Humildad de la Virgen
Viernes 23 de diciembre de 2022
La virtud de la humildad –que tanto se transparenta en la vida de la Virgen– es la verdad, es el reconocimiento verdadero de lo que somos y valemos ante Dios y ante los demás; es también el vaciarnos de nosotros mismos y dejar que Dios obre en nosotros con su gracia.
«Es rechazo de las apariencias y de la superficialidad; es la expresión de la profundidad del espíritu humano; es condición de su grandeza.
La humildad se apoya en la conciencia del puesto que ocupamos frente a Dios y frente a los hombres, y en la sabia moderación de nuestros siempre desmesurados deseos de gloria.
Nada tiene que ver esta virtud con la timidez, con la pusilanimidad o la mediocridad.
No se opone a que tengamos conciencia de los talentos recibidos, ni a disfrutarlos plenamente con corazón recto; la humildad descubre que todo lo bueno que existe en nosotros, tanto en el orden de la naturaleza como en el de la gracia, a Dios pertenece, porque de su plenitud hemos recibido todos.
El Señor es toda nuestra grandeza; lo nuestro es deficiencia y flaqueza. Frente a Dios, nos encontramos como deudores que no saben cómo pagar, y por eso acudimos como Medianera de todas las gracias a María, Madre de misericordia y de ternura, a la que nadie ha recurrido en vano; «abandónate lleno de confianza en su seno materno, pídele que te alcance esta virtud que Ella tanto apreció; no tengas miedo de no ser atendido.
María le pedirá para ti a ese Dios que ensalza a los humildes y reduce a la nada a los soberbios, y como María es omnipotente cerca de su Hijo, será con toda seguridad oída».