Los Encajes de la Abuela
Miércoles 10 de agosto de 2022
Hace algún tiempo Francisco denominó a algunas prácticas, costumbres y normas de la Iglesia como «los encajes de la abuela», insinuando que quienes las realizan, son personas anticuadas y retrasadas de criterio.
A continuación, aludimos algunos de los mas vistosos encajes de la abuela, indicando las razones y motivos de su vigencia y obligatoriedad, que provocan que nunca pasen de moda.
El ayuno y la abstinencia.- Son obligaciones de la Iglesia Católica para todas aquellas personas que quieran seguir a Cristo. En términos teóricos es muy sencillo: el ayuno significa renunciar a la comida, y la abstinencia renunciar a comer carne.
Se le pide ayunar a las personas desde los 18 hasta los 59 años. Y esto implica no comer entre horas y hacer una sola comida al día. La Iglesia pide esta penitencia únicamente el miércoles de ceniza y el viernes santo.
La abstinencia implica a partir de los 14 años de edad y hasta la vida eterna. Consiste en no comer carne y se realiza el miércoles de ceniza, el viernes santo y todos los viernes de cuaresma -aunque la Iglesia recomienda extenderlo a todo el año-.
Esta renuncia tiene un sentido y hay que entenderlo para vivirlo correctamente. Lo importante no es el hecho de no comer o no comer carne -aunque también es importante-, sino entender que este acto se realiza como penitencia para equiparar nuestra existencia personal al sacrificio que implica la Pasión de Nuestro Señor.
El Código de Derecho Canónico recoge sobre el ayuno y la abstinencia estas palabras:
1249 Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen.
1250 En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma.
1251 Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
1252 La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia.
1253 La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad.
Los ministros extraordinarios de Eucaristía, implican abusos litúrgicos.- La Eucaristía debe ser administrada por el sacerdote y solo en casos excepcionales por otra persona. En el C.I.C (punto 230.3) está la respuesta a la posibilidad de recibir la comunión de parte de un «ministro extraordinario» (que puede ser un fiel laico).
Con la base del derecho canónico se consideran situaciones de excepción donde se permite esa opción. Esas situaciones extraordinarias se dan, por ejemplo:
– Cuando el sacerdote celebrante tenga problemas de salud que le impidan estar de pié dando la comunión
– Cuando el muy elevado número de fieles aconseje que, además del sacerdote y diácono, otra persona de la comunión
Básicamente son las dos excepciones (puede haber más, pero derivadas de éstas). El problema está cuando NO se dan situaciones excepcionales y entonces se produce el ABUSO LITÚRGICO de que reparta la comunión quien no debe hacerlo.
Y aquí hay que parar, porque detrás de esta práctica abusiva hay una desviación teológica de alto calado: la clericalización del laicado.
Es una clericalización laical unida paradójicamente a la secularización del clero. Es la mezcla explosiva, fruto de la bomba herética del modernismo progre que quiere igualar la «Encarnación de Cristo» a la desacralización de la fe y la mundanización de la Iglesia.
Por tanto:
– No tiene sentido alguno que el sacerdote celebrante se quede sentado, o purificando, mientras otros laicos den la comunión.
– En caso de que sea necesario que un laico de la comunión, es OBLIGATORIO que previamente, el sacerdote que preside, imparta la BENDICIÓN a ese laico con la fórmula:
«Que el Señor te bendiga para que des dignamente la comunión a tus hermanos», esto, mientras el laico baja la cabeza con reverencia y el sacerdote hace sobre él la señal de la cruz.
– No pasa nada «grave» porque la Misa dure un poco más por el hecho de que la comunión sea más larga de tiempo. Incluso puede ser positivo para que se haga una acción de gracias mejor al tener más tiempo.
Recordemos que al comulgar, Nuestro Señor está REALMENTE presente en nuestro cuerpo durante unos minutos (algunos creen que alrededor de diez) y es una falta de cariño y respeto que se acabe la Misa de inmediato y la gente salga del Templo sin apenas dar gracias a Dios.
– Siempre será mejor….SIEMPRE…..que el Cuerpo de Cristo sea SOLAMENTE TOCADO POR EL SACERDOTE, pues solo el sacerdote tiene UNGIDAS las manos en el sacramento del orden. La comunión dada por laicos ROMPE con esto. Y por eso es mejor que se reserve solo a casos de excepción.
La Comunión debe recibirse de rodillas y en la boca.- Con relación a la postura en que debe recibirse la Sagrada Comunión, establece la Instrucción Eucharisticum Mysterium en su n. 34 que secundum Ecclesiae consuetudinem, communio dari potest fidelibus vel genuflexis, vel stantibus, y añade que corresponde a la autoridad eclesiástica elegir una u otra forma, habida cuenta de las costumbres, de las condiciones del lugar, del número de los asistentes y otras circunstancias.
En cualquier caso, se pide a los fieles; un signo externo de reverencia hacia el Sacramento, como lo es el acto de arrodillarse que, por sí mismo, indica adoración. Nosotros recibiremos la Sagrada Comunión, en nuestros oratorios, en la boca y de rodillas; en las Iglesias públicas, como disponga el Revmo. Ordinario.
Respecto a la recepción de la comunión en la mano, hay que tener en cuenta que, según la Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino del 29-V-1969, se trata de una práctica introducida de modo abusivo contra la voluntad de la gran mayoría del Colegio episcopal, y que la Santa Sede tolera en algunos casos, dejando claro que es una excepción permitida de modo restrictivo y para evitar males mayores.
Además, incluso en esos casos, está prescrito que la recepción de la Eucaristía en la mano no deberá nunca ser impuesta con exclusión del uso tradicional; y que por tanto cada fiel ha de tener siempre la posibilidad de recibirla en la lengua, aunque al mismo tiempo vayan otros fieles a recibirla en la mano (cfr. Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, 29-V-1969; AAS 61 (1969) 541-547).
En Resúmenes de doctrina católica, Tema 21. La Eucaristía (3). Ángel García Ibáñez (publicado originalmente el 21 de noviembre de 2012). Punto 5.5 Disposiciones para recibir la Sagrada Comunión. Disposiciones del cuerpo, que se puede leer en la web del Opus Dei, podemos leer lo siguiente:
El modo tradicional de recibir la Sagrada Comunión en el rito latino —fruto de la fe, del amor y de la piedad plurisecular de la Iglesia— es de rodillas y en la boca. Los motivos que dieron lugar a esta piadosa y antiquísima costumbre, siguen siendo plenamente válidos. También se puede comulgar de pie y, en algunas diócesis del mundo, está permitido — nunca impuesto— recibir la comunión en la mano.
El uso del velo o mantilla.- Durante dos mil años las mujeres católicas han cubierto su cabeza con un velo o mantilla antes de entrar a una iglesia, o siempre que estuvieran en presencia del Santísimo Sacramento (como cuando la Sagrada Eucaristía es llevada a los enfermos).
El Código de Derecho Canónico tradicional –el de 1917–, en el canon 1262, obligaba a las mujeres a cubrir sus cabezas “especialmente cuando se aproximan a la mesa sagrada”.
Después de muchos años de repudio a la mantilla, en especial por partes de las mujeres, el Vaticano, no queriendo ser antagónico o contrariar a las feministas, simplemente pretendió que el tema no existía.
Es más, cuando se compuso el Código de Derecho Canónico de 1983, el uso de la mantilla directamente no se mencionó. Obsérvese que no se abrogó, sino que simplemente no se mencionó.
De todas formas, los cánones 20 y 21 del Código de Derecho Canónico de 1983 dejan en claro que una ley canónica posterior abroga una ley canónica precedente únicamente cuando lo hace explícitamente y que, en caso de duda, la revocación de la ley precedente no debe ser asumida.
Por tanto, de acuerdo al Código de Derecho Canónico, y a una costumbre inmemorial, las mujeres tienen la obligación, aun hoy día, de cubrir sus cabezas en presencia del Santísimo Sacramento.
El uso del velo en el cristianismo es sumamente importante, y no un tema que le concierne “sólo” al Código de Derecho Canónico, sino a dos milenios de Tradición de la Iglesia, extendiéndose al Antiguo Testamento y a exhortaciones en el Nuevo Testamento.
Dice San Pablo en I Corintios 11,6:
¿Es decente para la mujer hacer oración a Dios sin cubrirse? ¿No es así que la naturaleza misma os dicta que no es decente al hombre dejar crecer su cabellera? Por el contrario, para la mujer es gloria dejarse crecer el pelo, porque los cabellos le son dados a manera de velo. Pero si, con todo eso, alguno se muestra terco, sepa que nosotros no tenemos esa costumbre, ni la Iglesia de Dios”.
De acuerdo a la enseñanza de San Pablo, las mujeres deben usar el velo como signo de que la gloria de Dios, no la propia, es el centro del culto. También como signo externo del reconocimiento a la autoridad, tanto de Dios como de los esposos (o los padres, de acuerdo al caso), y del respeto a la presencia de los Santos Ángeles en la Divina Liturgia.
En el uso del velo o mantilla se refleja el orden divino invisible y lo hace visible. San Pablo presenta esto claramente como una ordenanza, ya que es la práctica de todas las iglesias.
El velo es, también, un signo de modestia y castidad. En los tiempos del Antiguo Testamento, descubrir la cabeza de una mujer era visto como una forma de humillarla. Esta práctica, simplemente, continuó en la iglesia Católica.
AQUELLO QUE SE CUBRE CON VELO ES SAGRADO
Las mujeres se cubren con el velo porque son sagradas y porque la belleza femenina es increíblemente poderosa.
Para mayor credibilidad, adviértase cómo la imagen de la mujer es usada para vender cualquier cosa, desde shampoo hasta autos nuevos o usados.
Las mujeres necesitan entender y ordenar el poder de la femineidad y actuar acorde a ello, siguiendo las reglas de la modestia en el vestir, incluyendo el uso del velo.
El Arca de la alianza era conservada detrás del velo del Santo de los Santos.
Y en la Misa, ¿qué es lo que se conserva cubierto con un velo hasta el Ofertorio? El Cáliz, el recipiente que habrá de contener la Preciosísima Sangre.
Y, entre Misas, ¿qué es lo que se encuentra cubierto con un velo? El Copón en el Sagrario, el recipiente que contiene el mismísimo Cuerpo de Cristo. Estos recipientes de Vida están cubiertos por un velo porque son sagrados.
¿Y a quién se ve cubierta siempre con un velo? ¿Quién es la Santísima, el Arca de la Nueva Alianza, el Vaso de la Verdadera Vida? Nuestra Señora, la Santísima Virgen María.
Al usar el velo, las mujeres la emulan y se afirman como mujeres, es decir, como vasos de vida.
San Josemaría escribía a sus hijos sacerdotes sobre la Santa Misa en estos términos:
Yo obedezco rendidamente en todo lo que han dispuesto para la celebración de la nueva Misa, pero echo de menos tantas rúbricas de piedad y de amor que se han quitado: por ejemplo, el beso a la patena, en el que se ponía tanto amor para que Él se lo encontrara. Pero hemos de saber obedecer viendo la mano de Dios, y tratando al Señor con delicadeza… ¡No le robemos nada de tiempo con este asunto…! ¡Pero guardad los misales y los ornamentos, porque volverá la Misa de toda la vida, la de San Pío V!
Como puede verse, «los encajes de la abuela», permanecen actuales y no han perdido vigencia para la práctica de nuestra fe, mas alla de que algunos puedan tildarlos de rígidos o anticuados.
Seguimos pendientes…