¿Castigo a la fidelidad?
A nuestro conocimiento ha llegado un rumor alarmante: supimos que en la rectoria de la Iglesia de Santa Lucía, a cargo del presbítero Manuel Vargas Góngora, circula de manera inquietante la especie de que el párroco ha sido amenazado por la Arquidiócesis de Yucatán, por su fidelidad a la sana doctrina.
Monseñor Vargas Góngora es un sacerdote de provecta edad, proveniente de una familia de sacerdotes, que con antelación estuvo por buen número de años, como titular de la Iglesia de San Cristóbal, uno de los santuarios marianos más importantes de nuestra entidad.
El padre Vargas Góngora, a cuyas misas hemos tenido oportunidad de acudir, a diferencia de los curas actuales, que se exceden en lo permisivos, es un sacerdote que hace énfasis en la puntualidad y el respeto y la circunspección que deben caracterizar a los fieles durante los oficios.
Es satisfactorio decir que en la Iglesia de Santa Lucía las asistentes llevan mantilla en buen número y que la feligresía escucha y participa con atención y respeto, que viste adecuadamente y que cumple con las disposiciones en materia sanitaria.
Monseñor Vargas Góngora, en obediencia a las disposiciones actuales de la Iglesia, realiza la celebración eucarística de conformidad al Novus Ordo, es decir, el rito ordinario derivado del Concilio Vaticano II.
Hasta ahí, todo bien, al menos de conformidad con las disposiciones del Motu Proprio Traditionis Custodes, emitido recientemente, que independientemente de ser consideradas adecuadas o no, implican el cumplimiento de una serie de directrices, que el padre Vargas Góngora, ha respetado.
Pero resulta que Monseñor Vargas Góngora ha sido acusado ante las autoridades de la Arquidiócesis de nuestra entidad, por haber cometido atrocidades incalificables.
De manera escandalosa, Monseñor Vargas Góngora, ha incurrido en conductas sacrílegas y heréticas, al atreverse a dar la Sagrada Comunión ¡DE RODILLAS Y EN LA BOCA!
Lo anterior, contraviniendo lo dispuesto por el Arzobispo, Gustavo Rodríguez Vega, que ordenó dar la Eucaristía en la mano.
Pudimos enterarnos que merced a lo anterior, Monseñor Vargas Góngora ha sido incluso apercibido por el Arzobispo, sin conseguir doblegarlo, en una actitud que honra al titular de la Rectoría de Santa Lucía.
Monseñor Vargas Góngora que por lo visto conoce muy bien la doctrina católica y que tiene muy claro que es un derecho de los fieles poder comulgar de rodillas y en la boca, si así lo desean, en reverencia a la Santidad de Nuestro Señor, presente en el sacramento, ha optado por ser fiel a Dios, antes que a los hombres. Lo aplaudimos por ello.
Contra lo que se acostumbra hoy día, en la Iglesia de Santa Lucía existen reclinatorios para comulgar como se debe y escandalícese señor arzobispo, terminada la misa, se reza el Ave María tres veces, la Salve y la oración a San Miguel Arcángel, cosa que consideramos profundamente conveniente hacer en estos tiempos de confusión y controversia que nos ha tocado vivir.
Tolerancia y discernimiento, es lo que le sugerimos al arzobispado de Yucatán. No puede usted Señor Arzobispo, sancionar (ni debe tampoco) a un buen sacerdote, que en ejercicio de su buen criterio discurre hacer lo correcto para la salud de las almas de su grey.
Mal, muy mal se vería la Arquidiócesis de Yucatán, si decidiera sancionar a un sacerdote por aplicar correctamente la doctrina. Se vería profundamente intolerante, autoritaria y despótica. Todo lo contrario de la misericordiosa benevolencia predicada y aconsejada desde Roma por el propio Francisco.
Amén de lo anterior, queremos dar a la Arquidiócesis de Yucatán otra mala noticia: la rectoría de Santa Lucía no es la única Iglesia de nuestra ciudad donde las cosas ocurren como Dios manda. Hay otras parroquias donde esto acontece de manera similar, pero no seremos nosotros los encargados de revelarlo.
Lo importante a saber es que existen buenos sacerdotes, dispuestos a seguir a Dios antes que a los hombres. Buenos sacerdotes, que entienden que una ley inicua no obliga a su cumplimiento (que más bien hace obligatorio desobedecerla), buenos sacerdotes que son esos pastores con olor de oveja, que desde Roma se aconseja tener.
Oremos porque el Espíritu Santo ilumine a nuestro Arzobispo y entienda que dar la Comunión de rodillas y en la boca, no pone en modo alguno en riesgo la salud de nadie y que las disposiciones en materia de salud, no pueden, ni deben contrariar la sana doctrina.
Seguimos pendientes…
La que deben darle un susto es al obispo, acumula carbones encendidos sobre su cabeza, como dice San Pablo