificó su condición.
En suma, solo el Cristianismo le enseñó (y lo seguirá haciendo hasta el fin del tiempo) a los hombres de todas partes del mundo cómo amar a la mujer, haciéndolo tal y como Cristo nos amó.
Nada, ninguna ideología, reforma política o filosofía elevada, tiene el poder de revolucionar y mejorar la condición femenina, parte esencial de nuestra condición humana, como esta verdad central de la Fe Cristiana.
Dios, Patria y Libertad