SAN JESÚS MÉNDEZ MONTOYA, MÁRTIR DE LA EUCARISTÍA
Lunes 6 de febrero de 2023
Nació en Tarímbaro, Michoacán, el 10 de junio de 1880, hijo de Florentino Méndez y de Maria Cornelia Montoya.
Fue bautizado en la iglesia parroquial del lugar el 12 del mismo mes y recibió el sacramento de la confirmación ahí mismo el 12 de septiembre de 1881.
Creció Jesús Méndez en el ambiente sano de los pueblos. Sus estudios primarios los realizó en la escuela oficial. Ingresó al Seminario de Morelia a los 14 años de edad, dedicándose con tesón al estudio.
Su familia era muy pobre y algunos vecinos de su pueblo natal le ayudaban con gusto a su sostenimiento, lo mismo que toda su familia, en cuanto podía.
El 23 de julio de 1905 recibió el diaconado y fue ordenado sacerdote el 3 de junio de 1906 por imposición de manos del señor arzobispo Atenógenes Silva. Cantó su Primera Misa en su pueblo natal el 22 de junio del mismo año.
Desempeñó su ministerio sacerdotal en las siguientes parroquias: San Juan Huetamo, Mich., como vicario cooperador, de 1906 a 1907, en donde sufrió un agotamiento nervioso que alarmó a sus familiares.
Una vez repuesto de eso, se le mandó a Pedernales, en donde permaneció de abril de 1907 a febrero de 1913, pero de nuevo los nervios lo volvieron a traicionar, por lo que el señor arzobispo lo envió a Valtierrilla, Guanajuato, para que mejorara de salud.
En todas partes trabajó mucho. Se distinguió también por su devoción a la Santísima Virgen a la que procuraba venerar y honrar de una manera especial en las fiestas marianas, que celebraba con la mayor solemnidad posible.
Fundó y atendió asociaciones parroquiales: Catecismo, Apostolado de la Oración, Vela Perpetua, Hijas del María, Obreros Guadalupanos. Objeto especial de su preocupación pastoral fue la atención a la escuela parroquial. Promovió obras sociales y fundó una cooperativa de consumo.
En Valtierrilla, como en muchas otras partes, durante la persecución callista, muchos sacerdotes se alejaron de sus parroquias para esconderse buscando siempre lugares más seguros, pero el Padre Méndez siguió al pie del cañón aunque ejerciendo su ministerio de manera oculta, celebrando su misa muy temprano y, asimismo, bautizaba y confesaba a esas horas.
También por las noches salía a bautizar a las casas. Durante el día se dedicaba a atender a los enfermos.
Agotados los recursos pacíficos y legales para que se derogasen las leyes persecutorias, en diversos lugares de la Patria comenzaron a tomarse las armas en acto de legítima defensa.
Algunos en Vatierrilla quisieron sumarse a los cristeros y fijaron como fecha para el levantamiento el 5 de febrero de 1928, pero fueron delatados y vinieron los soldados de Sarabia, poblado cercano, a sofocar el levantamiento. El Padre Méndez nada tuvo que ver con ese asunto ya que jamás empuñó las armas.
El día cinco señalado, estaba el Padre Méndez terminando de celebrar su misa en una dependencia de la notaria cuando se oyeron los primeros disparos de la fuerza federal, que venían entrando al pueblo en busca de los que se iban a levantar en armas.
El Padre Méndez ante el inminente peligro, tomó el copón con las Hostias consagradas y lo escondió bajo su sarape, con el cual se cobijaba cuando hacía frío, mas sintió la necesidad de proteger mucho más al Santísimo y por lo mismo, trató de no hacerse visible.
Saltó por una ventana de la notaría que estaba al pie de la torre del templo. Los soldados, que se habían subido precisamente a lo alto del campanario para poder vigilar mejor los movimientos del pueblo, vieron que alguien abría la ventana tratando de escapar y avisaron a los de abajo, quienes hicieron salir al Padre Jesús.
Cuando vieron al padre, sin conocerlo, deben haber pensado que se trataba de algún cristero, creían que bajo la cobija llevaba alguna arma y le exigían que la entregara, a lo que respondió que no tenía arma.
Recibieron la orden de registrarlo, un soldado dio un jalón a la cobija descubriendo el copón que apretaba contra su pecho. Le hicieron la clásica pregunta: «¿Es usted Cura?» a lo cual respondió: «Sí soy Cura». Esto bastó para que lo aprehendieran.
El Padre Méndez les dijo: «A ustedes no les sirven las Hostias consagradas, dénmelas». Pidió a los soldados unos momentos para recogerse en oración, se puso de rodillas y comulgó.
Dijeron después los soldados: «No queremos alhajas, deles esa joya a las viejas», refiriéndose a la hermana del padre, Luisa, y a la sirvienta de esta, María Concepción, que trataban de defender al sacerdote.
Les entregó el copón diciéndoles: «Cuídenlo y déjenme, es la voluntad de Dios», y dirigiéndose a los soldados: «Ahora haced de mí lo que queráis; estoy dispuesto».
Seis u ocho soldados lo llevaron al lugar del sacrificio, distante una media cuadra de la plaza. Lo sentaron en un tronco que había ahí, en medio de dos soldados. El capitán Muñiz intentó dispararle, pero la pistola no funcionó. Ordenó entonces a los soldados que le dispararan. Tres veces lo hizo cada uno con su rifle, pero ninguno hizo blanco, sea porque no hayan querido o no hayan podido hacerlo.
Enfadado el capitán, ordenó al prisionero que se pusiera de pie, lo registró y le quitó el crucifijo y unas medallas que traía, lo colocó junto a unos magueyes y le disparó. El Padre Jesús cayó al suelo ya muerto. Eran aproximadamente las siete de la mañana del día 5 de febrero de 1928.
Como a las tres de la tarde de ese mismo día 5, los restos del sacerdote mártir fueron llevados a Cortazar en una camioneta de redilas, propiedad del gobierno.
En ese lugar los soldados lo pusieron junto a la vía del tren, con el fin de que cuando este pasara lo destrozara, no sin antes hacer desfilar a todas las personas de Valtierrilla, Gto., que se habían llevado en calidad de detenidos.
Las mujeres de los oficiales, más sensatas y valientes, fueron a la vía del tren a quitar el cuerpo de ahí para llevarlo hacia un portalillo cercano.
Acto seguido, los soldados cavaron una fosa en el machero de los caballos para enterrarlo, pero las soldaderas se opusieron, y como el señor Elías Torres les pidió el cuerpo para sepultarlo, se lo concedieron.
Un carpintero de Sarabia, Alberto Delgado, hizo el ataúd y fue velado el cuerpo en el portal de los Carmona y sepultado en Cortazar por Elías Torres.
El Padre Jesús Méndez Montoya fue sacrificado por odio a la fe. él conocía los riesgos de su ministerio; sin embargo jamás abandonó a su feligresía y en muchas ocasiones expresó su deseo de ser mártir.
Cinco años después, el Padre Segoviano, Vicario de Valtierrilla, junto con su feligresía fueron a Cortazar y exhumó los restos que fueron identificados por el señor Elías Torres; los familiares también los identificaron por un mechón blanco que tenía en el cabello y por la ropa que vestía. Además, el sitio de la sepultura era conocido por la gente del lugar.
El Padre Segoviano depositó la urna con los restos en el piso del presbiterio de la iglesia parroquial de Valtierrilla, Guanajuato, donde permanecen hasta la fecha.
El Padre Jesús Méndez Montoya fue declarado Beato por S.S. el Papa Juan Pablo II en la ceremonia efectuada en la Basílica de San Pedro en Roma, Festividad de Cristo Rey, el día 22 de noviembre de 1992, en compañía de sus 24 compañeros Mártires Mexicanos.
Fue Canonizado el 24 de mayo del año 2000 por El Papa Juan Pablo II.