Yucatán

Un alcalde populista, pero sin resultados

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El populismo es la gran plaga de nuestro país. Simular que se atienden las grandes necesidades de las mayorías, siempre necesitadas de apoyo, en el ámbito de una economía precarizada, es una tentación para todos los gobernantes.

Para dar la idea de ser queridos por la gente, los gobernantes populistas recurren a las fotos a modo, el concurso de personalidades de distintos ámbitos y hasta al reparto discrecional de dádivas.

El gobierno federal y el presidente de la república son ejemplos claros de ello. Pero el populismo no es una práctica exclusiva de una sola persona o partido, sino una inclinación a la que muchos funcionarios sienten la inquietud de ceder.

Un ejemplo de ello, es Julián Zacarías Kuri, alcalde de Progreso, que encabeza un gobierno de muchas fotos y pocos resultados y para probarlo, cualquier persona puede darse la vuelta por las calles del puerto, para constatar que los problemas de fondo persisten y no han sido resueltos.

Recientemente Julián volvió a comprobar que la cabra siempre tira al monte, publicando fotos suyas en el exclusivo Club Libanés de Mérida, al que se debe haber inscrito cuando mucho hace cuatro años (antes no, porque era un muerto de hambre que se dedicaba a quebrar las empresas de sus parientes), a donde acudió para celebrar un acontecimiento relacionado con algún personaje de la comunidad

La primera pregunta es quien paga el consumo suscitado en semejante sitio, que no se caracteriza por barato y en donde sin duda alguna Julián y sus allegados comen y beben a más y mejor.

La segunda pregunta es que importancia reviste para los progreseños que el alcalde acuda a eventos sociales y en que los beneficia la asistencia a cenas y comidas de un determinado sector social.

Acudir al Libanés no soluciona los problemas de las personas necesitadas, ni tampoco los asuntos del mantenimiento de calles, ni de la recoja de basura, ni genera empleos. Pobres progreseños con un alcalde que se toma más fotografías que las acciones que realiza por sus gobernados.

Por último, cabe preguntarse en estas épocas de austeridad, en que beneficia al municipio la llegada de personalidades de la farándula, que nada dejan de bueno para la comunidad y que si cuestan al erario público, porque hay que pasearlos, llevarlos a comer y obsequiarles.

Tristemente Julián no entiende o finge no hacerlo que los gobiernos no funcionan con fotografías sino con acciones y peor aún que los ciudadanos no pueden ser engañados eternamente.

El triste final de todos los regímenes populistas sin excepción, es el hartazgo social, que lleva a los ciudadanos a sacudirse las cadenas del engaño y de la opacidad.

Eso es lo que sucederá con los progreseños, más temprano que tarde se caerá la venda que llevan en los ojos y entonces, Julián deberá afrontar las consecuencias no sólo de sus actos, sino de todo lo que dejó de hacer.

Seguimos pendientes…

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