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Una apuesta muy arriesgada

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La secretaría de educación pública realiza hoy día una apuesta muy arriesgada: promover el retorno a clases, estando en el pico del rebrote de la pandemia provocado por la aparición de una nueva cepa del coronavirus: la Delta (sin mencionar que se tienen noticias de que ha surgido una nueva: la Lambda).

De igual modo, el regreso a clases es riesgoso en extremo, porque la infraestructura de los planteles (públicos e incluso privados) no es la más adecuada para garantizar la seguridad de los asistentes, toda vez que tras casi dos años de abandono, existe un evidente deterioro, fruto de la inasistencia y hasta del saqueo y la rapiña.

Amén de lo anterior, es de todos conocido que en la mayor parte de las escuelas, la carencia de agua y jabón es proverbial y esto mismo complica el propósito del retorno a actividades.

Y para rematar, no se puede dejar de considerar el factor medioambiental, pues en estados como el nuestro, el calor representa un elemento que complica llevar un cubrebocas por más de dos horas, lo que agregado a la hipoxia que implica su uso prolongado, hacen de volver a las aulas, una misión imposible.

Como nota aparte, no es posible dejar de cuestionar quien va a proveer de cubrebocas, caretas, gel, desinfectante, jabones y demás productos de limpieza a cada plantel y a docentes, administrativos, manuales y alumnos. ¿Deberán trabajadores y padres de familia sufragar esto de su propio peculio?

No podemos dejar de considerar que tras dos años de no verse, todos los efectivos de nuestras fuerzas armadas serían insuficientes para impedir que niños y adolescentes tuvieran contacto cercano y se abracen, empujen, intercambien y consuman alimentos y bebidas, se besen y muchas otras cosas más que implican posibilidad de contagio, se lleven a efecto.

La posibilidad de retornar a clases, ha generado desconfianza, pues al conocer las cifras oficiales de contagios y decesos, concluimos que solamente de una mente trastornada como la de Andrés Manuel López Obrador puede derivarse una idea tan peregrina y desafortunada.

Porque además ha sido la propia secretaria de educación quien ha contribuido a enrarecer el ambiente con la famosa carta responsiva, desmentida de manera posterior, al contar incluso con el rechazo presidencial.

Para empeorar todo, las mismas autoridades educativas como hemos sabido de la inspectora Matilde Bazán, amenazan a los maestros indicando de manera contraria al presidente de la república que afirma que nada es por la fuerza, que es obligatorio asistir y convencer a los padres de familia de la conveniencia de regresar a las actividades.

La maestra Bazán, sabemos que es propietaria de un colegio particular, donde conjeturamos, ha de utilizar los mismos modos de intimidación con sus empleados.

Es tal la prepotencia de la inspectora de marras, que en reuniones virtuales, de manera desaforada ha amenazado a quien pretenda cuestionar la conveniencia de volver a las labores, llegando incluso a manifestar que no le importa ser grabada en sus excesos.

Tenemos conocimiento de que por orden de la secretaría de educación, cada uno de los maestros de los diferentes planteles educativos tiene la obligación de entrevistar y convencer a cierto número de padres de familia para que decidan enviar a sus hijos al colegio.

Estamos enterados que se pretende dar la idea de que el 80 por ciento de los padres de familia están de acuerdo en que sus hijos retornen a las aulas, para presentar el asunto como una tendencia mayoritaria y halagar de este modo, el ego de un demente que discurrió mandar a todos los alumnos del país a clases, porque su hijo lo ignoró por estar jugando con su consola.

Debieran nuestras autoridades educativas valorar los riesgos. Darse cuenta de que es un riesgo enorme, fruto de una mente desquiciada, volver a clases, justo en este momento, en que no existen las condiciones sanitarias ni materiales para hacerlo.

Debían de considerar nuestras autoridades autoridades educativas que el nivel de protección que otorgan las vacunas es cuestionable y peor aún tratándose de las chinas.

Debieran tener en cuenta que los niños de cualquier edad se convertirán en factores de contagio, al acudir con sus padres o cualquier otro familiar, a bordo del transporte público, que tampoco ofrece condiciones de seguridad.

Debieran valorar nuestras autoridades el enorme riesgo que corren de enfrentar airadas protestas sociales, al momento en que muera el primer menor contagiado de coronavirus en su escuela (no se espera que suceda lo mismo con los maestros, que padecen la opresión de sindicatos charros).

El enojo y la indignación que ha desatado en nuestra población la muerte de un joven que ni siquiera era oriundo de estos lares, será poca cosa con lo que sucederá cuando muera el primer niño yucateco.

Un acontecimiento así, puede significar el fin de la carrera política de cualquiera y frustrar cualquier proyecto político a futuro.

Resulta absurdo complacer los deseos de un individuo que es notorio que no está en posesión de sus facultades mentales como Andrés Manuel López Obrador, pero hay que estar más loco aún y tener una muy reducida capacidad intelectual para hacerle caso.

Nosotros lo advertimos, conste. Es un absurdo, un riesgo enorme, una tontería volver a clases en las presentes condiciones. No tardan en morir a consecuencia de ello, docentes, administrativos, alumnos o familiares suyos. ¿Están nuestras autoridades dispuestas a pagar el costo político de esta pérdida de vidas, para halagar la cuota de sangre que exige López Obrador?

Seguimos pendientes…

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