Un debate caótico que llena de dudas la elección presidencial en los Estados Unidos
Muy malo es el partido de fútbol cuando el mejor es el árbitro. Así fue el primer debate entre candidatos a la presidencia de EE.UU., celebrado este martes por la noche, en el que solo se salvó el moderador. Chris Wallace, un respetado periodista de Fox News, fue el único que brilló entre las constantes interrupciones de Donald Trump y el desempeño mediocre de Joe Biden.
El presidente llegó dispuesto a imponer su juego, a bajar al barro. Ya en la primera pregunta de la noche, el reemplazo en el Tribunal Supremo tras la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg, apareció con el gesto torcido y se metió en el turno de respuesta de Biden, que defendió que «el pueblo estadounidense tiene derecho a decidir» el sustituto, por lo que se debe esperar hasta que haya un ganador de las elecciones.
Las interrupciones de Trump a su rival demócrata fueron constantes, a pesar de que las campañas, como le recordó Wallace, habían pactado que se dejara hablar al rival en turnos de dos minutos. El moderador le conminó varias veces a respetar el turno de Biden, pero Trump hacía oídos sordos e incluso acusó a Biden de interrumpirle a él. «Francamente, usted ha interrumpido más», le respondió Wallace.
El moderador fue incisivo con los dos candidatos, corrigió a Trump en alguna de sus falsedades e insistió en repetir las preguntas cuando alguno de ellos, en especial Trump, trataban de no responder. «Parece que estoy debatiendo contigo, no contra él», espetó el presidente a Wallace apenas comenzado el debate.
El debate trató de tocar los asuntos de fondo que preocupan a los estadounidenses –epidemia de coronavirus, sanidad, economía, renovación del Supremo, aborto, tensiones raciales, legitimidad del proceso electoral– pero se enturbió con un tono áspero. Fue una bronca constante, provocada por Trump y de la que Biden no tuvo la capacidad de esquivar.
El exvicepresidente con Barack Obama salió dispuesto a mostrar un contraste en el tono con Trump. Al principio, se limitaba a mostrar una sonrisa ante las afirmaciones más exageradas de Trump y en varias ocasiones trató de cambiar el rumbo y dirigirse «a los que estáis en casa», buscando a la cámara. «No estoy aquí para señalar sus mentiras. Todo el mundo sabe que es un mentiroso», dijo en los primeros compases. Pero el presidente acabó por desquiciarle. Se metió en cada turno de Biden, gritó más que él, tapaba su voz con «eso no es verdad» o «es mentira». El demócrata cayó en su juego: «¿tenéis idea de lo que dice este payaso?», «esto no es presidencial, sigue ladrando hombre», le dijo. Soliviantado, le acabó por soltar un «¿Por qué no te callas?», que se convirtió en la frase de la noche.
El plan de Biden era centrarse en responsabilizar a Trump de los 200.000 muertos y de la crisis económica provocada por la epidemia de coronavirus y mostrarse como una figura moderada que devuelva la decencia a EE.UU. No lo hizo con efectividad, excepto cuando apuntó que «los millonarios y los multimillonarios como el presidente se han enriquecido» durante la pandemia mientras la mayoría del país ha sufrido.
Entre tanta bronca, Trump colocó sus mensajes dudosos sobre la epidemia -«salvamos millones de vida», «la vacuna llegará muy pronto»- y apenas quedó tiempo para discutir la polémica de la semana: las revelaciones de ‘The New York Times’ sobre sus declaraciones fiscales , en las que en 10 de los últimos 18 años no pagó ni un dólar y, como presidente, solo 750 dólares, menos que cualquier estadounidense medio. «Pagué millones», zanjó Trump sin dar detalles de ello y contra las informaciones del periódico neoyorquino.
Biden, dubitativo y falto de energía toda la noche, nunca le puso contra las cuerdas. Solo lo logró el moderador, cuando insistió en algunas de sus preguntas. Como sus planes para cobertura médica una vez que elimine el sistema impuesto en la presidencia de Barack Obama, para lo que no tuvo respuesta. O la insistencia del moderador sobre si Trump se compromete a no declararse ganador en las elecciones del 3 de noviembre hasta que no haya una certificación independiente (se negó e insistió en que el voto por correo, expandido por la pandemia, es un «fraude»). O cuando Wallace le conminó a condenar al supremacismo blanco y los grupos milicianos que lo apoyan.
Primero trató de esquivar la condena. Wallace insistió. «¿A quién quieres que condene?», dijo el presidente, y el demócrata le propuso que condenara a los Proud Boys, un grupo de extrema derecha, que estuvieron entre los participantes en las protestas violentas de Charlottesville en 2017. «Proud Boys, dad un paso atrás y estad preparados», dijo Trump, sin una condena explícita, y cambió de tercio para condenar a los grupos ‘antifa’ de extrema izquierda.
El debate tocó fondo en ese momento. También cuando Trump lanzó dardos personales contra Biden. Se esperaba que atacara su capacidad mental: «No hay nada inteligente en ti». También que utilizara al hijo del candidato demócrata, Hunter Biden, por sus negocios en Ucrania cuando Biden era vicepresidente. «Está totalmente desacreditado», insistió Biden sobre las acusaciones de que se enriqueció de forma corrupta.
Pero Trump fue más allá cuando Biden le acusó de llamar «perdedores» a soldados como su otro hijo Beau, que fue a la guerra de Irak y murió años después por un cáncer. «A tu hijo lo echaron del ejército por cocainómano», le espetó a su rival, que solo pudo reconocer que, como muchas otras familias, la suya había tenido que superar ese problema.
Fue quizá el golpe más bajo de un debate sórdido a ratos y caótico casi de cabo a rabo, el más bronco que se recuerda. El primer encuentro entre Trump y Biden agita todavía más a un país tensionado por una epidemia que no cesa y por las tensiones raciales del verano, con la incertidumbre de qué pasará cuando empiece el recuento electoral, con la seguridad de una guerra legal entre ambos partidos por los resultados y el temor a una escalada violenta.