La filosofía en nuestras vidas
Por Roberto Atocha Dorantes Sáenz
Abogado y Filósofo
¿Qué sucede con el conocimiento?, ¿las ideas son verdades o son producto de la imaginación?, ¿las ideas de libertad, amor, naturaleza humana, son producto de nuestra razón o son verdades trascendentales y universales?
Al nacer nuestro intelecto se encuentra como una tabula rasa, es decir, la mente en blanco. Aristóteles afirma que “el conocimiento se genera por la percepción sensorial, que luego es procesada por el intelecto y así se forman los conceptos. Por lo tanto, al nacer no hay conocimientos, sino que se generan con el tiempo”.
En la edad de cuatro años podemos observar que los niños, toman una actitud de aprender y conocer, los niños juegan, sin embargo, a esta edad suelen preguntar de todo a sus papás, es la edad del por qué. Y en ocasiones los papás se encuentran que no tienen palabras para responder a las preguntas hechas por sus niños inocentes. Nos encontramos ante el conocimiento empírico, el hombre por observación natural comienza a ubicarse en la realidad, apoyado en el conocer que le da la experiencia de sus sentidos y guiado únicamente por su curiosidad. Este conocer inicial aprendido en la vida diaria se llama empírico, por derivar de la experiencia, y es común a cualquier ser humano que cohabite una misma circunstancia.
Conforme crecemos nuestros conocimientos van adquiriendo un grado de madurez, realizamos un mejor análisis de lo que conocemos y aprendemos, y son darnos cuenta, filosofamos acerca de la vida.
En la adolescencia, y se puede extender hasta nuestra vejez, empezamos a cuestionar todo, no se acepta regalas preestablecidas ni validadas. Todo lo que aprende pasa por el filtro del análisis, se duda de manera natural, como que hay un espíritu cuestionador a lo ya conocido. Se rechaza todo, en especial sobre las creencias de los padres y de los abuelitos, aparecen frases en la vida de la persona como: “mamá ya son otros tiempos”, “los tiempos han cambiado”, “actualízate, eso era en tus tiempos”, hay una fruición o gozo en querer cuestionar las verdades de nuestros antepasados, y con respecto a la religión, los jóvenes suelen expresar: “cuando era niño, iba a la iglesia”, “si estudié mi catecismo, pero ya es pasado”. Se tiene un pensamiento crítico y cuestionador sobre la vida.
Después de vivir la vida rebeldía, la etapa de las responsabilidades llega, el matrimonio, los hijos, el trabajo, el divorcio, las decepciones amorosas, hay una diversidad de vidas que se asemejan, variedad de estilos de vidas, que no podemos encasillar que el proceso sea igual para todos, sin embargo, llega una etapa de la vida que el ser humano empieza a ser autónomo, no acepta límites e integra el conocimiento de la libertad, como que “le cae el veinte”, reflexiona que la situación actual de su vida ha sido gracias a sus decisiones, sean buenas o malas, como que despierta del sueño de la vida para enfrentar su realidad.
Entonces, vienen las cuestiones trascendentales, ¿qué estoy haciendo de mi vida?, va más allá de lo observable y entendible. En este momento el hombre se preocupa por la muerte, por pedir perdón y perdonar, reconciliación, se cuestiona sobre el más allá, si esta es la única vida que se vive. Entonces se acaba la ciencia, es decir, todo lo probado, el campo científico, físico, es finito y que por tanto donde acaba la ciencia comienza la filosofía, pero no la priva de tener su propia filosofía. Nos encontramos ante el conocimiento metafísico.
Para Santo Tomás de Aquino siguiendo el empirismo aristotélico, estima que todo conocimiento ha de partir de una reflexión de que se da en la experiencia sensible. No se trata de una limitación a los datos de los sentidos. El sujeto comienza con lo dado, pero ha de seguir un proceso sistemático y metódico.
El conocimiento filosófico está presente en nuestras vidas, no logramos percibirlo como tal. La filosofía nos ayuda para tener ideas claras. La toma de decisiones, como obtener mejores resultados, vivir una vida plena son cuestiones que nos ayuda a resolver la filosofía.