Historia

El origen revolucionario del Día de la Madre

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Cada 10 de mayo las florerías, pastelerías y restaurantes se llenan de hijas, hijos y familias enteras que celebran a sus progenitoras.

Aunque este año y el pasado este homenaje ha sido muy distinto a años anteriores debido a la pandemia, el Día de las Madres sigue siendo toda una institución en México y en todo el mundo.

En España, Portugal y Sudáfrica se celebra el primer domingo de mayo; en otros países como Estados Unidos, Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Cuba, Honduras, Paraguay, Venezuela, Italia, Alemania y Canadá se celebra el segundo domingo del mismo mes; mientras que en otros lugares como Rumania, Serbia, Albania y Uzbekistán esta celebración se lleva a cabo el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

En México, el Día de las Madres se instituyó en 1922 por el diario Excélsior, la Secretaría de Educación Pública y la iglesia católica, como una medida para frenar uno de los primeros movimientos feministas de América Latina, el Primer Congreso Feminista de Yucatán, organizado en 1916 por las feministas yucatecas Consuelo Zavala Castillo, Elvia Carrillo Puerto, Dominga Canto Pastrana,​ Raquel Dzib Cicero, Rosa Torre González, Beatriz Peniche y Candela Ruíz.

Al congreso asistieron más de 600 mujeres quienes discutieron temas como los derechos de la mujer, su papel en la sociedad y su participación en la vida política y pública. Esto lo leí precisamente, cuando una amiga me compartió un artículo de la escritora mexicana Guadalupe Nettel publicado en 2019 en el New York Times.

En Estados Unidos, el Día de las Madres tuvo un origen antibélico. En 1870 la poetisa y activista Julia Ward Howe, organizó en Boston una manifestación pacífica en la que participaron mujeres que fueron víctimas de la Guerra de Secesión. Ese mismo año, la activista escribió el poema “Proclama del día de las madres”:

¡Levántense, mujeres de hoy!
¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas!
Digan con firmeza:
No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes.
Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas.
No se llevarán a nuestros hijos para que des-aprendan
todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad,
la compasión y la paciencia.
Nosotras, mujeres de un país,
tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país,
como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos.
Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ¡Desarma! ¡Desarma!”
La espada del asesinato no es la balanza de la justicia.
La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión.
En nombre de la maternidad y la humanidad,
les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres,
sin importar nacionalidad,
y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente,
a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades,
el arreglo amistoso de cuestiones internacionales.
Los grandes intereses generales y de la paz.

Aunque con el paso de los años el Día de la Madre se ha convertido en una celebración totalmente romantizada y comercializada, su origen es tremendamente revolucionario.

En diversos artículos hemos hecho hincapié en que la pandemia está sacando a la luz diversas problemáticas mundiales que venimos arrastrando desde hace más de una década y ha puesto en evidencia la terrible desigualdad que viven millones de personas diariamente.

Algunas de esas problemáticas han afectado principalmente a las mujeres. Desde marzo del 2020 las medidas sanitarias y restricciones de movilidad han convertido nuestros hogares en oficinas, aulas, salas de conferencias y espacios polivalentes. Aunque para algunas personas estas medidas han sido positivas ya que ahora tienen una mayor flexibilidad laboral, para muchas mujeres (especialmente aquellas que son madres), la pandemia ha extendido aún más esa doble jornada que ya llevaban a cabo, resultando no solo en cansancio extremo y burnout, sino también en un éxodo laboral femenino.

A raíz de esta problemática, han surgido en todo el mundo discusiones y movimientos que buscan cambiar las políticas laborales vigentes y las precarias condiciones que viven millones de trabajadores hoy en día.

Temáticas como la explotación laboral, la brecha salarial y la importancia de la sanidad y la educación pública, han resurgido con la COVID-19, especialmente a través de la formación de sindicatos.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el Día de las Madres? Se estarán preguntando algunas personas que han llegado hasta aquí. Pues todo. Los sindicatos, por ejemplo, además de negociar mejores salarios y condiciones laborales, también luchan por proveer a las y los trabajadores de servicios esenciales como guarderías públicas y asequibles, periodos de maternidad y paternidad tan necesarios para la crianza de los hijos, jornadas laborales dignas que permitan disfrutar de la vida y la familia, entre otros derechos esenciales. Porque la maternidad no debería ser un asunto exclusivo de las madres. La crianza de los hijos será más digna si la realizamos con el apoyo del gobierno, la escuela, los vecinos, la familia y los amigos.

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