Polonia aguanta mejor la descristianización de Occidente y la fe sigue en su ADN
La historia de Polonia está llena de luchas, sufrimientos, ocupaciones de su territorio y también de una gran fe. La catolicidad ha ido siempre de la mano del pueblo polaco y forma parte de lo más profundo de su espíritu nacional. En los buenos momentos, y sobre todo en los más complicados.
Comprender que el catolicismo es una parte fundamental de la cultura y del ser polaco puede ayudar a entender por qué Polonia aguanta mucho mejor que el resto de Occidente el tsunami de la descristianización, aunque tampoco es inmune a esta secularización.
Así lo pone de manifiesto en una entrevista con CARF (Centro Académico Romano Fundación) el nuevo obispo de Kalisz, monseñor Damian Bryl, un prelado de 51 años que se formó en España tras doctorarse en la Universidad de Navarra con una tesis sobre el pensamiento de Juan Pablo II con respecto a los laicos.
Polonia no sólo defiende su firme catolicidad sino que se considera un bastión de la defensa de la vida, la familia y la herencia cristiana en Europa. Este posicionamiento le ha provocado numerosos ataques por parte de otros países y organismos internacionales al no querer plegarse al globalismo, la ideología de género y el aborto.
Sin embargo, monseñor Bryl advierte que estas ideologías también hacen mella en los polacos, sobre todo entre los jóvenes. Por ello, explica que aunque los indicadores de religiosidad en Polonia son más alto que en Europa Occidental los obispos “no están muy contentos”.
Estatua dedicada a Juan Pablo II en Kalisz (Polonia),diócesis de Damian Bryl
Tal y como señala, tienen en sus manos estudios que muestran “un aumento de las tendencias de secularización en las generaciones más jóvenes, lo que es motivo de preocupación. Además, la pandemia ha reducido en gran medida la oportunidad de practicar la fe a través de la participación en la Eucaristía o en la vida parroquial. Me temo que algunos de los fieles, después de la eliminación de todas las restricciones sanitarias, que en sí han sido necesarias, no volverán a la Iglesia”.
Pero además, el obispo de Kalisz alerta de agentes anticatólicos con una influencia importante en el país. “En otoño fuimos testigos de graves disturbios sociales de naturaleza principalmente antigubernamental, cuyas causas han sido muy variadas. Lo que es significativo, sin embargo, es que fueron utilizados y dirigidos descaradamente por fuerzas anticatólicas y antirreligiosas que están presentes en Polonia y que son influyentes en el país. La ciudadanía en general estaba consternada por esto, tanto que pronto cesaron las provocaciones antirreligiosas. Lo menciono para que la gente sea consciente de que en todos los países hay movimientos de diversa índole, incluida Polonia, que pueden esperar pacientemente para así aprovechar su oportunidad de provocar, insultar y ridiculizar a la Iglesia y la religión”, reflexiona Bryl.
Yendo a la religiosidad de Polonia, el obispo cree que existen varias razones que lo explican. En primer lugar –agrega- “es la gracia de Dios que el pueblo polaco no ha merecido, aunque hay que reconocer que ha colaborado con ella más de una vez. En nuestra historia polaca tenemos hermosos ejemplos de períodos en los que sentimos la guía de Dios de manera particularmente intensa”.
Para explicarlo expone varios ejemplos: “la decisión de Mieszko I, el gobernante polaco, de bautizar Polonia en 966, el glorioso martirio de San Adalberto y San Estanislao, la renovación religiosa y política bajo Kazimierz el Restaurador quien contribuyó a la completa cristianización de Polonia con la contribución significativa de la Orden Benedictina. También el reinado de Santa Jadwiga, que propició la cristianización de Lituania, las dramáticas circunstancias de los votos de L’viv de 1656 del rey Jan Kazimierz que colocó a toda la nación bajo el reinado de la Santísima Virgen María. Finalmente el difícil momento de los 123 años de ocupaciones durante los cuales la Iglesia fue el único espacio público donde pudimos nutrir libremente la cultura nacional. Y así hasta el siglo XX, marcado por la gracia del cardenal primado Stefan Wyszyński y el pontificado de Juan Pablo II”.
En su opinión, la religiosidad de los polacos ha estado enormemente influida por el “destino común de la Iglesia y la nación”. En su historia, Polonia ha tenido –afirma monseñor Bryl- períodos de gran esplendor, pero también de amenaza para su existencia. La Iglesia Católica compartió destino con la nación en su miseria y angustia”.
Concretamente, menciona los 123 años de ocupaciones por parte de Rusia, Prusia y Austria en los que perdieron su condición de Estado. En aquel momento, la Iglesia Católica fue –según explica el obispo- la única institución que resistió y luchó por la independencia, y pudo mantener esa independencia apoyándose en la Santa Sede. Es por eso que la nación polaca sintió que la Iglesia no era una agencia de potencias extranjeras. Lo mismo sucedió durante las guerras mundiales o el régimen comunista. Así, el destino común en la desgracia unió a la nación polaca y la Iglesia Católica, lo que tiene una influencia considerable en la forma actual de la religiosidad polaca”.
Pero además Damian Bryl añade un factor más que consolida esta alta religiosidad. Asegura que “los polacos son una nación familiar, pero de una manera específicamente polaca”.
Para explicar esta afirmación, el prelado de Kalisz señala que debido a lo sucedido en los dos últimos siglos este pueblo ha desarrollado “la convicción de que el entorno familiar es un refugio seguro y de ayuda mutua”.
En contraposición y debido a esa misma experiencia, “los polacos desconfían de las instituciones estatales, e incluso de las instituciones sociales o cívicas. Se trata de una desconfianza aprendida resultado del dramático giro de los acontecimientos en la historia de nuestra patria”.
“La familia es el entorno de vida básico de los polacos y la religiosidad juega un papel muy importante en este entorno. La fuerte posición de los abuelos, a quienes a menudo se les confía el cuidado de la generación joven también ayuda a consolidar la religiosidad de los polacos”, añade.
Monseñor Damian Bryl profundiza también en la fuerte defensa de la vida y la familia que caracteriza a Polonia en estos momentos. Él considera que la “batalla última por las almas de la humanidad es la familia”, pues esta institución da al hombre “una experiencia de arraigo”.
“La ausencia de la familia es una gran brecha para el hombre que no se puede reemplazar fácilmente. Así, la familia como entorno fundamental para el crecimiento humano es el último bastión aún no conquistado definitivamente por fuerzas hostiles a Dios, a la Iglesia y al hombre, que buscan romper todos los lazos que unen a la humanidad con Dios Creador, Salvador y Santificador”, añade este obispo polaco.
De este modo, alerta que “la Christianitas en la vida pública ya ha sido significativamente destruida y reemplazada por el concepto de Estado liberal; la Iglesia Católica es blanco de ataques e intentos de burla sin precedentes, y ahora ha llegado el momento de la familia. La ferocidad de los ataques a la familia, y la forma sistemática en que se llevan a cabo, hace necesario ver no solo la mano humana en esto sino también la implicación del espíritu maligno”.
Por otro lado, Bryl se muestra orgulloso de que “muchas iniciativas en defensa de la familia y la vida en Polonia estén conectadas con la fuerte identidad católica de nuestra nación. Me gustaría enfatizar que muchas iniciativas al servicio de la familia no provienen directamente de la Iglesia sino de personas que, refiriéndose a su identidad católica y a la misión bien entendida de los laicos en la Iglesia y en el mundo, hacen todo lo posible por fortalecer la vida familiar y defender la vida desde la concepción”.
Es a continuación –señala- cuando la Iglesia jerárquica “se une a ellos, invitada o solicitada por ellos para apoyar las buenas obras. Estoy muy feliz por esto porque es un signo de la madurez de los laicos y el fruto del legado espiritual del Papa San Juan Pablo II, quien nos educó como miembros de la comunidad de la Iglesia para defender con valentía la familia”.