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34 años del Huracán Gilberto

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Hace 34 años, en 1988, el súper huracán Gilberto, con categoría 5 de la escala Saffir Simpson y vientos de mas de 350 kilómetros por hora, le pegó con furia inaudita a la Península de Yucatán.

Fue una pesadilla, el meteoro causó tremendos daños y gran destrucción en los Estados de Quintana Roo, Yucatán y Campeche.


Gilberto modificó todo el litoral yucateco y desaparecio totalmente cientos de casas de las playas yucatecas. Los vientos tiraron miles de árboles y se fueron al suelo miles de postes de luz y transformadores.

Estufas, refrigeradores y muebles provenientes de las casas de los puertos yucatecos terminaron flotando en la ciénaga, hasta donde avanzó el mar, arrasando puertos como Progreso, Sisal, Celestun y otros.

El huracán dejó lamentablemente varias personas fallecidas y animales de las granjas que murieron a consecuencia de la lluvia o los vientos. También se perdieron todas las cosechas y en el campo, quedó todo bajo agua.

En el vecino estado de Quintana Roo, Isla Mujeres, Cozumel y Cancún tuvieron gran índice de destruccion también, situación que afectaría gravemente el turismo y por ende, la economía.

La peninsula completa estuvo al menos quince dias sin energía eléctrica. El fenómeno nos inculcó la cultura de la prevención ante posibles catástrofes naturales.

En aquel entonces, la ayuda del gobierno federal a través del plan DNIII y el FONDEN se hicieron sentir, lo mismo que la ayuda proveniente de la solidaridad internacional.

Lo anterior, de inmediato nos remite a reflexionar que sucedería en esta época de pobreza franciscana, si cosa semejante nos afectara, habida cuenta que es bien sabido que el austero gobierno federal en turno, se ha gastado hasta el último centavo que las administraciones anteriores destinaban a fondos de emergencia y que pese a los peores calificativos, respetaban escrupulosamente, a diferencia de la actual administración.

Oremos porque la península o mejor aún, nuestra entidad, no sea afectada por un huracán de semejante magnitud, porque en las presentes circunstancias, las consecuencias serían espeluznantes.

Seguimos pendientes…

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