Religión

La devoción a San Miguel, baluarte de la iglesia y de la civilización cristiana

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Hace cien años, el 29 de septiembre de 1921, fue reconocida eclesiásticamente la Congregación de San Miguel Arcángel, fundada por el Beato Bronislaw Buenaventura Markiewicz (1842-1912), formada por religiosos de Polonia que hace 25 años fueron llamados a regir el santuario de San
Miguel Arcángel en Gargano, Italia. Ordenado sacerdote en 1867, se dedicó al ministerio pastoral y fue profesor en el seminario de la diócesis de Przemyśl de los Latinos. En Italia conoció la Sociedad Salesiana y profesó sus votos religiosos el 25 de marzo de 1887 en manos de San Juan Bosco.

Al regresar a Polonia se estableció en Miejsce Piastowe, dedicándose a la formación de jóvenes. Allí dio vida a una nueva congregación, la Sociedad Templanza y Trabajo para dar asistencia a los niños abandonados y, al mismo tiempo, combatir las ideas propagadas por Karl Marx (1818-1883), poniendo como base la Regla de Don Bosco, de la que nació la Congregación de San Miguel Arcángel, en sus ramas masculina (también conocida como Padres Miguelinos) y femenina (Hermanas Miguelinas). A causa de los malentendidos surgidos con los Salesianos, en el Capítulo General, celebrado en Turín el 19 de diciembre de 1897, el P. Bronisław dejó de ser reconocido como miembro de la Sociedad.

El corazón de la devoción micaélica más significativa, en nuestra península, es precisamente el Santuario de San Miguel, en Monte Sant’Angelo en Puglia, donde los Padres y las Hermanas llegaron en 1996, y desde el 24 de enero de 2000, las dos ramas de la Congregación pertenecen (la Providencia lo ha querido) a la Familia Salesiana. El 2 de julio de 1994, el Papa Juan Pablo II autorizó la promulgación del decreto por el que el P. Bronislaw fue declarado Venerable; beatificado bajo el pontificado de Benedicto XVI el 19 de junio de 2005, sus restos descansan en Miejsce Piastowe, en la Casa Madre de la Congregación.

En Italia hay muchísimos lugares donde hay capillas, oratorios, grutas, iglesias, colinas y montañas que llevan el nombre del Arcángel San Miguel. El lugar más antiguo se encuentra en el monte Tancia, en Sabina, en una gruta utilizada en la antigüedad para los cultos paganos, donde probablemente se adoraba a la diosa Vacuna, deidad sabina del agua y de los bosques. La tradición narra que, en el siglo IV, la zona fue devastada por un «dragón» (un ser maligno), que se refugió en la gruta. El Papa San Silvestre I -entre los primeros en recibir el título de Confesor de la Fe y que dirigió la Iglesia del 314 al 355- al estar rezando una noche en el Monte Soratte vio descender del Cielo a dos ángeles, acompañados de rayos, para derrotar al «dragón» y el 8 de mayo se dirigió a la gruta con una multitud de fieles para consagrarla a San Miguel Arcángel.

En los siglos siguientes fue construido un monasterio en el lugar sagrado. De hecho, en los bordes de la meseta se encuentran los restos de las casas de los frailes de la ermita de San Miguel, a la cual se accede a través de una empinada escalera tallada en la ladera de la montaña, que conduce a la
pequeña terraza frente a la gruta, en la cual fue colocado un altar montado sacramentalmente, coronado por el sagrario, construido con dos columnas y revestido con dos capas de fresco. En la figura que ilustra el ciborio, el busto de Cristo está rodeado por los símbolos apocalípticos de los cuatro evangelistas, mientras que al fondo, por encima del altar, está la imagen de la Virgen con el Niño; en el frente del sagrario, está pintado al fresco el Agnus Dei con las imágenes de los profetas a ambos lados, en dirección al cual se inclinan reverentemente. Además, sobre la pared de la gruta hay frescos que representan a la Virgen María con el niño y a San Miguel con su armadura dorada. El goteo de gotas en las paredes de piedra caliza a lo largo de los siglos ha dado forma a llamativas estalactitas y estalagmitas.

La celebración religiosa del 8 de mayo comenzó a practicarse en la Sabina, después en el Reatino, en el Ducado Romano y, más tarde, en todos los
lugares donde se extendería la influencia de la abadía benedictina de Farfa, a la que los longobardos de Espoleto habían donado ese lugar sagrado. El 8 de mayo ha quedado como fiesta universal ya que es el aniversario del inicio del culto micaélico en todo Occidente, cuando se le apareció al Papa Silvestre I. Sin embargo, el santuario italiano más célebre dedicado a San Miguel se encuentra en la provincia de Foggia, en la Arquidiócesis de Manfredonia- Vieste-San Giovanni Rotondo (que será la patria adoptiva de San Padre Pío, 1887-1968), en el Monte Gargano. Su historia comenzó en el año 490, cuando el Papa era Gelasio I (?-496): es la llamada»Basílica Celeste», consagrada por el mismo Arcángel, que se le apareció a San Lorenzo Maiorano (440-545), Obispo de Siponto (hoy un barrio de la ciudad de Manfredonia, de la que Maiorano es el patrono).

Ese año San Miguel se le reveló para asegurarle que la gruta de la cima del monte le pertenecía. Allí se había refugiado un toro que se había escapado de un rico señor del Gargano llamado Elvio Emanuele, quien, en un arrebato de ira, trató de herirlo disparándole con su arco una flecha envenenada, pero el viento la dio vuelta y lo golpeó a él mismo. El Obispo, informado por el mismo terrateniente de lo sucedido, le rogó que le hiciera comprender aquellos signos, y el Arcángel Miguel le habló: «Hicisteis bien en pedir a Dios lo que estaba oculto a los hombres. Un milagro alcanzó al hombre con su propia flecha, para que quede claro que todo esto sucede por mi voluntad: soy el arcángel Miguel y siempre estoy en la presencia de Dios. La gruta es sagrada para mí. Y como he decidido proteger este lugar y a sus habitantes en la tierra, he querido dar testimonio de esta manera de que soy el patrón y el guardián de este lugar y de todo lo que allí sucede. Allí, donde la roca se abre de par en par, los pecados de los hombres pueden ser perdonados. Lo que se pida aquí en la oración se hará realidad. Ve, pues, al monte y dedica la gruta al culto cristiano» (Liber de apparitione Sancti Michaelis in Monte Gargano).

Como aquella gruta oculta era un lugar dedicado a cultos paganos, el Obispo dudó. Hubo, pues, una segunda aparición del Arcángel, llamada «de la victoria», fechada tradicionalmente en el año 492. Los estudiosos, sin embargo, refieren el episodio a la batalla entre bizantinos y lombardos (años 662-663), cuando los Griegos atacaron el santuario del Gargano, en defensa del cual acudió Grimoaldo I, Rey de los lombardos, Rey italiano (años 662 a 671), así como Duque de Benevento, (el Padre Pío nacerá en la provincia de Benevento, que será devotísimo de la basílica del Arcángel San Miguel, invitando también a los fieles y a los niños espirituales a hacer una visita de oración).

La tercera aparición se llama también «episodio de la dedicación». Los habitantes de Sipontino seguían dudando sobre qué hacer con ese lugar y si
debían entrar en la iglesia y consagrarla. El obispo Maiorano decidió obedecer al protector celestial y consagrar la caverna al culto en señal de agradecimiento por la victoria, reconfortado también por la opinión positiva expresada por el papa Gelasio I. «Pero por la noche, el ángel del Señor, Miguel, se le apareció al obispo de Sipontum en una visión y le dijo: «No te corresponde consagrar la Basílica que he construido. Yo que la fundé, yo mismo la he consagrado. Pero tú entra y frecuenta este lugar, puesto bajo mi protección»». (ibid.)

El Obispo, junto con otros siete Obispos de Puglia, en procesión con el pueblo y el clero de la ciudad de Siponto, se dirigió hacia el lugar sagrado. Durante la procesión se produjo un milagro: unas águilas, con sus alas desplegadas, protegieron a los Obispos de los rayos del sol. Cuando llegaron a la gruta, encontraron un altar erigido allí, cubierto con un palio bermellón y coronado por una Cruz. Además, según cuenta la tradición, encontraron la huella del pie del Arcángel impresa en la roca. La primera Santa Misa se celebró aquí el 29 de septiembre del año 493, día en que la Iglesia conmemora a San Miguel Arcángel.

Toda Europa está atravesada por la presencia del Arcángel con sus santuarios. Hablamos de la célebre Línea Sagrada de San Miguel, en perfecta alineación con la puesta del sol en el día del solsticio de verano, que a lo largo de más de 2000 kilómetros atraviesa todo el continente, conectando siete monasterios dedicados a San Miguel Arcángel. Existe, por tanto, un simbolismo de gran profundidad religiosa, relativa a la angeología, histórica, social, cultural y artística.

La Línea de San Miguel hace referencia a la invitación del Arcángel Miguel a los fieles a perseverar en el camino recto, pero también a la defensa de Europa frente a Satanás. Los tres lugares más importantes, el Mont Saint Michel en Francia, la Sacra de San Miguel en Val di Susa, en el Piamonte, y el Santuario del Monte Sant’Angelo en el Gargano, están situados a la misma distancia unos de otros. Los siete santuarios de la Línea Sagrada son: Skellig Michael (Irlanda), St Michael’s Mount (Gran Bretaña), Mont Saint Michel (Francia), Sacra di San Michele (Piamonte, Italia), San Michele (Apulia, Italia), Monasterio de San Miguel (Grecia). El único que se encuentra fuera de Europa, pero que forma parte de la continuación de la Línea Sagrada, es el Monasterio del Monte Carmelo, situado en Israel, lugar del nacimiento del Cristianismo.

Terminamos recordando que el autor de las extraordinarias abadías del Mont Saint Michel y de la Sacra di San Michele en el monte Pirchiriano, en el valle de Susa, fue el monje benedictino San Guillermo de Volpiano, uno de los Padres de Europa, nacido en la isla de San Giulio, en el lago de Orta, en la provincia de Novara, en el año 962, y que murió en Normandía, en Fécamp, una de las principales ciudades de la Costa de Alabastro, en el año 1031.
Fue un gran abad y un gran arquitecto, que surcó Europa con su celo y su ingenio. Severo y riguroso, recibió el apelativo de «Supra regulam». Abad de San Benigno de Dijon, fue el artífice de la construcción de la Abadía del Monte San Miguel, que diseñó personalmente en estilo románico. En Dijon su fama de predicador fue inmensa: llenaba la abadía de fieles y sus homilías convertían a las almas y a los corazones más endurecidos. «Todo el mundo cristiano europeo le observaba por el valor de su capacidad para reformar los monasterios creciendo en popularidad y poder, no sólo espiritual, tal que hizo de Guillermo un protagonista de Europa hacia el año mil» (Rodolfo il Glabro, Vita di Guglielmo protagonista dell’anno Mille, editado por G.M. Capuani, O. Tuniz, Europea, 1998, p. 21).

Fue director espiritual del Rey de Francia Roberto II (972-1031), llamado el Piadoso (sucesor del P. Hugo Capeto, 940-996), quien lo nombró guía del
monasterio parisino de St-Germain-des-Prés. La influencia del abad Guillermo se extendió hasta Inglaterra y fue de carácter espiritual, social, cultural, arquitectónico y artístico, ocupándose también de la música sacra. Rico en talento y en amor a Dios y a la Iglesia, construyó monasterios, iglesias y abadías, y tuvo a 1200 monjes bajo su dirección, distribuidos por las diversas abadías y los múltiples prioratos. Tenía una especial devoción por el Arcángel San Miguel, que expresó admirablemente en sus poderosas y sublimes abadías, que están allí, en toda su micaélica magnificencia, como baluarte de nuestra Europa.

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