VACUNA ANTI-COVID19 NO VACUNA, porque NO INMUNIZA Fraude mundial y nacional de la Pandemia
Más allá del bombardeo comunicacional incesante y constante, la voz oficial de la autoridad sanitaria mundial y de los institutos estadounidenses es que la vacuna contra el Covid-19 no inmuniza, que el vacunado puede seguir contagiando y que se está experimentando irresponsablemente con la aplicación de las vacunas, porque se desconocen los alcances y efectos de éstas últimas.
1) Fraude de la vacuna antiCovid-19
El fin de semana ppdo., en vísperas de Pascua, por boca del mismo presidente argentino, el país y el mundo se enteraron que Alberto Fernández había contraído el famoso Covid-19, a pesar de haber recibido dos meses atrás las dos dosis de la vacuna rusa Sputnik-V. Es decir, si bien se había vacunado, don Alberto no tenía anticuerpos. El primer presidente en el mundo que se contagia del famoso virus de origen chino a pesar de haberse inyectado la vacuna “salvadora”, como se la presenta habitualmente.
Ya algunas semanas atrás, autoridades sanitarias y profesionales de la salud en el país habían comenzado a difundir la versión de que en realidad las “vacunas” contra el Covid-19 no inmunizan ni impiden el contagio, sino que atenúan los efectos graves e impiden que el vacunado-contagiado se muera. Incluso las autoridades del laboratorio ruso fabricante de la Sputnik-V, en el caso del presidente argentino, argumentaron oficialmente lo mismo: la vacuna [antiCovid19] “garantiza una recuperación rápida sin síntomas graves”, es decir, no inmuniza sino que protege de los síntomas graves que provoca el virus.
Pero la esencia de la vacuna como tal, cualquiera que ella sea, es que produce inmunización. Así lo define la Organización Mundial de la Salud –“Se entiende por vacuna cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos. Puede tratarse, por ejemplo, de una suspensión de microorganismos muertos o atenuados, o de productos o derivados de microorganismos”– y también el organismo oficial sanitario estadounidense Center for Disease Control and Prevention [CDC] –“Producto que estimula el sistema inmunitario de una persona para que produzca inmunidad contra una enfermedad específica, protegiéndola de esa enfermedad”, definiendo a la inmunidad como “Protección contra una enfermedad infecciosa. Si eres inmune a una enfermedad, puedes estar expuesto a ella sin infectarte”.
Siguiendo estas definiciones, el CDC sostiene que la vacunación “es el acto de introducir una vacuna en el cuerpo para producir inmunidad contra una enfermedad específica” y que la inmunización es “un proceso por el cual una persona está protegida contra una enfermedad a través de la vacunación”, razón por la cual este término es “intercambiable con el término vacunación o inoculación”.
En síntesis: una vacuna como tal inmuniza e impide que una persona se infecte con una enfermedad específica, caso contrario no es vacuna.
Ateniéndonos a estos criterios internacionales oficiales, significa entonces que la vacuna antiCovid19 no es una vacuna, ya que no inmuniza. Lo cual no impide que miembros de la “comunidad de científicos” -que actúan como voceros oficiosos del gobierno argentino- declaran que “los vacunados se tienen que seguir cuidando. Es fundamental que la persona que está vacunada, que produjo anticuerpos y está protegida no se comporte como el egoísta”. ¿Por qué? “Porque la persona vacunada no se enferma de coronavirus, pero puede tener una infección asintomática (¿????) y puede contagiar a los demás (¿????)”. O sea, si está vacunada no se enferma de coronavirus, pero puede tener una infección “sin síntomas” -¿estando vacunada?- y puede contagiar a los demás -¿aunque no está contagiada? Si esto es científico…
Pero en realidad, la misma Organización Mundial de la Salud, a través de la Organización de las Naciones Unidas, es la que avala oficialmente este disparate científico (¿???), reconociendo además que estas “vacunas” NO INMUNIZAN, sino que los ensayos clínicos “demostraron solamente que las vacunas protegen a las personas contra el desarrollo de la enfermedad de COVID-19, que puede ser leve, moderada o grave”, pero IGNORANDO “si las vacunas también protegen a las personas de simplemente infectarse con el virus SARS-CoV-2 y si protegen o no contra la transmisión a otra persona”. Más aún, dicen los expertos de la OMS, los vacunados deben seguir llevando mascarillas, porque “todavía desconocemos el grado en que las vacunas protegen no solo contra la enfermedad sino también contra la infección y la transmisión”. Palabra de la Organización Mundial de la Salud, que reconoce así que las “vacunas” antiCovid19 en danza no son vacunas.
2) Tratamiento de Terapia Génica experimental
Si no son vacunas, ¿entonces que son? ¿Qué escenario artificial han armado y que cuento siniestro y diabólico nos están queriendo hacer creer? ¿Con qué finalidad?
E l 26 de febrero de 2021, el médico estadounidense Steven Hotze, quien vive y trabaja en Texas, presentó un informe -por escrito y por vídeo- titulado “The So-Called COVID-19 “Vaccine” Is Really A Dangerous Experimental Gene Therapy” [La llamada “Vacuna” Covid-19 es realmente una peligrosa terapia génica experimental]. Según el especialista, siguiendo los parámetros de la misma OMS, “esta llamada “vacuna” contra el COVID-19 no proporciona a las personas que la reciben inmunidad contra el COVID-19, ni previene la transmisión de esta enfermedad. No cumple con la propia definición de vacuna de los CDC”, porque “una vacuna es un producto que estimula el sistema inmunitario de una persona para que produzca inmunidad contra una enfermedad específica. La inmunidad es la protección contra una enfermedad infecciosa. Si uno es inmune a una enfermedad, puede exponerse a ella sin infectarse”.
En realidad, estas “vacunas” anti-Covid19 constituyen en realidad “una terapia genética experimental no probada, que supone un peligro mucho mayor para su salud que el propio COVID-19”, porque “se trata de una terapia génica experimental con ácido ribonucleico mensajero (ARNm) sintético, que funciona de forma muy diferente. La teoría en la que se basa es que cuando este ARNm sintético se inyecta en su cuerpo, se insertará en sus células y comenzará a producir las proteínas de la espiga del coronavirus. A su vez, se espera que su sistema inmunitario produzca anticuerpos contra la proteína del coronavirus fabricada por sus propias células”.
El problema es que esta “vacuna” de ARNm COVID-19 sólo se probó en humanos durante un par de meses”, lo que significa que además de no ser en realidad una vacuna, es un tratamiento experimental del que las fabricantes NO SE HACEN RESPONSABLES. ¿No sería prudente realizar estudios a largo plazo en humanos antes de recomendar la vacunación masiva?
Lo mismo argumenta el doctor David Martin y la doctora Judy Mikovits: “Esto no es una vacuna… Esto es un ARNm empaquetado en una envoltura de grasa que se entrega a una célula. Es un dispositivo médico diseñado para estimular a la célula humana para que se convierta en creadora de patógenos. No es una vacuna”, porque si lo fuera proporcionaría inmunidad y cortaría la transmisión del virus. Pero según los funcionarios de la OMS reconocen, la “vacuna” anti-Covid19 no hace una cosa ni la otra, porque “la cadena de ARNm que entra en la célula no es para detener la transmisión. Es un tratamiento”, ya que en realidad consiste en “un dispositivo mecánico, en forma de un pequeñísimo paquete de tecnología, que se introduce en el sistema humano para activar la célula y convertirla en un lugar de fabricación de patógenos”, con lo cual en realidad enferma al receptor. Por eso éste último no está inmunizado y puede transmitir y contagiar a otros, y aún vacunado puede contagiarse.
Y el 15 de marzo de este año, en España, un grupo de profesionales de la biología y de las ciencias ambientales, agrupados en la plataforma “Biólogos por la Verdad”, dieron a conocer el Informe de Revisión Científica Covid-19¸de 57 páginas, en el que determinan, entre otras cosas, que el virus SARS CoV 2 es un virus quimera artificial, fabricado en un laboratorio, y que en realidad “el presunto aislamiento del virus SARS CoV 2 es un fraude científico […] debido a que no se han conseguido cultivos virales, ni partículas virales viables del mismo”. Y que “los receptores ACE2 [enzima que se encuentra en el tejido testicular, no en el tejido pulmonar o en las vías respiratorias] aceptados para el virus SARS CoV 2”, como se ha impuesto oficialmente, “no se encuentran ni en pulmón, ni en vías respiratorias, por lo que no hay evidencias de que sea un virus respiratorio […]”.
3) “Vacuna” anticovid es un software
Como se sabe, la farmacéutica estadounidense Moderna Inc. es una de las principales fabricantes de la supuesta vacuna salvadora. Lo que se intenta ocultar es que esta empresa -al igual que todas las que intervienen en la fabricación- está controlada por los más importantes fondos de inversión del mundo: Fidelity Management and Research, Vanguard Group, BlackRock, Morgan Stanley Investment Management, etc., es decir, los dueños de las finanzas mundiales especulativas y depredadoras.
Esta misma empresa reconoce en su página web que la vacuna en cuestión -la propia, pero también la que fabrican las otras empresas- es “una plataforma tecnológica de ARNm que funciona de forma muy parecida a un sistema operativo en un ordenador”, diseñada “para que pueda conectarse y jugar en forma intercambiable con diferentes programas. En nuestro caso, el ‘programa’ o ‘aplicación’ es nuestro fármaco de ARNm, la secuencia única de ARNm que codifica una proteína”. En este sentido, la “vacuna” inyecta un código genético real que da instrucciones a los ribosomas para fabricar proteínas, es decir, introduce el ARNm en el tejido y las células objetivo del organismo, pero al mismo tiempo, debe evitar el sistema inmunitario, porque si éste se activa, “la respuesta resultante puede limitar la producción de proteínas y, por tanto, el beneficio terapéutico de los medicamentos de ARNm”.
En otras palabras, la “vacuna” anticovid19 es un tratamiento experimental, sujeto a eventualidades, lo cuales poco científico. Porque como afirma el mencionado doctor Steven Hotze, “aún más preocupantes son los efectos adversos retardados y a largo plazo. La terapia génica experimental con ARNm sintético activa la producción de las proteínas COVID-19, pero no tiene un interruptor de apagado. Sigue replicándose, y el sistema inmunitario sigue dando una respuesta inmunitaria. Por eso, a algunos investigadores les preocupa que provoque reacciones autoinmunes, preparándole para una vida de graves enfermedades inflamatorias”. Pero hay otras complicaciones peores, ya que hay “evidencia convincente de que esta terapia génica experimental puede desencadenar una reacción de refuerzo dependiente de anticuerpos y aumentar la capacidad del virus para infectar sus células. En otras palabras, si se contrae una infección por coronavirus después de recibir la terapia génica experimental, puede haber un caso mucho peor que si nunca se hubiera sometido a esta terapia. Muchos expertos pronostican un aumento de las infecciones mortales, los trastornos inflamatorios y las muertes en los próximos meses de quienes han recibido este tratamiento”.
Concluye el doctor Hotze este informe, afirmando que “todavía hay muchas incógnitas sobre esta terapia genética experimental. No hay indicios de que salve vidas o evite la propagación de la infección a otras personas[tal como lo reconocen los mismos funcionarios de la OMS], por lo que los burócratas de la salud siguen recomendando el enmascaramiento y el distanciamiento social. Nadie tiene ni idea de los efectos adversos a largo plazo de esta terapia genética experimental, pero siguen adelante con los planes de inyectar esta terapia genética experimental a toda la población.
Esta terapia génica experimental no erradicará el coronavirus que causa el COVID-19, al igual que la vacuna de la gripe no ha eliminado la gripe. El COVID-19 está aquí para quedarse. Incluso sin esta supuesta “vacuna”, las infecciones disminuirán a medida que más personas desarrollen la inmunidad natural de grupo”.
4) Impunidad jurídica, soberana, patrimonial y comercial absolutas.
Y para no correr ningún riesgo, las fabricantes de vacunas se han asegurado tener una cobertura de impunidad absoluta, chantaje al que se han sometido todos los gobiernos del mundo, incluido el argentino.
En nuestro país, la inmunidad jurídica y soberana ha sido asegurada mediante la sanción de una ley aprobada en forma mayoritaria por ambas cámaras del Congreso Nacional, lo cual habla de la cobardía política de la mayor parte de los legisladores nacionales, más allá de toda bandería política, en una verdadera muestra de transversalidad de la traición al pueblo y a la Nación argentina.
La ley en cuestión es la 27573/20, según la cual:
a) se faculta al Poder Ejecutivo Nacional a “incluir en los contratos que celebre y en la documentación complementaria para la adquisición de vacunas destinadas a generar inmunidad adquirida contra la COVID-19, […] cláusulas que establezcan la prórroga de jurisdicción a favor de los tribunales arbitrales y judiciales con sede en el extranjero y que dispongan la renuncia a oponer la defensa de inmunidad soberana, exclusivamente respecto de los reclamos que se pudieren producir en dicha jurisdicción y con relación a tal adquisición” (art´. 2º).
b) se faculta al Poder Ejecutivo Nacional a “incluir en los contratos que celebre y en la documentación complementaria para la adquisición de vacunas destinadas a generar inmunidad adquirida contra la COVID-19, […] cláusulas que establezcan condiciones de indemnidad patrimonial respecto de indemnizaciones y otras reclamaciones pecuniarias relacionadas con y en favor de quienes participen de la investigación, desarrollo, fabricación, provisión y suministro de las vacunas” (art. 4º).
c) también se faculta al Poder Ejecutivo Nacional a “incluir cláusulas o acuerdos de confidencialidad acordes al mercado internacional de las vacunas destinadas a generar inmunidad adquirida contra la COVID-19 .
Según confesó públicamente uno de los principales impulsores de esta ley, el diputado nacional Pablo Yedlin, estas nefastas facultades otorgadas al Poder Ejecutivo Nacional, “son los requisitos que la industria farmacéutica impone” (sic). Imposición que fue aceptada sin resistencia alguna, en un clarísimo ejemplo de cobardía política frente a intereses privados poderosos.
Y como si esto fuera poco, en estos últimos días se ha sabido que no sólo son secretos los precios que el Estado (al igual que en el resto del mundo) paga por cada vacuna, sino que además las compras son con pago anticipado. Es decir, las “pobres” farmacéuticas fabricantes de vacunas no invierten un solo dólar, sino que producen según lo que los Estados pagan anticipadamente, lo cual explicaría el atraso en las entregas prometidas y comprometidas.
Es decir, todos solidarios y preocupados por la salud, pero con el dinero no se jode: la cuestión de la pandemia se maneja en última instancia con los criterios del más crudo capitalismo, “acordes al mercado internacional de vacunas”, como dice el texto de la ley argentina en cuestión.
¿Y cuál es la frutilla del postre? Lo acaba de reconocer la ministra de Salud, políticamente vinculada al “empresario” Hugo Sigman, en su presentación ante la Cámara de Diputados de la Nación, el pasado 7 de abril: aunque sigue sin haber llegado ni una sola dosis de la vacuna que se produce en Argentina y México, el gobierno argentino ya le pagó a AstraZeneca y a la farmacéutica de Hugo Sigman el 60 por ciento del contrato por 22,4 millones de vacunas firmado el año pasado, lo que supone un desembolso de alrededor de 54 millones de dólares, a pesar que la empresa en cuestión se había comprometido contractualmente a entregar en marzo 2.382.000 dosis y en abril otras 4.040.000.
Pobres los “pibes de la liberación” del kirchnerismo, que creen estar ante un gobierno “progresista y popular”, pero que en realidad no es otra cosa que la continuación del anterior gobierno macrista con otro rostro: negocios multimillonarios para el poder financiero global y sus empresas farmacéuticas, pobreza, miseria y confinamiento para los pueblos.
En definitiva, más que estar interesados en fabricar vacunas para combatir la “pandemia”, lo que está saliendo “a la luz indica que se habría fabricado la pandemia para vacunar al mundo entero, como pretende el desequilibrado inventor del Windows. En definitiva, las “vacunas” antiCovid-19 tienen toda la apariencia de un auténtico fraude médico y sanitario.