Imprescindible sacudir la mata
Quien no lea lo acaecido en los pasados comicios como un fracaso opositor, está rotundamente equivocado y sólo cabe suponer dos posibilidades: o es un ingenuo, optimista irredento, extraviado, que no sabe de política o tiene intereses perversos e inconfesables y le interesa que la oposición siga cometiendo los mismos errores.
Debemos aceptar que la oposición lo hizo muy mal y que cometió errores imperdonables. Debemos aceptar que la oposición no supo estar a la altura de las expectativas de la ciudadanía y que los aspirantes no fueron capaces de motivar la participación de la gente y no supieron emocionar al electorado.
Debemos aceptar que las dirigencias no supieron operar, que la traición prevaleció, que los PRIISTAS como Alito hicieron mucho daño con su juego indefinido (tramposo, doble o como se guste llamar), debemos aceptar que los PANISTAS tampoco supieron dar el do de pecho y se perdieron en sus grillas y mezquindades, debemos aceptar que los perredistas (si es que todavía existe alguno) fueron anodinos e inocuos. En resumen: urge aceptar que las cosas se hicieron mal, que las equivocaciones estuvieron a la orden del día.
Los integrantes de la alianza opositora deben analizar las cosas con detenimiento: si no se dan cuenta que en Hidalgo, Quintana Roo, Oaxaca y Tamaulipas el PRI, gracias al pésimo papel de las dirigencias locales y el peor mensaje transmitido por los enviados de Alejandro Moreno Cárdenas, fue un factor determinante para perder, estamos mal.
Las dirigencias priistas estatales y los personeros del líder tricolor, fueron indispensables para sabotear toda posibilidad de acuerdos.
Pero también hay que aceptar que las dirigencias nacionales del PAN y el PRD fueron ineptas e ineficaces. Que no supieron propiciar las sumas indispensables y que las directivas locales con sus miopías y mezquindades contribuyeron al fracaso.
En los estados donde no hubo egoísmo y se lograron cristalizar los acuerdos, se ganó, pero es menester aceptar que los triunfos se debieron al trabajo partidista previo. Por ejemplo, en Aguascalientes los panistas y Tere Jiménez ya tenían trabajo desde años antes y lo mismo acaeció en Durango, donde Esteban Villegas del PRI, había hecho lo propio.
Sin embargo incluso en las entidades donde se ganó, preocupa el porcentaje de abstencionismo, que antes que MORENA, es el gran enemigo a vencer.
En todas las entidades, el abstencionismo fue elevadísimo (de al menos el 40 por ciento del padrón). Es una situación de todos conocida que los altos porcentajes de abstención favorecen a los partidos políticos que son capaces de manejar un importante porcentaje de voto clientelar, pues con sacar a votar a los suyos, si prevalece la apatía, el triunfo está asegurado. Tal fue lo acaecido en Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo.
Con su ausencia la ciudadanía mandó a los partidos opositores un importante mensaje: NO LES CREEMOS, NO CONFIAMOS EN USTEDES, NOS TIENEN HARTOS. Sería un imperdonable error no darse cuenta, porque es obvio que cuando el electorado se vuelca a las urnas, el fraude es prácticamente imposible.
Los partidos opositores deben de una vez por todas, ser capaces de ponerse de acuerdo. Deben revisar sus métodos de selección. Deben escoger con limpieza y precisión sus candidatos y deben echar mano de tácticas innovadoras de campaña, lucha e insurgencia cívica.
Los partidos de oposición también deben renovar sus dirigencias y a la voz de ya. Es claro que ni Alejandro Moreno, ni Marko Cortés, ni Jesús Zambrano fueron capaces de hacer la tarea. Deben aceptar que no pudieron con el paquete.
Empecinarse en retener a toda costa el poder, sería el peor error que pudieran cometer las dirigencias partidistas. Hacerlo implicaría condenar al fracaso el futuro. De continuar las mismas directivas partidistas al mando rumbo al 2024, será preciso resignarse a aceptar que MORENA gobernará México al menos seis años más.
Debemos decir con claridad lo que otros no han sido capaces: la oposición actual no sirve, es inoperante, inepta, incapaz. Es menester aceptar que es indispensable implementar otros sistemas, otras acciones, porque con las actuales no alcanza, las cosas no funcionan.
Nadie ha dicho nada al respecto (pensamos que la autocrítica se haría presente en los programas de Carlos Alazraki, pero no sucedió). Todos cierran los ojos y hacen como que no pasó nada y todo está bien, cuando sabemos que no es así. Es palpable que las cosas andan mal y es preciso dar un golpe de timón.
Sería preciso revisar la oferta electoral. Quien no acepte que más allá de los logotipos partidistas la oferta política es prácticamente idéntica, no vive en este mundo.
Con ligeras variantes la oferta política es igual: se intenta que sea políticamente correcta (inclusiva hasta en el deleznable lenguaje que se ha vuelto jerga oficial), con matices socialistoides y masónicos. En resumen: la oferta política generalizada, más allá del partido que la presente, es con ligeras variantes, la misma gata, pero revolcada: una propuesta izquierdista light (que todos creen irresistible). Pero por lo que puede verse, el electorado no piensa lo mismo.
Hay algunas propuestas interesantes como las de Luis Carlos Ugalde, en cuanto hacer obligatorio el voto, pero en tanto no se materialicen (y haya interés y la posibilidad de implementarlas), no pasarán de ser consideradas como un interesante catálogo de buenas intenciones.
Es urgente hacer un análisis preciso, para encontrar soluciones certeras, toda vez que en 2023 tendremos elecciones en un estado clave, como es Estado de México, cuyo destino está estrechamente ligado al del país. Si se pierde el Estado de México, si la alianza opositora no es capaz de ganarlo, será prácticamente imposible detener la aplanadora oficialista en los comicios presidenciales.
Urge que los empresarios y las asociaciones civiles presionen a los partidos y a sus dirigentes para renovarse y dar un paso al costado. Es imprescindible que Alejandro Moreno y Marco Cortés acepten su incapacidad y no se aferren al poder. Urge revisar la plataforma electoral y los métodos de selección de candidatos y sobre todo, urge hacerse de credibilidad y confianza para la ciudadanía y eso sólo podrá conseguirse, haciendo lo que hasta ahora se ha dejado de hacer: acercándose, dialogando y generando confianza. Demostrando que se ofrece un destino distinto al del oficialismo, pero que se trata de un destino viable de llevar a cabo.
La oposición debe ser capaz de entender que las elecciones no se ganan en los sets televisivos, ni en Twitter, que las elecciones se ganan con operación y trabajo político, con ideas, propuestas y otras cositas (humildad e inteligencia, por ejemplo).
Ojalá que este fuerte llamado de atención halle eco en la sociedad, el empresariado, los medios de comunicación, las militancias y dirigencias partidistas. El destino de México no es poca cosa y es ni más ni menos, lo que está en juego. Si no lo entienden, muy pronto todos lo lamentaremos.
Seguimos pendientes…