Aplican en la Iglesia cambios litúrgicos que nunca aprobó el Concilio
P. JORGE GONZÁLEZ GUADELIX.
No se me confundan que ya me conozco la película. Estoy de acuerdo en que tenemos un gravísimo problema que consiste en la no aceptación del concilio Vaticano II por una buena parte de la Iglesia. Lo que hay que ver ahora es, exactamente, qué parte de la Iglesia es la que no acepta el concilio. Y a eso vamos.
Timo conciliar. Perfectamente consciente de lo que digo, porque tenemos en esta Iglesia nuestra un fuerte contingente de laicos, religiosos y pastores de todo rango que llevan años reinterpretando el concilio sin más argumento de autoridad que un supuesto espíritu conciliar según el cual todo es admisible, todo es posible, todo es viable, porque se sustenta en el espíritu del concilio, con el dato curioso de que el espíritu en demasiadas ocasiones va literalmente en contra de la letra, pero aquí hay algunos que nacieron profetas.
No tengo ningún reparo con el Vaticano II. Más aún, me atrevo a decir que los que somos o son o pudieran ser tachados de anticonciliares somos del todo conciliares, tanto, que hasta nos hemos leídos los documentos y los seguimos estudiando. Pero claro, esto tiene un problema, y es que te vas dando cuenta de que algunos llevan años haciendo lo que les da la gana sin más argumento de autoridad que ese espíritu que nadie explica, pero sin citar una sola frase de los documentos.
Ayer comenzamos otro curso de formación on line. Aquí tienen la primera “clase”. Entre otras cosas, estuvimos leyendo y comentando los cuatro primeros números de la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia. No necesita uno mucho más. Más aún, con el primero basta para empezar a comprender el timo.
“1. Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia.”
Lean, lean… despacito para no atragantarse… ¿Cuál dicen que es el objetivo del concilio?
– Acrecentar entre los fieles la vida cristiana.
– Adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones sujetas a cambio…
– Promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Cristo…
– Fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia.
Repasen los cuatro puntos. Sin miedo. Y saquen sus propias conclusiones. Háganse preguntas. No pasa nada. Y comprendan algunas cosas:
– Que acrecentar la vida cristiana es plenamente conciliar.
– Que hay que estudiar cuáles son las necesidades de nuestro tiempo. Me atrevo a decir que la primera preocupación debería ser la ausencia de Dios en el mundo.
– Que buscar la unión entre los cristianos es esencialmente conciliar.
– Que empeñarse en invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia es puro Vaticano II, por más que hoy se ponga en entredicho el proselitismo.
Interesante, y mucho, el punto 4: “Por último, el sacrosanto Concilio, ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la Santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios. Desea, además, que, si fuere necesario, sean íntegramente revisados con prudencia, de acuerdo con la sana tradición, y reciban nuevo vigor, teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de hoy”.
Una persona rápidamente dijo: “y entonces la “Traditionis custodes”? Porque según el Concilio, lo conciliar sería conservar y fomentar los diferentes ritos… incluso que reciban nuevo vigor… Vamos, que parece mucho más conciliar la misa de san Pío V que “Traditionis custodes”.
Esto con los cuatro primeros puntos de “Sacrosanctum Concilium”.
Hay gente que parece que lo que quiere es poner a la Iglesia del revés o cargársela o vaya usted a saber. El caso es que con el cuento del espíritu conciliar llevan años manipulando la formación y la fe de los sencillos. Los frutos del extraordinario espíritu conciliar son evidentes. Las tomateras que crecen en la plaza de san Pedro hablan por sí solas.
Afortunadamente hay gente que no se cree las milongas y con los documentos en la mano planta cara. Y no son ni carcas, ni cavernícolas ni anti-Francisco. En absoluto. Son del Vaticano II, no de su falso espíritu, y porque son plenamente conciliares no tragan con el timo del espíritu del concilio, cuyos frutos todos bien conocemos.