Paracho, la ciudad mexicana famosa por las guitarras, gracias a un obispo católico
Los entusiastas de la guitarra de todo el mundo conocen la ciudad mexicana de Paracho, ubicada a unos cien kilómetros de Morelia, la capital del estado de Michoacán. Es el lugar de referencia para adquirir guitarras de cualquier calidad, desde instrumentos baratos de principiante a profesionales de concierto. En esta ciudad, las calles están flanqueadas con señales lumínicas de guitarras estilo Las Vegas para dejar claro a los visitantes que cualquier calle puede conducirles al instrumento de sus sueños.
Paracho ha sido un oasis para los luthiers desde el siglo XVI, cuando los artesanos se centraban más en instrumentos de cuerda más clásicos como violines, violas y demás. Aunque hoy en día la ciudad es un paraíso de las guitarras, el cambio en la producción de instrumentos es congruente con sus tradiciones artesanales, que empezaron hace casi 500 años gracias a un obispo católico.
David Clark Scott, del medio The Christian Science Monitor, explica que los artesanos de Paracho son parte del legado que dejó Vasco de Quiroga, el primer obispo católico de Michoacán. Conocido por los locales como “Tata Vasco”, el obispo Quiroga fue un educador que resultó fundamental en la difusión del cristianismo en el pueblo indígena de México, además de un magnífico organizador que ayudó a fundar varias ciudades. Con las palabras de Utopía de Thomas Moro en mente, el obispo Quiroga dio un paso más allá para hacer que estas ciudades fueran autosuficientes y prósperas a través de la producción de la agricultura y de oficios especializados.
Según Wikipedia, el obispo Quiroga fue responsable de la cerámica fina que sale de Tzintzuntzan, los productos de cobre de Santa Clara, los tejidos de lana de Nurío y, por supuesto, la duradera tradición de fabricación de instrumentos en Paracho.
La gran mayoría de las tiendas son negocios familiares que emplean métodos artesanales transmitidos de padres a hijos que, en algunos casos, se remontan a siglos atrás.
Scott identificó a una familia de luthiers, los Amezcua, que llevaban pasándose la antorcha generación tras generación durante más de 350 años. El hijo, Jerónimo Amezcua, explicó que este legado generacional de conocimiento es beneficioso para el proceso de fabricación de guitarras, ya que algunos de los instrumentos necesitan hasta 20 años para que madure la madera y conseguir un buen sonido. Jerónimo Amezcua cuenta que a menudo termina guitarras que su padre empezó hace 20 años y las que Jerónimo empieza ahora bien podrían ser terminadas por su propio hijo algún día.
La destreza necesaria para este oficio no es poca cosa. El vídeo que aparece más arriba muestra una operación padre/hijo en Paracho en la que el padre crea una guitarra ante nuestros ojos. Mientras que algunas de las mayores empresas de guitarras tienen enormes talleres mecanizados, este hombre completa sus proyectos a mano, confiando únicamente en su experimentado ojo para garantizar la perfección. La guitarra resultante es impresionante tanto en su aspecto como en su sonido y se erige como un recordatorio duradero de la influencia de un gran obispo.