Internacional

Como se convirtió Kennedy en héroe de guerra

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La angustia se apoderó del patriarca de los Kennedy en los primeros días de agosto de 1943. La información le llegó al antiguo embajador directamente del Ministerio de Marina. El alférez de navío de reserva John F. Kennedy era dado como desaparecido en el mar, en las islas Salomón. Como aún quedaba una esperanza, Joe se guardó para sí la noticia y no le dijo nada a su esposa. Cinco días más tarde, Rose recibía una llamada telefónica desde Washington en la que una voz alegre le comunicaba que su hijo estaba a salvo. «¿A salvo de qué?», preguntó ella.

La revista «Blanco y Negro» publicó en exclusiva para España en 1968 una serie de reportajes elaborados por «Paris-Match» en los que se narraban con todo detalle los hechos : «La noche tropical era opaca en el estrecho Blackett, entre Nueva Georgia y la isla Vella Lavella. El destructor «Amagiri» acababa de escoltar a los transportes que abastecían a la guarnición japonesa de Vila. Su comandante, el teniente de navío Kohei Hanami, no dudó en lanzar su potente buque contra una silueta vista en el último momento a ras del agua. El choque tuvo como consecuencia el comienzo de un incendio a bordo. Pero la lancha torpedera norteamericana P.T. 109 había sido partida en dos

El «Amagiri» protegía al convoy de aprovisionamiento que la marina japonesa tenía para transportar tropas y suministros a sus fuerzas desplegadas en las Islas Salomón y Nueva Guinea durante la II Guerra Mundial y que recibía el nombre de «Tokio Express». Los buques navegaban durante la noche fuertemente protegidos, con destructores como el comandado por Kohei Hanami, que podían completar su misión en una sola noche, lo que hacía muy difícil su localización y ataque.

El servicio de inteligencia de la Marina de los Estados Unidos había interceptado unas comunicaciones que determinaban el paso del convoy cerca de la pequeña isla de Rendova, una de las integrantes de las Islas Salomón, la noche del 2 de agosto de 1943. Se preparó una operación de ataque con 15 lanchas torpederas. Una de ellas, la PT-109, tenía como comandante al futuro presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy. Su embarcación no disponía de radar, por lo que redujeron la velocidad para que el menor ruido de los motores les permitiera localizar algún buque del «Tokio Express».

Hacia las 2,30 h de la madrugada, uno de los vigías de la PT-109 advirtió sobre un buque que se dirigía a ellos con tal velocidad, que no pudieron esquivarlo. El impacto partió en dos la lancha. Dos de los tripulantes fallecieron por la explosión que destruyó la mitad de la embarcación, pero los otros once sobrevivieron de manera milagrosa. El buque japonés ni se detuvo, posiblemente creyendo que no sobrevivirían en aquellas aguas de haberlo hecho a la explosión.

Los once supervivientes se asieron en la parte de atrás, flotando en torno a Kennedy, que llevaba el timón en el momento del abordaje. «El choque le había arrojado sobre unas chapas de hierro y le dolía la espalda, ya lesionada tiempo atrás en un accidente de fútbol», contaba Blanco y Negro.

Ante la posibilidad de encontrarse con otro buque japonés, los once tripulantes, comandados por el que se convertiría años después en su presidente, abandonaron los restos de la embarcación y se dirigieron a nado hacia la isla de Plum Pudding, a 5 kilómetros de distancia. Kennedy, que había pertenecido al equipo de natación de Harvard, agarró con una cuerda entre sus dientes el arnés del marinero Patrick Mahon, que tenía quemaduras de tercer grado, y lo remolcó. Según el relato publicado por la revista, lo más duro fue atravesar entre los corales que cortaban como hojas de afeitar. El islote estaba alejado de la ruta de las patrullas, pero no disponía de agua potable ni de víveres de ningún tipo, por lo que Kennedy decidió nadar otros 5 kilómetros en busca de alguna embarcación. Fue en vano.

El 4 de agosto los supervivientes nadaron otros 2 km, hasta Olasana. Desde ahí Kennedy y el marinero George Ross partieron hasta Naru, a menos de un kilómetro, donde encontraron una caja de madera con algunos caramelos y un depósito de agua de lluvia. Esa misma tarde llegaron providencialmente a la isla dos nativos kanakas de las Islas Salomón, que trabajaban para la Armada australiana. Ellos llevaron a la base de Rendova el mensaje angustioso que Kennedy grabó en la nuez de un coco con una navaja.

Su S.O.S. llegó hasta las manos del teniente Arthur Reginald Evans, quien envió una canoa para recoger a Kennedy. Ya en Rendova, embarcó en una lancha torpedera para recoger a su tripulación. Tras el rescate tuvo que ser hospitalizado para tratar su lesión de espalda, agravada enormemente durante estos días de tremendo esfuerzo, y que acarrearía a lo largo de toda su vida.

ELLOS HUNDIERON MI LANCHA

Kennedy fue condecorado con la Medalla de la Armada y del Cuerpo de Marines. Se convirtió oficialmente en «héroe de guerra», lo que le ayudaría en su carrera política, a pesar de que él siempre declaró que la hazaña «fue involuntaria, ellos hundieron mi lancha».

Conservó siempre el coco sobre el que escribió su mensaje, como un talismán, y le acompañó en su escritorio de la Casa Blanca. En la actualidad se exhibe en una urna de cristal de la Biblioteca John F. Kennedy.

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