San Hipólito, el primer antipapa, que llegó a santo
Para aquellos que no entienden la situación actual de la Iglesia a causa de la «papolatría» y la falsa obediencia:
San Hipólito fue un presbítero de la Iglesia romana, que durante años se mostró en desacuerdo con la elección del Papa san Calixto.
Acabó alejándose de la Iglesia durante más de una década. En 217 fue elegido como el primer antipapa de la historia y fue desterrado a Cerdeña.
En el año 235 murió reconciliado con la Iglesia tras ser martirizado durante las persecuciones del emperador Maximino el Tracio.
El de San Hipólito es un caso especial dentro de la vida de la Iglesia, pues como bien se dice en el título de este artículo, se trata de un extravagante personaje que siendo antipapa como fue, subió sin embargo a los altares, algo posible gracias a su muerte que le permitió acceder a la gracia del martirio, acompañada de la reconciliación previa.
Se desconoce la fecha de su nacimiento. La inscripción sobre su tumba, compuesta con toda probabilidad por el Papa San Dámaso I (), señala que militó en la herejía novaciana. Y según Focio, era discípulo de San Ireneo. El importante y temprano historiador de la Iglesia Eusebio de Cesarea en su “Historia Eclesiástica” dice que era obispo:
“[…] y lo mismo Hipólito que probablemente presidía también otra iglesia” (op. cit. 6, 20).
Y enumera varios de sus escritos:
“Fue entonces precisamente cuando Hipólito compuso también junto con muchos otros comentarios, la obra “sobre la Pascua”, en la cual expone una relación de los tiempos, propone cierta regla de un ciclo de dieciséis años para la Pascua y fija como límite de los tiempos el primer año del Emperador Alejandro. De las demás obras suyas, las que han llegado hasta nosotros son las siguientes: “Sobre el Hexámeron”, “Sobre lo que sigue al Hexámeron”, “Contra Marción”, “Sobre el Cantar”, “Sobre partes de Ezequiel”, “Sobre la Pascua”, “Contra todas las herejías” y muchísimas otras que podrías encontrar conservadas en muchos lugares” (op. cit. 6, 22).
San Jerónimo en su obra “De viris illustribus” también se refiere a él como obispo y vuelve a dar una lista de sus obras. Aunque ni Eusebio ni Jerónimo explican de dónde era obispo, algunos sitúan su diócesis en Oporto (Portugal), San Gelasio I la emplaza en Bostra, ciudad árabe.
Ardiente combatiente de las herejías con las que convivió, Teodoción, el Alogi, Noeto, Epígono, Cleómenes, su vida vendrá marcada sin embargo por la insumisión al papado. A San Ceferino (198-217) lo acusa de pusilánime y de incompetente para regir la Iglesia por su tardanza en combatir al monarquiano Sabelio, para quien Padre e Hijo eran meras manifestaciones de la Naturaleza Divina.
Cuando al morir Ceferino, asciende Calixto en 217, y aunque sólo dura un año en él, Hipólito lo acusa de incurrir en la herejía de Teodoto y luego en la de Sabelio, por lo que abandona la comunión y hasta se hace elegir papa por sus seguidores. Continuará como antipapa durante los reinados de Urbano (222 ó 223-230) y Ponciano (230-35).
Son muchas las versiones que circulan sobre su final. La Cronografía de 354 cita su destierro en el año 235 junto al Papa Ponciano, a quien ya nos hemos referido en esta columna (), en la isla de Cerdeña, durante el cual se habría reconciliado con Roma, muriendo al tiempo que el Papa Ponciano y mártir como él.
Los restos mortales de ambos habrían vuelto a Roma juntos un 13 de agosto (ya sea de 236 o de uno de los años siguientes), siendo enterrados Ponciano en la bóveda papal en la catacumba de Calixto, e Hipólito en la Vía Tiburcina, venerados los dos como mártires.
Prudencio, que le dedica el himno XI de su “Peristephanon”, emplaza su martirio en Ostia u Oporto, despedazado por caballos salvajes, idea en la que abundan las “Actas de San Lorenzo”.
De su obra nos ha llegado su “Comentario sobre el Cantar de los Cantares”, su “Comentario al Libro de Daniel” en cuatro libros, probablemente el más completo existente, y un “De Antichristo”.
En cuanto al “Philosophumena”, su obra más importante escrita hacia el final de su vida y cuyo título original es “Kata pason aireseon elegchos” (“Refutación de todas las herejías”), su primer libro se conoce desde hace tiempo, y los libros IV a X, se descubren hacia el 1851.
Siguen faltando los libros II y III completos y fragmentos del libro IV. Un tratado más corto contra las herejías, el “Sintagma” se reconstruye parcialmente a partir de obras posteriores, y existen fragmentos de las obras que dedicó a Marción, los montanistas, el Alogi y Cayo.
Nos han llegado también tres tratados de derecho canónico atribuídos a su pluma, aunque muy probablemente apócrifos: las “Constitutiones per Hippolytum”, la “Ordenanza de la Iglesia Egipcia”, en lengua copta, y los “Canones Hippolyti”.
En 1551 fue descubierta una estatua de mármol esculpida hacia el s. III, que representa al antipapa y santo (ver arriba), en cuyos laterales se hallan grabados su ciclo pascual y una lista de sus obras.
Es menester resaltar que a diferencia del actual, pese a su condición de antipapa, Hipólito combatió la herejía, en vez de propagarla.
Oremos por poder contar con santos y sabios sacerdotes, que propaguen la sana doctrina y cuiden el tesoro de la fe, obedeciendo a Dios, antes que a los hombres.
Seguimos pendientes…